Fotografía: José Luis Prado

Todo el tiempo soy otras: Didí Gutiérrez

En NACIONAL José Luis Prado
  • La escritora se convierte en otras en Las elegantes
  • Sentido del humor como puerta de entrada a lo bello y complicado

PUEBLA, MÉXICO.- Son las 12:00 horas y, antes de ingresar al recinto que este año alberga a la Feria Nacional del Libro (Fenali), la cual ha regresado al edificio Carolino, espero sin presión del tiempo —ya que la pandemia ha hecho notar cómo es que ahora se deslizan los minutos— a Didí Gutiérrez para conversar antes de que presente Las elegantes, libro aparecido bajo el sello editorial de Paraíso Perdido y que estuvo guardado diez años por su autora. Escucho una breve alerta que anuncia un mensaje, mientras a mi lado pasa, sin verme, Didí. Pienso en la doble invisibilidad, la que producen los cubrebocas y aquella que todavía sufre buena parte de la literatura escrita por mujeres.

Caminamos hacia un café para charlar sobre su libro. En este momento es difícil hallar un lugar donde exista un poco de silencio. Cruzamos la calle y entramos a una cafetería. Una vez sentados a la mesa y tratando de abstraernos debido al ruido de una rueda de prensa, Didí Gutiérrez compartió en entrevista para LEVIATÁN que hubo un tiempo —mientras escribía un libro de cuentos— en el que la única forma en que podía hacerlo era moverse, salir a caminar o correr para llegar a la computadora o al papel a vaciar todo el contenido que se había agitado en su interior.

“Antes de sentarme a escribir necesito tener una disposición corporal muy específica: necesito moverme. Yo sí creo que la escritura es cuerpo, y la forma en que se me ocurría pensarlo fue hacerlo con una analogía a partir del ritmo. La música trance ocurre de manera muy veloz, intensa y sostenida, no suelta, no se detiene, se agita, así considero que es el cuento, es como un momento en el que se sacude absolutamente todo; por otro lado, la novela es una especie de vals, transcurre en un tempo más extendido en el que el cuerpo adopta otra postura, otra disposición: para mí la literatura es tiempo”, aseguró.

Fotografía: José Luis Prado

MÉTODO DE ESCRITURA

De un momento a otro llegan las bebidas: un capuchino que siempre conforta y una taza de americano que permite cierta concentración. La editora del fanzine Pinche chica chic escribió un libro muy arriesgado en donde pone en juego toda una idea de la ficción que, de cierto modo, afecta la realidad, algo así como ficción especulativa, ya que le propone al lector, en un sentido, ir a buscar la tradición de Las elegantes. La escritora dijo que este proyecto fue un proceso de aprendizaje en donde pudo echar a andar un universo narrativo, el cual cruza diversos géneros como el cuento, el manifiesto y la antología.

“Yo creo que los creadores estamos descubriendo en todo momento el método de nuestra producción. Cuando comencé la construcción de Las elegantes —hace como diez años— yo no sabía prácticamente nada de literatura, era muy lectora pero no había ejecutado nada. Cuando me enfrenté a este trabajo fue por la obtención de una beca, la cual, me parece, es una cuestión increíble para aprender a escribir. ¡Bueno!, había escrito cosas muy incipientes en la Sogem pero mi carrera comenzó a los veinticinco años, así que me pareció una buena oportunidad para empezar a escribir porque no sabía de los géneros. Pero en esa posibilidad, o ignorancia, había una oportunidad de que todo cupiera en un libro, entonces yo veo ese universo como los festivales de música, en donde puedes meter distintos géneros musicales”.

DISCURSO FEMINISTA

Didí toma su taza de capuchino y alcanza a observar detrás de la ventana que da a Palafox y Mendoza, calle que ha sido paso en distintas marchas feministas y que sirve claramente como lienzo de cada una de las demandas. Sobre el discurso feminista en su trabajo acotó que no le gusta ser panfletaria, sino ocupar la imaginación para ubicarse en su medio y su postura, y a través de su obra dejar un comentario más allá de gritar a los cuatro vientos que es feminista.

“El trabajo en conjunto y colectivo femenino creo que ha sido, de alguna forma, devaluado, nos hacen pensar que estamos solas, que no podemos, para mí era muy importante acompañarme de otras como yo, no sólo cuando empiezas sino a lo largo del tiempo tienes la necesidad de que alguien esté contigo y qué mejor que tus amigas. Para mí, Las elegantes fueron mis primeras amigas de la literatura, además de las otras que ya conocía. Me interesaba poner el trabajo en colectivo en el centro y contraponerlo con la idea tradicional del escritor que trabaja solo en su guardilla atormentado, en Las elegantes, las mujeres querían ser famosas, trascender en el tiempo, querían comer rico, expandirse, utilizar el tema del cuerpo para decir acá estoy, en realidad no es que me invisibilice, estoy acá con todo el peso que tengo en la literatura y en la vida; ellas hablan de comerse a sus antecesores y regurgitar algo que ya ha pasado por ellas porque ya estaban ahí desde antes”.

Actualmente, algunos grupos feministas han leído su libro y creen en la existencia de Las elegantes, pareciera que había, en los ochenta y aun todavía, una necesidad de que viviera un grupo como el de sus personajes, quienes gozaban, escribían y ejercían su creatividad, en medio de un contexto masculino.

Las Elegantes

DISLOCACIÓN DE LA AUTORA

Las elegantes, dispositivo o artefacto plagado de humor, nos plantea un dislocamiento de la figura del autor, en la contraportada el escritor Mario Bellatin dice: “Nada es cierto, todo es cierto si indagamos acerca de Las Elegantes. Lo que en definitiva no es verdad es que muriera cada una por su lado. La muerte las tomó a todas juntas. Gordas y con ganas de divertirse, en un after en el local Invernadero. Fallecieron a punto de irse cada quien, a esa hora de la mañana, a su casa. Murieron en pleno goce. Y esa mañana murió igualmente lo que hubiera sido un camino de renovación en la escritura mexicana”, con esta idea la narradora se coloca como un canal por el que atraviesan diez autoras distintas con estilos diferentes.

Yo creo que hoy en día la figura del autor ocupa un lugar muy preponderante y yo, al no evadirlo, pero sí al firmar mi libro como antologadora, me interesé más en la idea de que la autora es un canal y entender que nosotras como escritoras somos muchas a la vez. No es Didí Gutiérrez la que está escribiendo sino Lola Herrera, Julia Méndez, esta especie de manifestaciones que uno tiene cuando escribe sus personajes, los cuales acompañan todo el tiempo en esa danza que para mí es la escritura. Hay una poeta norteamericana llamada Lizzie Doten que se consideraba una médium a través de la cual los espíritus de escritores ya fallecidos como William Shakespeare, Robert Burns, Edgar Allan Poe o Felicia Hemans le dictaban sus versos, probablemente no es que ella fuera una médium, sino que absorbió la influencia de todo lo que como autores nosotros tenemos, somos el medio por el cual pasan todas esas voces, a mí no me encanta que sepan que soy Didí, sino que todo el tiempo soy otras. Para mí no es que el autor haya muerto, pero sí creo que ocupa un lugar de lado, se movió de lugar, se movió del centro, el autor existe, pero somos producto de nuestras influencias, de nuestras generaciones pasadas”.

HUMOR EN SU OBRA

El tiempo comienza a tomar importancia, son cerca de las 13 horas y Didí debe presentarse en el Salón Barroco. Intento advertirle, pero seguimos conversando, esta vez acerca del sentido del humor en su trabajo, sobre el cual Didí recordó que han sido algunas de sus amigas las que han comentado que debería explotar sus dotes de comicidad.

“Uno no sabe, más bien es cuando la gente comienza a decirte ‘oye, eres muy chistosa, porque tus comentarios son simpáticos o raros’. Para mí, el sentido del humor ha sido un arma sustancial, muy importante en mi devenir, no hay mejor estrategia para entender o reflexionar acerca de una situación específica. A la gente, si le planteas algo demasiado solemne no puede acceder a él y el humor es una puerta de entrada a lo bello y lo complicado.

“Me interesa, sobre todo, la tradición inglesa como la de Evelyn Waugh o Lytton Strachey que rompieron con la idea del pastelazo y que desmitifican o develan que en la solemnidad siempre hay un resquicio donde cabe lo ridículo: el extremo se toca. En mi producción literaria me interesa tener ese toque.

“En el caso de este libro quería que hubiera este rasgo humorístico porque me ha ayudado a mostrar lo absurdo y lo ridículo de la vida, mi afán no era engañar con la antología, si alguien observa el libro se dará cuenta que está publicado en una colección muy específica, que es la de cuento, no es ensayo, la propia editorial tiene su colección de antologías y ahí no está; no es porque todos tengan que verlo, pero sí me interesaba que existieran elementos que de alguna forma te sacaran de la verosimilitud y mover el género, la antología, per se, se ha creído que es algo real, nunca se ha puesto en duda que sea un género ficticio, pero en general mover las cosas de su sitio original da resultados extraños”, concluyó

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