Fotografía: Katia Fernández / EsImagen

Algunas causas y efectos con perspectiva de género en tiempos de Covid-19

En ESPECIALES Brahim Zamora / Odesyr

El texto se publicó originalmente en la página del OVIGEM,

y se reproduce aquí con su autoriación

Una de las frases que más escuchamos en estos días de contingencia en los medios de comunicación es: “entre todos nos cuidamos”, una idea poderosa en una época en que el individualismo era la actitud rampante… hasta la crisis.

Sin embargo, ese “entre todos” -que pretende incluir a mujeres y hombres- no está hablando de lo mismo para todas las personas según nuestro género. Si bien se refiere a la idea de no salir de casa o de mantener la sana distancia, como prácticas generalizadas y adecuadas de prevención, la idea de los cuidados debe desmenuzarse, porque la amenaza no solo habita en el Covid-19.

El virus ha irrumpido en nuestra vida cotidiana para transformarla y exhibir las diversas crisis por las que nuestro país pasa y ahora se recrudecen. Una de ellas es la de la desigualdad de género.

Fotografía: Jafet Moz

Ya se ha hablado en diversos espacios sobre el papel de las mujeres desde diferentes ámbitos: del personal médico en hospitales, 40% son médicas y un 80%, enfermeras, según declaró Nadine Gassman, directora del Inmujeres.

El presidente López Obrador también habló del tema el pasado 27 de marzo, cuando trascendieron dos de sus frases: “la familia es la institución de seguridad social más importante” y “… ¿quién cuida de acuerdo a nuestras costumbres, a nuestras culturas, a los adultos mayores? pues las hijas (…) por lo general las mujeres cuidan a  los papás, los hombres somos más desprendidos”, ponderando los roles tradicionales y la feminización de los cuidados para hacer frente a la contingencia.

La mayoría de la cobertura mediática olvidó lo otro aspecto que mencionó: “… pero yo espero que ellos ya para entonces empiecen a cambiar y que ya en el nuevo concepto, en el nuevo rol, las nuevas prácticas, así como hay amas de casa, hay amos de casa, y que también los hombres cuiden a sus papás, a sus mamás”, refiriéndose a la participación activa de los hombres en los cuidados.

Otra postura desde el gobierno federal que no se ha abordado adecuadamente por los medios de comunicación en general, salvo sus siempre honrosas excepciones, es la discusión sobre la violencia en el hogar: las denuncias durante marzo aumentaron, lo que era de esperarse, pues el fenómeno del confinamiento exacerba el riesgo de las mujeres al convivir durante muchas más horas al día con sus agresores e, incluso, ha creado una estrategia nacional a través del 911 para atender específicamente las denuncias en el tema.

A pesar de que el complejo fenómeno de la violencia en general desapareció de los titulares, se mantiene en el país como una constante. Aquí se puede descargar una herramienta de Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) para reflexionar en torno a los impactos del Covid-19 con perspectiva de género.

Un ejemplo de cómo los medios pueden ayudar desde su trinchera: Manatí publicó una guía de recursos para la atención de mujeres en situación de violencia e, incluso, de apoyo psicológico a hombres que pueden cometerla.

VARONES ANTE EL COVID

Pero ¿cuál tendría que ser el papel de los varones en ese “entre todos nos cuidamos” tan insistente? Aquí es pertinente revisar qué está pasando con la salud de los hombres.

Es parte de una realidad cultural que los varones no ponemos atención a nuestro propio cuidado en cuanto a salud: cometemos excesos, descuidos o nos ponemos cotidianamente en riesgo, como parte de un cumplimiento de los mandatos masculinos de género.

Esa realidad se ve de frente a la epidemia, si bien pareciera que en los datos globales que mujeres y hombres se ven cerca en el número de contagios, los números arrojan que ellos mueren más. Esto no solo responde a un aspecto fisiológico del sistema inmune, sino que -como mencionaba- las prácticas de riesgo suelen mermar la salud de los varones muchísimo más: somos quienes más fumamos, quienes morimos más de eventos cardiovasculares, y quienes presentamos mayor tasa de diabetes.

Pero esos datos necesitan contexto: los varones solemos desatender estos males y seguimos colocando la responsabilidad de nuestro cuidado en las mujeres de nuestras familias y ahora nos está matando el virus por la comorbilidad (concepto que se refiere a la presencia de uno o más trastornos además de la enfermedad o trastorno primario), más que por sí mismo. Es decir, se encontraron dos epidemias en un mismo territorio: el cuerpo de los varones.

Entre los muchos paradigmas que se están rompiendo frente a estos cambios en la realidad -que permiten mirar muchísimas fracturas en los sistemas de relaciones humanas, el Estado y los medios- es dejar de reforzar el mensaje de que las mujeres son las cuidadoras y empezar a ponderar el autocuidado masculino, el fortalecimiento del deber de los hombres por disminuir nuestras prácticas de riesgo y participar más activamente en la salud familiar y comunitaria, siendo esta participación productora de bienestar y no de violencia.

Los aprendizajes que esta experiencia nos está dejando invitan a cambiar el mundo como lo conocemos, ello implica movernos de donde estamos y aprender a “cuidarnos entre todos (y todas)”, es decir, cuidar a la gente del vecindario sobre la violencia que viven; cuidar a las chicas y los chicos en su salud integral -incluida la emocional-, y cuidarnos los hombres, conectar con las emociones más soterradas para ponerlas al frente, reconocernos vulnerables frente al virus, reconocer nuestras prácticas y, desde ahí, cambiar.

Esta discusión se tiene que dar.

El autor es coordinador del Área de Desarrollo Institucional del

Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos.

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