MÉXICO.- La liga de futbol femenil de Emiliano Zapata, en Morelos, juega cada domingo en un antiguo campo de arroz reconvertido en cancha de futbol. Muchas de las mujeres que acuden a ella lo hacen incluso en los días en que, por calendario, no les correspondería jugar con sus equipos.
Y es que la liga, una de las mejor posicionadas en dicho estado, no solo es un espacio en el que más de 300 mujeres, de entre 14 y 60 años, practican deporte, también les brinda bienestar psicológico y emocional, sin mencionar los vínculos creados en esa convivencia que las ayuda a encontrar oportunidades de trabajo y, en algunos casos, a formar relaciones afectivas con otras mujeres.
La investigadora del Centro INAH Morelos, Tania Ramírez Rocha, quien ha seguido la actividad de esta liga desde hace más de 10 años, indica que la palabra ‘futbolera’, con la que se identifica a las profesoras, taxistas, enfermeras, amas de casa o comunicadoras que participan en los partidos, “se vincula con el gusto de jugar, ver jugar y poseer conocimientos en torno a este deporte, sin que sea su actividad laboral”.
Tal distinción se toma con relación al vocablo ‘futbolista’, el cual incluso a nivel amateur, como el de la citada liga morelense, implica una serie de contrastes entre las divisiones femeniles y varoniles.
Uno de ellos, indica la antropóloga social, quien abordó las historias de vida de algunas de las futboleras como parte de su tesis de maestría, es que las mujeres pagan por partido jugado, lo que no sucede con las ligas varoniles, donde se manejan modestos sueldos para sus integrantes de aproximadamente 200 pesos por juego.
Además, para los propietarios de los terrenos donde se juega, llamados ‘cancheros’, y para los árbitros resulta más lucrativo dar cabida y dirigir, respectivamente, un partido varonil; lo que explica por qué los 18 equipos femeniles de “Emiliano Zapata” –8 en la liga Premier y 10 en la Segunda– juegan semanalmente en una misma cancha.
La práctica del futbol se convierte además en una forma de “sortear o ignorar las dificultades que muchas de ellas han enfrentado por el solo hecho de ser mujeres” en este ámbito deportivo, indica la antropóloga al citar en el artículo ‘Futboleras de Morelos’, publicado en la revista El Tlacuache (2018), del Centro INAH Morelos, donde relata cómo muchas de las jugadoras han sido discriminadas o calificadas peyorativamente.
El caso de Manola, de 30 años, es ilustrativo en este sentido, pues ella narra cómo un hombre, vecino de su comunidad, reconocía por un lado su talento para el juego, pero al mismo tiempo la discriminaba, refiriéndose a ella en masculino al llamarla ‘Manolito’.
La observación realizada por la investigadora identificó diversos planos, nombrados por las futboleras, en los que aquellas que así lo quieren, rompen con la heteronormatividad y logran alejarse de calificativos o estereotipos externos.
Uno de esos planos, evocado cuando una jugadora refiere que otra ‘es así’, alude a la intención de no encasillar o calificar las preferencias sexuales de sus compañeras.
“El ‘así’ –concluye la antropóloga– es una manera de no nombrar al ejercicio de una sexualidad distinta a la heterosexualidad, sin recurrir al uso de las palabras ‘lesbiana’, ‘lencha’ o ‘machorra’”.