MÉXICO.- Caracterizado por difundir la corriente plástica del dandismo y ser parte de la Generación de la Ruptura, el artista veracruzano José García Ocejo (1928-2019) realizó un trabajo artístico con temática erótica y libresca, el cual también formaba parte de una prolongación del romanticismo.
A cinco años del fallecimiento de este destacado exponente del arte plástico (18 de enero de 2019), se reconoce la labor realizada por García Ocejo, quien desafió las normas con su arte revolucionario y generó la posibilidad de una ruptura con la tendencia dominante.
Exhibió sus obras en tres ocasiones en el Palacio de Bellas Artes, además de presentarse en los museos José Luis Cuevas, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el Museo Mural Diego Rivera, Mexican Cultural Institute en Washington y Kaigado Gallery de Japón.
Obtuvo diversos reconocimientos a lo largo de su trayectoria, entre los que se encuentran el Premio Nacional de Arte, en 1978. La UNAM le otorgó el Premio Nacional de Universitario Distinguido, en 1982; además, formó parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte en 1993 y 1997.
Se trata además de un pintor que rechazó lo establecido, nunca se doblegó a las tendencias dominantes o a las búsquedas que podían considerar una única vertiente, buscando ser siempre fiel a sus principios y personalidad, caracterizada por su nobleza, generosidad y contundencia.
La hija del pintor, Mercedes García, durante el homenaje luctuoso que se le rindió a su padre en 2019, en el Museo de Arte Moderno (MAM), señaló que José García Ocejo trató de ser siempre el mismo, con los elementos que disponía.
“Era un caballero, un dandi, un enamorado de la elegancia, de la perfección, era un hombre profundamente espiritual, a su manera, y su manera era la de los grandes artistas, el romanticismo, los griegos, los grandes pensadores y el humanismo per se. Entendió la bondad desde un punto de vista filosófico, profundo y quiso ser bondadoso a través de su pintura”.
En 1946, García Ocejo ingresó a la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a petición de sus padres, aunque el joven pintor prefería el arte; en 1947 Diego Rivera adquirió dos de sus dibujos y fue así como empezó a frecuentar el taller del renombrado muralista, quien reconocía su trabajo.
Apoyado por una beca, amplió sus conocimientos en España y en 1964 realizó estudios en la Sommer Academie, con Oskar Kokoschka, en Salzburgo, Austria.