Fotografía: José Luis Prado

Freilassing, la memoria como hechizo

En COLUMNAS José Luis Prado

Alguna vez, escuché de alguien la frase “zauber der ferner”, que se traduce como “el hechizo de lo distante”. Recuerdo el sonido pronunciado por aquella persona y el efecto que produce aún en mi memoria. Con el tiempo, algunas veces, se pierde la precisión de las fechas; sin embargo, algo como dilatado queda en nuestra cabeza. En la literatura el ejercicio de aquello que se evoca es primordial.

El relato “Brea” con el que Leopold Federmair abre su libro Freilassing (Cuadrivio, 2015), es un claro ejemplo del hechizo de lo distante. En él se cuenta cómo los padres del narrador crearon cerca de Mauthausen la autopista oriental y, en otro momento, la unión con la meridional, todo a partir de un recuerdo detallado por el cual se asoman los vestigios de Austria después de la guerra.

Primero la brea y el asfalto, “la brea es el intersticio que se amolda. Ojalá pudiera meterme por en medio, decía el niño, aunque ya sabía que eso no podía ser.” Hay una sustancia sonora que recrea una imagen, Ángelus y la Leyenda de Suaba, aquel camino hacia Tierra Santa es representado por la abuela que era quien le contaba al niño la historia. Dice el narrador, y así nos traslada al espacio de la infancia, “la Leyenda de Suaba una canción más y la brea blanda llenaban los intersticios entre los dedos del pie” que lo conducían por la carretera al lado de su abuela. Después, hay una imagen que apela, una vez más, a la memoria “pero la luz no venía, no venía, se quedaba en los tabiques, atrapada en el cuerpo…cómo puedo meterme ahí dentro”. Hay una insistencia por recuperar, regresar al instante. En la adolescencia, conoce a la chica Z, el recuerdo se convierte en una palabra de la que desconoce el significado szeretlek.

Casi al final, el niño, que ya es un joven, cruza la carretera que está inundada de niebla, la metáfora visual permite salir del recuerdo en el que nos introdujo; el relato maneja una técnica impecable en el uso del narrador y la creación de atmósferas. El escritor austriaco propone una suerte de ir y venir en la perspectiva, una distancia y un acercamiento a la historia de un niño que es narrado por el adulto en Mauthausen.

“Con Innerhofer en el Weingartl” narra el suicidio de un escritor desde la perspectiva de un narrador que lo conoció cuando era joven, un relato en el que el personaje es víctima de su propia necesidad de utopía; notamos en esta reunión del bar Weingartl ciertas disquisiciones sobre una postura realista en la narración, tan es así, que resulta una paradoja la resolución del retrato de Franz Innerhofer.

En “El herrillero”, Federmair construye una historia que se quiebra y es narrada a partir de varias voces, una polifonía que establece, poco a poco, una unidad.

Para cerrar, “Freilassing” cuenta una historia que recuerda al paseante, el personaje K. hace varios recorridos que van del café ubicado en la Steingasse cerca del cine Lifka hacia la casa de un personaje que ya antes había aparecido en el relato Con Innerhofer en el Weingartl “una mujer cuya edad era difícil de precisar porque nunca, ni en verano, se quitaba el gorro de lana”. Durante sus vagabundeos, el joven K. acompañado de la canción Wild Horses, recuerda la primera vez que bebió, cómo descubrió a Kafka, y su acercamiento al anarquismo por medio de su compañero Walter

“Freilassing” es la puesta en escena de una imagen que representa la autonomía “la liberación de una muchacha, una sierva, cuya libertad compró su padre a duras penas”.

Este relato cierra, contrae, da unidad al libro por medio del paseo que nos adentra a la posibilidad de pequeñas historias que se hilvanan sin final.

 

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