Fotografía: Especial

ZAPPING | Adiós a los dragones y lobos

En COLUMNAS Shanik David

And now their watch has ended…

Para los integrantes de la Guardia de la Noche, esta es la frase con la cual se despiden de un hermano caído, y es eso lo que nos pasó el domingo por la noche al ver las últimas escenas de Game of Thrones.

Sé que mucho se ha escrito de esta serie, en particular después de que se dio su boom y se volvió una sensación, que si no me falla la memoria fue después del capítulo de The Rains of Castamere de la tercera temporada (conocido popularmente como la Boda Roja), pero no podía dejar pasar el final de una historia que ha estado presente en mi vida en los últimos años, sin dedicarle unas palabras.

He de confesar que por mucho que he intentado en las últimas semanas, no he podido recordar mi experiencia la primera vez que vi la serie cuando salió en 2011, sólo recuerdo que justo cuando terminé el último capítulo y sufrí, le pedí a un amigo, quien fue el que me introdujo a este mundo, que me prestara el libro, porque como buena ñoña, necesitaba saber más (Aquí hay que aclarar, sólo el primer libro se llama A Game of Thrones, pero la saga es A Song of Ice and Fire).

El libro lo devoré, y los siguientes también. Me acabé los ojos leyendo con insistencia en la computadora A Dance of Dragons. Necesitaba más (y todavía lo necesito, por eso tengo los dos libros de la historia adicional de Westeros y los Targaryen en mi mesa de noche).

Llegué a la tercera temporada sabiendo qué iba a pasar y aun así cada capítulo me parecía algo completamente nuevo, porque claro, los escritores desde un inicio se dieron ciertas libertades creativas al momento de adaptar los libros, y no es algo que, como han dicho muchos, haya pasado después de la sexta temporada.

Es como cuando estás con tu grupo de amigos de la universidad y empiezan a recordar anécdotas de aquellos años, cada quien lo cuenta de manera diferente, suma personajes, escenas e incluso emociones y herramientas narrativas distintas, pero al final es la emoción lo que vale.

Es por eso que cuando me preguntan qué es mejor, la serie o los libros no puedo dar una respuesta concreta. Cada uno es bello en su propio rubro y eso es lo que importa.

Sin embargo, ha sido un tanto molesto este bombardeo de comentarios negativos que se han dado desde que salió el primer capítulo de la última temporada: todos tenían una idea de cómo las cosas tenían que pasar, y si no eran así están mal.

Lo cual es una postura tan tonta cuando estamos hablando de una serie que desde el principio nos mostró que no iba a seguir las fórmulas convencionales. ¡Carajo, tan sólo la primera temporada acaba con dos de los personajes principales muertos!

No niego que haya cosas que me hubieran gustado que se exploraran más, que el hecho de sólo tener seis capítulos para el cierre de esta historia sí afectó y que un episodio más pudo ayudar para resolver estos problemas.

Pero a pesar de eso eso quedé satisfecha con el final después de ocho años de vivir con estos personajes, de ver los capítulos más de una vez, sufrir con ellos, llorar con las muertes, fangirlear cuando mis personajes favoritos acababan en una escena juntos (como fue en el episodio final cuando grité “¡DREAM TEAM!” al ver a los integrantes del consejo del nuevo rey). Fue un camino largo y tortuoso, pero llegamos al final.

Todas las decisiones de los personajes en estos últimos capítulos tuvieron un fundamento con respecto a su pasado, ninguna salió de la nada como muchos lo han criticado.

(A partir de aquí hay SPOILERS, avisados están).

Hasta la decisión de Jon al final y el destino de Daenerys tiene sus orígenes en la propia historia de estos dos personajes, que todos pensamos que se quedarían juntos. En los libros ni se conocen ni saben de su existencia, pero mi corazón de fan siempre soñó con ellos juntos. Los vimos así, pero también vimos que la esencia misma de una persona es más fuerte que cualquier cosa. Bien lo dijo Tyrion en el final “en ocasiones, el deber es la muerte del amor”.

Ya con este aviso de SPOILERS me siento un poco más en la libertad de comentar dos de mis momentos favoritos del episodio, aunque hay más.

De entrada, esa última escena de Jon y Tormund guiando a los salvajes de regreso más allá del Muro, es cerrar la serie justo como empezó, pero ahora en vez de gente siendo atacada en esta zona, son personas regresando a sus tierras, al saber que ya no hay amenaza.

Más allá de esa herramienta narrativa, lo que me pegó fue la expresión de Jon, regresando al Norte, esa tierra en la que se sintió libre, y que da a entender que nunca regresará, te deja con esa sensación de que, a pesar de todo, tuvo su muy merecido final feliz.

Una toma parecida es la de Arya en el barco que tomó para explorar qué hay más allá del Oeste; no sólo tenemos al personaje más badass de la serie buscando su propio camino, sino que su expresión de emoción ante la aventura es la misma que tuvo la primera vez que la vimos en un barco al final de la cuarta temporada cuando tomó rumbo hacia Braavos. Al igual que Nymeria, Arya es un alma libre y necesita estos espacios grandes y cero ataduras para ser feliz, y se lo merece.

(Hasta aquí los spoilers)

A pesar de ser un final adecuado, en el que cada personaje tuvo el final que merecía, aunque suene duro y haya gente que no coincida conmigo, las críticas seguirán. Las peticiones de que se vuelva a grabar la serie (porque claro, costó dos pesos y HBO va a repetir toda la filmación) y la indignación continuará.

A esas personas que tanto se han quejado, sólo les tengo una recomendación: lo bueno con Game of Thrones, es que tienes las dos versiones disponibles, si no te gustó una puedes acceder a la otra y ver cuál te agrada más. Entonces, si no te gustó la serie, porque piensas que no se apegaron a los libros en las últimas temporadas, fácil, lee los libros. Punto.

Mientras tanto, no hay que estar tristes por el vacío que nos deja la serie, sigamos esperando los vientos del invierno, mientras soñamos con la primavera (pequeño guiño a los títulos de los libros que faltan).

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