MÉXICO.- “Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”, confesó San Agustín cuando disertaba sobre el tiempo. Justo así, al más puro estilo del filósofo cristiano fue como los escritores Javier Ibarra y Mario Paniagua discutieron sobre lo “ñero”.
Y es que a su decir, la definición que dicta el diccionario –adjetivo despectivo que define a aquello vulgar o grotesco– se queda corta para referir un término por demás apropiado por los mexicanos y utilizado no sólo para calificar a alguien, sino para describir situaciones y actitudes que van desde el habla meramente “chilanga” hasta la forma de de escribir de consagrados pensadores que aparentemente nada tendrían que ver con lo “ñero”.
Este jueves desde la Pulquería Insurgentes de la Ciudad de México, acompañados por una audiencia presencial y virtual, los escritores charlaron en la conferencia “Crónica ñera”, que formó parte del Primer Encuentro Intergaláctico de Nueva Crónica Mexicana que organizó la editorial Producciones El Salario del Miedo.
El autor Javier Ibarra, merecedor de una Mención Honorífica en el Premio Nacional de Periodismo Gonzo que promueve la referida editorial, consideró que lo “ñero” está relacionado a ciertas terminaciones del habla coloquial que tienen una larga tradición de siglos en México.
“Se me hace como una partición de lo que es esta cosa tan apestosamente a perfume que conocemos como ‘el buen gusto’, porque tenemos esa educación bien montada de ‘hablar correctamente’. Pero ¿qué es hablar correctamente?, una palabra no vale más que otra, o no hay buenas ni malas palabras”.
Ibarra recordó escritores que echaron mano del recurso coloquial para integrar a sus textos, como la tan famosa narración “Rinconete y Cortadillo” de Miguel de Cervantes, o escritos del poeta y dramaturgo Víctor Hugo.
“Era reflejar ese lenguaje cotidiano, ese lenguaje coloquial que se llevaba en las calles (…). Eso se empieza a recoger desde siempre, parece oro bruto, nuestras palabras tienen un peso y una razón, y cuando nosotras las decimos en crudo no es porque las estamos pensando o repensando, simplemente expresarnos para movernos y poder subsistir dentro de ciertos pedos”.
El autor de Una tragedia en tres acordes coincidió con Mario Paniagua en que lo “ñero” se toma como un concepto para calificar al desfavorecido, término parecido al naco, ambos términos despectivos y clasistas.
En ese sentido, negó que fuera una palabra exclusiva a la forma de hablar, vestir y actuar de los habitantes marginados de la Ciudad e México, coloquialmente llamados “chilangos”, pues tan subjetivo es que podrían reconocerse rasgos de lo “ñero” en otras estratos sociales:
“A mí vulgar y grotesco a veces se me hacen las crónicas de Elena Poniatowska, son groseras. Ha sacado unas de que ella es como si fuera una princesa perdida como si fuera Anastasia. Eso en un país como México se me hace de mal gusto. O que te falten al respeto como lector, como lo hacen Juan Villoro o (Martín) Caparrós”.
El poeta y cronista Mario Paniagua, licenciado en creación literaria, quien ha publicado en revistas y suplementos culturales, consideró que dentro del género de la crónica hace falta contar historias ñeras lejos de Tepito, un barrio de la CDMX reconocido por su criminalidad.
“Creo que esta connotación tiene que ver con nuestra idiosincrasia clasista, racista (…), tiene que ver con este trasfondo social en el que estamos parados, porque no sólo es el folclor , atrás hay una pobreza extrema y no sólo económica”, completó Javier Ibarra.