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Fotografía: Especial

Un caso (no aislado) de acoso e intento de violación en la UTP

En COLUMNAS Magaly Herrrera

Alba quiere titularse pero hacerlo no es sencillo: presentar la engorrosa tesis, cumplir con la documentación y cubrir las horas de servicio social parece un suplicio interminable cuando lo que se quiere es irse a navegar en la marea laboral para ganar independencia.

Alba se alista para enfrentar una danza burocrática de largo aliento; sin embargo, le apremia la fortuna de saber que es parte de ese minúsculo 17 por ciento de jóvenes que logran estudiar la universidad en México.

Alba realiza su servicio social en el área de Recursos Humanos de la universidad donde estudia. Y Antonio M, su nuevo “jefe” pretende violarla para que el sueño de concluir sus estudios con todas las disposiciones que exige la titulación se cumpla.

En esta historia cambiamos el nombre de la víctima para no afectar su integridad, pero no el del verdugo que sigue libre y tomando días de descanso para simular que hubo una sanción a una conducta que de facto obedece a un delito y no sólo a una falta administrativa.

Le cuento:

Ocurrió el 9 de marzo de este mismo año, cuando trabajadoras y alumnas de la Universidad Tecnológica de Puebla desfilaban por los pasillos dilucidando asistir a los compromisos para celebrar el Día de la Mujer. Sí, “celebrar”, porque en una institución de este perfil se celebra, no se conmemora.

Aquel día Antonio M., trabajador del área de Recursos Humanos, invitó a Alba a comer a un restaurante fuera de la UTP. Su esposa, dijo, les alcanzaría más tarde. Y cómo dudarlo si la mujer fue quien recomendó a la estudiante para hacer su servicio social en el área en el que se desempeña este señor.

Alba aceptó y comieron juntos, pero la esposa nunca llegó. Todo parecía “normal” hasta que Antonio M. desvió la ruta hacia la universidad y la llevó a un motel en contra de su voluntad para abusar sexualmente de ella. Alba forcejeó y pudo salir de este evento donde podrían consignarse tres delitos que los abogados definirán con los términos que corresponda: abuso de confianza, intento de violación y secuestro.

Al llegar a salvo a su institución la respuesta pasó de ser absurda a indolente. Los directivos de la UTP sugirieron a Alba evitarse la “vergüenza” de exponer su caso ante un sistema de impartición de justicia fallido, y hacer un acuerdo interno y silencioso en el Buzón de Quejas sobre la Equidad de Género que hay dentro del Tecnológico y que dirige un hombre que ni idea tiene sobre este tema.

Una vez puesta la queja correspondiente contra Antonio M., la abogada que asiste al responsable de tan inservible Buzón cuestionó a Alba de haber aceptado irse con él a comer fuera de la universidad. Así como lo lee, otra mujer y miembro de este equipo por la equidad de género culpó a Alba de tan terrorífico caso. En un segundo la Universidad Tecnológica de Puebla pasó de arropar a su estudiante a culparla de una tentativa de violación. Este caso fue encubierto por la propia UTP y su nuevo director en el encargo, Rodolfo Ramos García, pues al trabajador sólo le obsequiaron unos días de descanso en “castigo” por su nefasto comportamiento. Las sanciones justas y ejemplares jamás llegaron.

NO ES UN HECHO AISLADO

Pero este no es el único caso, las quejas e impunidad por acoso y abuso contra estudiantes de la Universidad Tecnológica de Puebla ha llegado a tal grado que se ha creado un grupo cerrado en Facebook para exponer a los maestros y trabajadores que las violentan o chantajean a cambio de mejores calificaciones.

El grupo UTP anónimos narra algunas historias con capturas de pantalla de conversaciones y audios que los maestros y las alumnas sostienen vía WhatsApp para acordar mejor notas académicas. Es decir, los abusadores sobornan a quienes tienen acceso a la plataforma donde se suben las calificaciones para que puedan manipular las notas.

Quien esto escribe contactó a las usuarias que “denuncian” abusos en este grupo cerrado para constatar que los eventos fueran reales. Dos de ellas afirmaron que los intercambios se realizaron de mutuo acuerdo una primera ocasión, pero después fueron hostigadas por los propios profesores para repetir el “cambio de favores”, por lo cual decidieron exponerlo en ese grupo donde sólo son miembros algunos profesores y estudiantes.

El caso de Alba es sólo un ejemplo, pero la constante es grave. Hay capturas de pantalla (como las que muestro en este texto) donde se exhiben las conversaciones vía WhatsApp sobre estos abusos, los cuales fueron corroborados con las participantes de estos desencuentros.

LOS SEÑALAMIENTOS

En el 2018 el Gobierno del Estado incumplió con las recomendaciones que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y representantes de organizaciones como Protección Popular Nacional A.C. y Sumando por Guerrero A. C.  dictaron como parte del segundo proceso que se abrió para analizar la situación en la que viven las mujeres en la entidad. Aquellas omisiones abrieron la puerta a la Alerta de Género emitida esta semana en Puebla. (LEER AQUÍ)

En los primeros cuatro meses del año, una decena de universidades en México (públicas y privadas) han sido señaladas por encubrir a profesores y trabajadores que cometen acoso y abusos sexual contra sus alumnas y alumnos. La impunidad es la constante.

El 23 de marzo de este mismo año, alumnas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) se sumaron a las protestas por acoso y actos misóginos del que son víctimas por parte de sus profesores.

¿QUÉ HACER?

No le caería nada mal al recién llegado director de la UTP, Rodolfo Ramos, revisar la integración y funcionamiento de su Buzón de Quejas sobre Equidad para que sirva como un instrumento de denuncia y acompañamiento a este tipo casos donde sus alumnas hoy son criminalizadas y revictimazadas sin el menor reparo.

Las universidades no sólo instruyen jóvenes para las competencias laborales que hoy se demandan. Son, además, formadores de personas que desarrollan valores de desempeño social. Si una alumna violentada aprende que a su agresor lo defienden y a ella la culpan, ¿se imagina el criterio de “justicia” que prevalecerá en su conducta el resto de su vida? En el plano personal, laboral, social.

Y allá en las escuelas, detrás de los escritorios, los “docentes” indecentes seguirán preguntándose dónde se habrá quebrado todo para que hoy vivamos en una sociedad rota, feminicida.

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