Fotografía: Especial

¿Quién quiere saber cuánto pesa un muerto?

En COLUMNAS Yussel Dardón

Es bien sabido que periodismo y literatura son dos cosas distintas. De manera simple podemos decir que uno muestra la realidad mientras que la otra presenta una o varias realidades.

Sin embargo, ambos se hermanan en la crónica, un periodismo narrativo que despunta por las historias que aborda y por la manera en la que se presentan; es decir, por el mundo que revelan y la forma en la que se hace.

Como escribe Leila Guerrero, “a los mejores textos de periodismo narrativo no les sobra un adjetivo, no les falta una coma, no les falla la metáfora”, pero más que eso “todos los buenos textos de periodismo narrativo son mucho más que un adjetivo, que una coma bien puesta, que una buena metáfora”.

Alerto Salcedo Ramos, escritor y periodista de Colombia, es un maestro dentro de este género, alguien que sabe sumergirse en historias que pintan aldeas enteras, y por lo tanto un mundo y el cosmos que lo contiene. Prueba de ello es Los ángeles de Lupe Pintor (Almadía, 2015), un libro que reúne 19 perlas narrativas que sirven para asomar el rostro a una realidad que de tan peculiar resulta entrañable.

Con un gran manejo de lenguaje, Salcedo Ramos nos adentra en la vida de boxeadores que abrazaron la derrota pese al brillo de sus triunfos, y también conocemos a un equipo de futbol integrado por travestis que recaudan dinero para ayudar a homosexuales adictos a las drogas.

No sólo eso, además nos aproximamos al pensamiento de paramilitares conversos y convencidos, víctimas de la guerrilla colombiana, luchadores sociales, “irrepetibles”, “bufones y perdedores” que se mueven “entre el esplendor y la sombra”, obsesiones que nos ayudan a ver con los ojos del cronista, críticos y reflexivos, los elementos de un continente fundado por el lenguaje.

En “Los ángeles de Lupe Pintor”, crónica que da nombre al libro y que nos presenta al fajador mexicano que le arrancó la vida al pugilista Johnny Owen, encontramos la prueba de la profundidad que alcanza la prosa de Salcedo:

“Quien quiera saber cuánto pesa un muerto que venga y le pregunte a Lupe Pintor. Lo sugiere él mismo mientras se sienta a horcajadas en un banco de madera. Pintor se alisa el bigote frondoso con los dedos. Luce tranquilo, recio. Nunca ha cargado ataúdes en los cortejos fúnebres —aclara— pero ha lidiado durante años con una tragedia ocasionada por sus puños”.

Otra de las crónicas del libro, “La travesía de Wikdi”, es sin lugar a dudas uno de los mejores testimonios que se haya escrito en nuestro idioma sobre el paso avasallador del “progreso”. El texto narra la historia de un niño que vive en Chocó, que camina cinco horas diarias para ir y volver a su escuela. ¿El objetivo? Ser maestro como su padre, una profesión desde la que verá su historia repetirse en otros niños.

Salcedo Ramos, maestro de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo (FNPI) y ganador del Premio Ortega y Gasset de Periodismo, y un contador de historias nato, afirmó en una entrevista que “el periodismo se hace con la suela de los zapatos. Si uno camina ve más realidad que si se queda en la sala de redacción leyendo la cuenta de Twitter de los famosos o jugando Candy Crush”.

Alberto Salcedo recuerda con esta declaración lo dicho por Gabriel García Márquez, quien decía que una cosa es querer ser escritor y otra, escribir.

Los ángeles de Lupe Pintor es un referente para todos los interesados no sólo en el periodismo sino también en la literatura, esos lados de la moneda que en su giro al aire nos describen la vida, en ocasiones pícara, en ocasiones melancólica, dolorosa; a veces luminosa, a veces opaca, conmovedora, herida, sobreviviente.

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