MÉXICO.- “No es el proyecto de vida que nos hubiésemos imaginado, ni siquiera el que hubiéramos querido, Creo que nadie tiene la idea de fundar un colectivo, pero es a raíz de la desaparición de un ser querido que se da”. Así narró María Luisa Núñez el origen del colectivo Voz de los Desaparecidos en Puebla, que ella fundó en abril de 2017, en el conversatorio “Desapariciones en México (1965 y 2023): historias de lucha frente a la impunidad” celebrado en la IBERO Puebla.
Su origen es similar a la de su grupo hermano, también presente en el conversatorio, Familiares Caminando por Justicia de Michoacán, cofundado por Laura Medina y Fabiola Rayas durante 2015, en medio del auge de la desaparición forzada en el estado a causa de la llamada “guerra contra las drogas”.
Ambos colectivos reúnen en sus historias elementos que acercan a la sociedad a comprender el fenómeno de la desaparición en México desde el rostro de quienes buscan, y que organismos como la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia en México, del que es comisionado David Fernández Dávalos, SJ, siguen de cerca para encontrar el origen de una práctica violenta como esta.
“La desaparición es el peor de los delitos, la peor de las desgracias que le puede ocurrir a una persona, a una familia”. Estas palabras de María Luisa reflejan una realidad que encuentra su origen en el ejército, y que desde el principio fue un recurso usado para deshumanizar, torturar y borrar a quienes se consideraban el enemigo, ese que hoy nadie sabe quién es o de qué lado está.
Fernández Dávalos explicó que la práctica de la desaparición forzada surgió como una táctica de las Fuerzas Armadas para obtener información a quienes se oponían a las prácticas autoritarias del gobierno en la década de los sesenta. Después se combinó con tortura, y finalmente con técnicas de aniquilación que fueron heredadas por el crimen organizado en uno de los carteles más sanguinarios: Los Zetas, conformado por desertores del Ejército mexicano.
“La técnica de la desaparición forzada junto con la tortura se transfirió al crimen organizado. Es decir, hubo un contagio del Ejército al crimen organizado. Pero el intercambio entre el crimen organizado y el ejército ha continuado hasta el presente”, explicó.
Este contexto es necesario para comprender la urgencia con la cual las leyes mexicanas deben reformularse para garantizar la búsqueda de personas desaparecidas, y que desde los colectivos de familiares se ha tenido que subsanar la falta de voluntad política que persiste para encontrar a los más de 100,000 desaparecidos que hay en el país.
“Dignificando la memoria”, dar voz a los desaparecidos en Puebla y EdoMex
Colectivos de búsqueda, de denuncia y de acompañamiento psicológico y jurídico han sido los principales faros de esperanza para aquellos que han perdido a alguien, y que no ven una respuesta inmediata o siquiera eficiente desde las autoridades para encontrarles. Desde Familiares Caminando por Justicia, colectivo artífice de la exposición Caminar el cuerpo desaparecido, el arte también ha sido otra forma de denunciar y visibilizar el dolor de la pérdida, que después de un tiempo “se come con mucho coraje y mucho corazón”, dijo María Luisa.
Para los colectivos, el ejercicio de la memoria es una actividad clave del día a día, como lo explicó la artista Fabiola Rayas: “Le debemos el ejercicio social de la memoria a las y los desaparecidos y sus familias, por eso es que este tipo de trabajos llevan ese camino y esa búsqueda junto con los familiares y para los familiares”.
“Nos ha tocado picar piedra en todos nuestros estados y desgraciadamente bajo las mismas problemáticas y con los mismos resultados: la omisión del estado, indiferencia, insensibilidad de los funcionarios públicos. Pero finalmente, ha sido la misma fuerza de las compañeras que estamos dentro de estos colectivos para seguir la lucha de la verdad y la justicia”, complementó Laura Medina.
La incertidumbre y la rabia transmutan en acción colectiva, que busca como fin último que en México no haya más sillas vacías en ningún hogar. Concluyó Laura Medina: “Es muy utópico pensarlo cuando tienes tres familiares desaparecidos y han pasado diez, doce, quince años, pero apostamos a eso, y de menos, hemos sembrado conciencia en las nuevas generaciones”.