“El principito”, fuente de inspiración para lenguas originarias

En CAMALEONES Magdiel Olano

MÉXICO.- Casi 300 idiomas y más de 140 millones de copias después, hoy la novela francesa Le Petit Prince (El Principito) de Antoine de Saint-Exupéry, cumple 77 años de haber sido publicada por primera vez, una de las obras más leídas de la historia de la lengua.

El 6 de abril de 1943 fue publicada esta obra de la literatura moderna, que a pesar de ser una novela corta para niños es también amada por adultos por las reflexiones que comparte y al recuperar valores universales de la humanidad.

Ha sido adaptado a obras de teatro, cine, series animada, el ballet, la ópera; por su carácter sintáctico resulta muy asequible, una razón más por la que se se ha traducido a tantos idiomas.

En sus primeros 77 años de vida, hacemos un recuento de algunas de las versiones que se han hecho de esta obra en diversidad de idiomas, dialectos y curiosamente a lenguas muertas y de ficción. Desde lenguas originarias de México y sudamérica como el totonaco, otomí, tsotsil y náhuatl, hasta raras versiones en sánscrito, jeroglífico, morse e incluso en el alfabeto de La guerra de las galaxias.

LA HISTORIA EN LENGUAS ORIGINARIAS
Más allá de las traducciones al alemán, inglés, árabe o chino, se han hecho numerosas traducciones a lenguas “minoritarias” y dialectos de al rededor del mundo y, para nuestro interés, de México.

La primera traducción al español la hizo el escritor Bonifacio del Carril y se editó en Argentina en 1951, a partir de la cual siguieron muchas más. En 1956 se publicó en México bajo el nombre de El pequeño Príncipe traducido por José María Francés.

La lingüista Ana Kondik lo tradujo al tének o huasteco; Raymundo Isidro Alavez al hñähñu u otomí, lengua hablada por habitantes de Hidalgo, México, Guanajuato, Querétaro y Puebla, bajo el nombre de Ra zi ts’unt’u dägandä (El muchachito gran jefe); sin dejar de lado la versión de Refugio Miranda San Román al náhuatl.

Destaca que un profesor poblano de la Sierra Norte, Pedro Pérez Luna, hizo la traducción al totonaco, Waxa’aktsúPúxku, lo que lo convirtió en el primer traductor  de la famosa obra literaria en esta lengua. Existe también la versión Ch’in Ajvalil, cargo del poeta Xun Betan, en tsotsil , una lengua originaria del sureste mexicano que cuenta con dibujos inspirados en la civilización maya.

Otras lenguas de pueblos sudamericanos a los que se ha traducido es el aymara, del altiplano andino de Bolivia, Perú y Chile bajo el título de Pririnsipi Wawa; por la traducción de Lydia Cornejo al quechua, hablado en una parte de Bolivia, Perú, Chile, Ecuador, Colombia y Argentina; además del maya peninsular, el kaqchikel de Guatemala y el toba del norte argentino.

EL PRINCIPITO REVIVE LENGUAS MUERTAS
Con la iniciativa del filologo Walter Sauer, un apasionado de la lengua y defensor del uso y conservación de lenguajes minoritarios, la editorial alemana Tintenfass ha logrado innumerables y extraordinarias traducciones a idiomas poco comunes o lenguas muertas.

Loreto Igrexas explica en la revista Jot Down que algunos de ellos son del ladino, idioma que aún hablan los judíos sefarditas repartidos por el mundo (El princhipiko); el sánscrito, hoy lengua litúrgica del hinduismo, jainismo y budismo (Kaniyaan RaajakumaaraH); además de una traducción al jeroglífico clásico, el idioma esculpido en piedra en las tumbas de los faraones y pintado en las cámaras funerarias de las pirámides.

Sorprendentemente los hijos de Sauer incorporaron a la editorial una traducción del libro publicado en inglés pero transcrito con el alfabeto Aurebesh, el sistema de escritura de La guerra de las galaxias, del mundo de fantasía de George Lucas.

Uno más que se suma a esta extravagante lista es la de El Principito en morse: “•−•• • / •−−• • − •• − / •−−• •−• •• −• −•−• •”, traducido del francés original con el título Le Petit Prince.

La historia de aquel aviador que parte de su asteroide a una travesía por el universo para descubrir la extraña forma en que los adultos ven la vida, demuestra que más allá de las diferencias lingüísticas, está la esencia de la vida.

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