Imagen: Leviatán

Salud mental y exigencia académica

En ESPECIALES A. Juárez

La explotación académica tiene mucha relación con el tema de salud mental, solo que no es un tema hablado o de alguna manera irrelevante para las instituciones. Hablo desde lo personal, porque como estudiante de alto rendimiento en preparatoria llegué a la orilla de mis emociones y las múltiples cosas que tenía que hacer solo para mantener una buena calificación y un buen promedio. Me sentía abrumada completamente, pues no sabía cómo sobrellevar tantas sensaciones en un sólo instante.

Ahora, después de haber pasado tantos malos momentos, creo firmemente que ya es tiempo de que las instituciones escolares comiencen a tomar en cuenta nuestra opinión y nuestra salud mental. No somos máquinas de estudio, somos humanos que también se agotan y tienen límites. Esta presión puede llevarnos al colapso. Prepa UPAEP y muchas otras instituciones privadas o públicas nos exigen llegar al límite sin pensar en las consecuencias.

La educación nos ha vendido la idea que “hay que sufrir para prosperar”. Cuando no tenemos éxito pensamos que lo hemos hecho mal. En búsqueda de metas cada vez más imposibles sacrificamos cosas que de verdad nos gustan y nuestra vida personal. Llegamos a la orilla de nuestros sentimientos y explotamos cuando ya no podemos más.

Aprender a escuchar

Las buena notas no lo son todo en la vida de un adolescente, sin embargo, el sistema nos ha hecho pensar que necesariamente tenemos que cumplir con un grado de expectativa académica para que nosotros, como jóvenes, seamos plenos y completos con nosotros mismos. Sin embargo, nadie se preocupa por nuestra salud mental. Las comunidades educativas dejan de lado este tema porque es un tabú. Muchos no creen que un joven pueda tener desórdenes emocionales que lo lleven al extremo de querer suicidarse o lastimar a otros. Los adolescentes vivimos con nuestros propios miedos todos los días, por ejemplo, no saber qué hacer con nuestro futuro, no tener la más mínima idea de lo que pasa a nuestro alrededor. También sufrimos ansiedad, depresión, trastornos alimenticios, problemas en el círculo familiar, entre muchos otros.

Nos llaman inexpertos, pero de alguna manera la brecha generacional nos ha enseñado que los más jóvenes –al contrario de la gente adulta– expresamos con más facilidad lo que sentimos. A pesar de eso, existen personas como nuestros mismos padres y sistemas escolares que minimizan lo que nos pasa. ¿En quién nos apoyamos? ¿Quién va a ser nuestro soporte emocional si hay veces en que nuestros padres no toman en serio lo que nos pasa?

Las escuelas deberían ser autocríticas con fenómenos como la explotación académica y preocuparse por el desarrollo de los estudiantes lejos de moldes rígidos. Propongo algunas soluciones para que la salud mental de los jóvenes comience a mejorar y tengamos un buen rendimiento sin abuso psicológico. Una de ellas es aplicar líneas de ayuda tanto a estudiantes como maestros y todo el personal educativo. También se podría brindar apoyo de psicólogos altamente capacitados para toda la comunidad estudiantil y ofrecer conferencias sobre educación emocional y cómo trabajarla. Si tomamos en serio este problema podremos prevenir el desgaste de los alumnos y futuras tragedias.

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