Fotografía: Magdiel Olano

Más que sentarse a bordar todo un día lo complicado es vender

En MIXCOATL Magdiel Olano

PUEBLA, MÉXICO.- Desde niña, Isabel Trinidad Barrios es artesana textil, aprendió desde entonces la técnica del pepenado —un bordado en el que se va contando punto por punto el tejido—. Igual que otros artesanos de su natal Cuetzalan del Progreso, lo que sabe hacer es gracias a la herencia familiar y los conocimientos que le ha regalado la propia comunidad. 

A puntadas, Isabel plasma en cada uno de sus diseños la flora y fauna de su región, mostrando en la iconografía de blusas, faldas, camisas, fajillas y otras prendas de moda, figuras de aves o pétalos de las heliconias o “chamaki” —como de les conoce en la zona nahuatl de Cuetzalan—, una flor típica utilizada como adorno en todo tipo de fiestas de la comunidad.

En el municipio bordar es la actividad principal para obtener recursos, aparte de la agricultura. Como joven de las más recientes generaciones de artesanos, busca darle un valor agregado a sus productos para que sean más rentables y aceptados por los potenciales consumidores. 

Fotografía: Magdiel Olano

Aunque pertenece al Colectivo Xinach y tiene su propia marca de ropa, Bordados Ikpa Tamali, igual que gran parte de su comunidad, Isabel se enfrenta a la subvaloración generalizada de las artesanías y el reto de colocar sus prendas en el mercado:

“A mí lo que más me complica, más que sentarme a abordar un día, es vender mi producto, es la barrera a la que yo me he enfrentado el ofertar mi producto”, dice en entrevista con LEVIATÁN

Cecilia Ávila, la “mujer del no” de Yohualichan

Y es que, por ejemplo, si bien invierte unos 20 días para bordar una sola blusa, han pasado más de ocho meses en el anaquel sin que esta pieza se haya podido vender a un costo de mil 500 pesos.

Éste, considera, es un precio justo tomando en cuenta la confección, el tiempo invertido y los costos de materiales como tela e hilo, pues si bien le va en las ventas gana cerca de 60 pesos al día, un precio muy por debajo del salario mínimo en Puebla, que es de 172 pesos.

Ahora, Isabel busca otros mercados en los que pueda entrar, usando telas e hilos sustentables, además de hacer diseños contemporáneos, juveniles para llamar la atención.

Niñas y niños mantienen viva la creación de bordados y textiles

A pesar de lo complejo que pueda parecer dedicarse a la elaboración y venta de artesanía, ella sabe que continuar con la práctica que le legaron sus familiares no es un negocio, y sí abona a la conservación de la cultura y tradiciones de su pueblo. 

“Si yo saco como tal los costos de producción a veces no resultan tan fiables como si fuera un negocio. Pero esto no es un negocio como tal, es la parte de rescatar y seguir fomentando el uso de prendas artesanales”.

Por ello pide que a la comunidad en general que se valore el trabajo, esfuerzo y dedicación que los textiles y otros tipos de artesanos invierten en la elaboración de sus productos.

“Me gustaría decirles que valoran mucho el trabajo artesanal, no todos los trabajos son iguales, todos llevan diferente tiempo de elaboración, todos tienen como algo que decir. Como artesanos estamos muy orgullosos de decir por qué estoy haciendo esto, entonces invitó a las personas tal vez no a que compren, pero sí a que pregunten y conozcan que hay detrás de cada artesanía”.

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