Fotografía: Mariana Sánchez

Un deseo lúdico de imitación

En ESPECIALES Mariana Sánchez

Un día se puso de moda “ser señora”, y fue entonces que me di cuenta que yo ya era una.

Hace tiempo escribí que era una adultish, que no terminaba de crecer ni de ser una persona tan adultamente responsable, pequeñas nimiedades que me mantiene con un poco de Peter Pan. Hay algo innegable: ya soy una señora, mis 35 años no me dejan mentir.

Pero no sólo yo, de repente una generación se convirtió en señora, y no solamente eso, sino que nos convertimos en nuestras madres.

¿Mi teoría? Antes, nuestras mamás, abuelas, suegras, tías y demás, se casaban (mucho más jóvenes) y casi luego luego, tenían hijos, y ahí inmediatamente perdían la juventud y se convertían en señoras: aprendían a cocinar, se sabían los secretos de las plantas, conocían todos los remedios contra todos los males. ¡Vaya! Pinterest les tendría envidia con todos los hacks y DIY que todas nuestras señoras saben hacer. ¡Pero oh, la juventud! Si bien viene con la edad, también es una trampa. Te dicen que puedes hacer todo, que te puedes comer el mundo de un bocado, que viajes, eches fiesta, que te desveles hasta altas horas de la madrugada, que te cuides pero no tanto, ya vendrán los años para tener que hacerlo por ti. Pero nada le gana a la sabiduría, a la voz de la razón, a la misma vida vivida, a eso que ya casi nadie te puede venir a contar porque ya lo aprendiste y eso está mejor.

Fotografía: Mariana Sánchez

Siempre he marchado al son de mi propio ritmo, he hecho las cosas al revés, a mis tiempos, unas completas y otras sin terminar para siempre. La madurez no me llegó sabiendo hacer arroz, ni sabiendo las bondades del vinagre para usos domésticos, sino haciendo lo que se me da la gana. No siempre he triunfado, pero hoy por hoy te puedo decir: “hazme caso, ya me pasó…” Y es que nadie aprende en cabeza ajena, porque sabes que tienes que vivirlo para llegar a ser señora.

Ser señora -o señor, porque también aplica en los hombres- es encontrar una manta de seguridad en todas las cosas que tu madre -o padre- hacían y los veías como estas personas grandiosas que saben tanto y que te faltaba demasiado para llegar ahí, es una forma de tejernos un hogar para nosotros mismos.

Justo en esta cuarentena lavar los trastes se ha vuelto una cosa de todos los días porque odiamos ver la cocina tirada, encontrarte entre semana o el fin de semana haciendo el jardín, buscando quitarle hojas secas a las plantas, sacando piecitos de una para darle paso a otras para crecer, regar muy temprano o cuando baje el sol porque si no quemas el pasto; remendar botones u hoyitos que tiene tu ropa, querer ir al mercado el domingo a comprar fruta, verdura, queso y flores, son cosas que les aprendí a mis padres cuando ellos ya eran señores, y seguro me faltan muchas más por hacer y aprender. Y sé que suena a básicos de supervivencia, pero no se crean se necesita talento para escoger aguacates.

Cuando me casé, tenía 28 años, y cuando escuchaba que me decían “señora” me daba una punzada en la panza, como si se me estuviera escurriendo los años, y obvio con cero skills para serlo. Siempre contestaba: “Señora, mi suegra y mi mamá”. Y ahora, aunque todavía siento la edad que se me viene encima me gusta poseerme como una mujer más completa, que sabe un poco más, y sobre todo, lo que quiere y lo que no.

¿Ustedes? ¿Les llegó la “señitud” desde antes? ¿O todavía les cuelga mucho para eso?

Mariana Sánchez es bloggera y escribe sobre estilo de vida, comida y moda.

Es digital marketing manager en Monstruo Canela.

Twitter: marianasanlop

Instagram: marianaconeja

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