Fotografía: Especial

NEGRA MANDINGA | México racista

En ESPECIALES Ariadna Tenorio

Hablar sobre negros mexicanos parece estar en boga. Y, aunque tampoco es que nunca se hubiese hablado de nosotros  (Odile Hoffmann, por ejemplo, señala que para el 1994 existían tan sólo en México alrededor de mil tesis de maestría y doctorado de antropología sobre el tema), es un hecho que la proclamación de la ONU del año 2011 como el “Año Internacional de los Afrodescendientes”, del “Decenio Internacional de los Afrodescendientes 2015-2024” y del reciente reconocimiento constitucional de los afromexicanos en 2019 (un reconocimiento que, por cierto, los habitantes de la Costa Chica venían empujando desde 2006), han generado un “boom” de los estudios “afrolatinos” en lo general y de los estudios “afromexicanos” en lo particular.

Para muestra basta un botón, ahí esta el congreso LASA 2020 (The Latin American Studies Association), titulado “Améfrica Ladina: vinculando mundos y saberes, tejiendo esperanzas”, en el que se busca por primera vez y de acuerdo con sus propias palabras: “to explicitly expose the presence of these populations and mestizo populations in the social project of Nuestra América”.

Fotografía: Twitter

No podemos ignorar, tampoco, que vivimos en un mundo en el que el “mercado” y su ley de oferta y demanda se impone prácticamente en cualquier ámbito, incluso el académico, y que para alguien que está de este lado del “boom”, es decir, el lado de una negra que resulta ser mexicana, es inevitable aproximarse a este interés académico con cierta precaución y desconfianza, pues una cosa es tolerar académicos que se aproximan en calidad de “feministos” a determinados objetos culturales producidos por mujeres, y que no hacen más que darnos una gran cátedra de lo que en efecto es el mansplaining; o tolerar académicas “primermundistas” que se aproximan también en calidad de “feministas” a objetos culturales producidos por hombres subalternizados y que sin el más mínimo asomo de interseccionalidad se atreven a tildar a dichos productos culturales de misóginos y machistas. Y otra, muy distinta, es tolerar que nuestros cuerpos negros se conviertan en objeto de estudio sin derecho a réplica. Pues, contrario a lo que insiste la academia, los negros no somos invisibles y sí tenemos voz.

TONO DE PIEL, EFECTO PARA LA DESIGUALDAD

Me llama la atención, por ejemplo, que en el foro “¿Pigmentocracia? El efecto del tono de piel en la desigualdad de oportunidades en México”, organizado en noviembre de 2019 por el COLMEX, no hubiera entre los investigadores ningún afromexicano (aunque probablemente me equivoco), me llama la atención también que en el foro se afirmara que una de las intenciones con las que realizaron los estudios sobre el color de piel en México, era el de lograr “un efecto MeToo… un efecto catalizador para que las personas empiecen a hablar sobre las experiencias de discriminación asociadas al tono de piel”. Me pregunto si el sociólogo no se ha dado cuenta que la catarsis no es suficiente, que muchas veces la catarsis se convierte en parte del problema y no de la solución, cuando carece de acompañamiento jurídico y de políticas públicas capaces de responder de facto a las denuncias de discriminación.

Insisto, los negros tenemos voz, la pregunta sería más bien ¿qué tan dispuestos están ustedes a escucharnos?, sobre todo cuando ese mismo investigador menciona que existen “prácticas de discriminación étnico-racial que no están basadas en el racismo… sino que tienen una racionalidad económica”.

¿Que no ya teníamos todos muy claro que el sistema económico en la mayor parte del mundo está basado en una ideología racista que tiene su origen en la explotación de los cuerpos no blancos?

Cómo no tantear este interés académico con desconfianza cuando el economista que participó en ese mismo foro menciona que incluso después de mediados del siglo XX “en las Ciencias Sociales en México se creía que el tono de piel no tenia relación con los resultados económicos”.  ¿De qué forma se aproximan entonces las Ciencias Sociales a la desigualdad en nuestro país? Si bien dicho economista refiere que a mediados de los 90 se demostró que era falso que el color de piel no tuviera injerencia en la calidad de vida de las personas, no deja de sorprenderme que sean necesarios este tipo de foros y de estudios para discutir (ya no digamos aceptar) que México es un país racista.

¿Que los cuatro ponentes son expertos en su tema?… no lo dudo en lo más mínimo, los cuatro son una eminencia, como se dice en el argot académico, cuentan con una amplísima gama de credenciales que así lo demuestra. Pero que hablan con un racismo introyectado que sus privilegios no les permite ver… también…

¿Que este tipo de estudios resultan ociosos? En lo más mínimo, son importantísimos tomando en cuenta que a partir de ellos se evidencian los fallos de las políticas públicas y, en en el mejor de los casos, se generan nuevas políticas públicas o se modifican las ya existentes. Lo que no deja de sorprenderme, insisto, es que sean necesarios para asomarnos a los abismos que nos separan de acuerdo a nuestro color de piel, porque para aquéllos que estamos de este lado del pantone no es ningún secreto y, muy en el fondo, para ustedes tampoco.

¿O acaso es un secreto que en México prefieren contratar a una recepcionista blanca que a una morena? ¿Que se prefiere que los empleados morenos no sean visibles a la clientela? ¿Que si entramos a una tienda el jefe de seguridad nos sigue como si fuera “nuestro mejor amigo” para asegurar que no vayamos a robarnos nada? ¿Que si somos mujeres nos exigen que en el trabajo “por cuestión de higiene”, nuestro “pelo crespo” esté siempre recogido, pero esas mismas cuestiones de higiene no aplican para la compañera lacia? ¿Es un secreto que en la escuela nos llamaron negra de mierda? ¿O que si rechazamos avances sexuales nos respondan que “ni quién quiera” porque además “nos estaban haciendo el favor”? ¿Es un secreto que lo que las familias en México buscan es “mejorar la raza”? ¿Es un secreto que, si un hombre blanco le dice a una mujer blanca “guapa”, se considera un piropo, pero si se lo dice, a esta misma mujer blanca, un hombre racializado (entiéndase indígena, moreno o negro) se trata indudablemente de acoso sexual? ¿Es un secreto que, si un estudiante blanco exige sus derechos es considerado un líder, pero si un estudiante racializado se atreve a hacer esa misma exigencia se le considera revoltoso?

NO ES NINGÚN SECRETO

No se qué tan necesaria sea una catarsis de sujetos racializados organizada por un grupo de investigadores (en su mayoría blancos). Me parece más una estrategia de mercado que un ejercicio crítico capaz de generar un cambio.

Pero quién soy yo para decirlo, nada más una negra mandinga.

Negra, mujer.

Y además autista…

Aclaración: Escribo a título personal. Hablo desde un cuerpo negro, y tengo muy claro que mi solidaridad está en primer lugar con los cuerpos racializados y en segundo lugar con el género, pues, aunque me identifico con muchas de las causas feministas, soy negra, no feminista, porque sigo sin encontrar en su bandera la lucha por las problemáticas de cuerpos racializados como el mío. Estoy consiente de que a pesar de la discriminación de la que fui objeto a diario en México (ahora vivo en EUA y, claro, soy discriminada no sólo por ser negra sino también mexicana), el haber nacido en una familia multirracial me confiere, en lo general, ciertos privilegios que no gozan otros negros en cuyas familias el proceso de mestizaje ha sido distinto. En otras palabras, estoy consiente que el grado de blanquitud, incluso siendo negra tiene de facto, consecuencias en el día a día.

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