Fotografía: Especial

Algunas huellas para recorrer la “Geografía imaginaria” de Gregorio Cervantes

En COLUMNAS José Luis Prado

¿Cómo empezar a hablar de un libro de cuento que en realidad para mí tomó la forma de una brújula? En cualquier caso, debería empezar diciendo que abrir las páginas de Geografía imaginaria (BUAP, 2013) implicó, en un primer momento, un afán por ir hacia aquello que se desconoce. Leer, como caminar, es una aventura, una exploración, por lo tanto, leer puede medirse por kilómetros igual que al caminar se ve implicada la lectura, de algún modo u otro todos leemos señales en el camino, ambas acciones implican movimiento,  de tal manera que  acudir a cualquiera de estas actividades representa un cambio. Leer es ganar el tiempo de los personajes.

A partir del siglo XIX, con los ferrocarriles y en el XX con los autos, las andanzas a pie han quedado destinadas a trayectos muy cortos y si algunos todavía acudimos a ese casi arcaico modo de movernos por las ciudades lo hacemos sin observar, sin contemplación, sin, y esto me gustaría subrayarlo, abandonarnos al paseo. Pero no debemos olvidar que caminar tiene cierta vitalidad, aunque también algunos autores como W.G. Sebald nos han presentado en páginas magistrales la melancolía errática: andar a pie muestra una multitud de tonos posibles.

Existe toda una tradición literaria donde caminar o lo visto a través de los ojos de un paseante se convierte en la intrincada trama de la historia, pienso en El paseo de Robert Walser, en De la vida de un tunante de Joseph Von Eichendorff, en A la deriva de un escritor francés Joris-Karl Huysmans y toda la larga lista de autores ingleses que van de William Hazlitt pasando por Dickens, Da Quincey, Stevenson hasta Virginia Woolf, pero también lo hago al recordar a muchos poetas que han sido viajeros a pesar de las costumbres de su época, pienso en las historias de algunos que tuvieron exiliarse.

Todo esto viene a cuento porque Gregorio Cervantes, autor de esta brújula literaria, gusta de recorrer las calles de su ciudad sin ninguna meta trazada; es decir, se abandona al paseo sin mayor reparo, se mezcla en la multitud y sigue su corriente sin que haya alguna queja, lo mismo lo hace en una pendiente empinada que lo lleve a tener la mejor vista de Don Goyo que al lado de un boulevard transitado por motores de autos de lujo, digo todo esto porque lo he acompañado varias veces y, al contrario de lo que dice Stevenson sobre caminar a solas, nuestras caminatas tienen la característica del cruce y el descubrimiento, de compartir el detalle que el otro quizá no ha percibido. Para muestra, veamos el siguiente ejemplo incluido en el cuento “Final de una búsqueda”:

Las únicas veces que salía a la calle era cuando buscaba otros puntos para observar mejor al objeto de sus obsesiones. Entonces solía ir más allá del vecindario, algunas veces en mi compañía. Caminábamos sin hablar. Y si me atrevía a preguntar algo o hacer un comentario, él extendía su brazo, sin mirarme, como si quisiera atajarme al paso. Con eso bastaba para hacerme callar de nuevo (Cervantes, 2023: 17).

Cervantes es capaz de ver detalles, de dilatar el tiempo mientras narra porque su mirada se ha agudizado en el trayecto recorrido, en el cuento “Grietas” menciona: “Solías llevarla a pasear por ese boulevard arbolado, donde las hojas parecían hablar cuando las tocaba el viento. Ella caminaba tomada de tu brazo y se recargaba en ti. Hasta que se detenían, siempre cuando el viento cesaba un poco. Y te besaba despacio”.

Las imágenes que genera el autor son de un desplazamiento lento que cruzan llanuras y se pierden por laberintos arquitectónicos hasta el punto de la desintegración. Este libro, que se compone de textos aparecidos en algunas revistas o antologías, es la muestra de un trabajo minucioso que no implica premura. Prueba de esto es la organización de los cuatro bloques en que se aglutinan las historias: Placas tectónicas, Tiempos lejanos, Cuatro versiones del fin del mundo y Genealogía del fuego, lo cual es muestra del trabajo de un autor que tiene conocimiento de editor, un escritor que edita, que ofrece su libro como un mapa al cual adentrarse y descubrirlo.

En los cuentos de Gregorio Cervantes acudimos a otras aproximaciones sobre ciertos mitos como el caso de la destrucción De la Torre de Babel, mitos griegos o prehispánicos; nos introducimos en ciudades que nos recuerdan a una Puebla casi apocalíptica y desconocida, sin marcas en su famosa nomenclatura; además, el autor nos presenta una conversación con algunos otros textos como Las ciudades invisibles de Calvino, Pierre  Menard, autor del Quijote de Borges o Gente de mundo de Alberto Chimal.

En el apartado denominado Genealogía del fuego, Gregorio reúne tres historias que, a partir del mito, presentan la ciudad de origen de un pueblo de forjadores que busca volver a ella, detalle a detalle, o de forma fragmentaria, vamos hilvanando el reconocimiento de esa ciudad. La lectura de estos textos, más que plantear reescrituras de algunos mitos, son una perspectiva distinta a ellos, Cervantes nos invita a indagar otra posibilidad, otra mirada posible al hecho, lo cual me parece una característica a destacar en su autor.

La afición peripatética del autor poblano nos sumerge, con técnicas muy trabajadas, al interior de ciudades literarias que, aunque algunas están muy cerca de la destrucción nos recuerdan que también en ésta hay algo que se construye, que integra la experiencia humana, de ahí que regresar a ciertos mitos con otra mirada permita al lector reconstruir cada uno de los pasos que esté a punto de dar. Sirvan estas huellas para invitarlos a recorrer esta Geografía imaginaria.

Deja un comentario

Your email address will not be published.

*

LO ÚLTIMO DE COLUMNAS

Ir Arriba