Historia de un vendedor de frutas

En PUEBLA Magdiel Olano

PUEBLA, MÉXICO.- Llega la Nochebuena y todomundo ya está listo para la cena de Navidad, no así Carlos Cuamani, frutero de un mercado ubicado al sur de la ciudad y que forma parte de los cientos de trabajadores que continúan con largas jornadas en estos grandes expendios, pues la fecha es uno de los mejores días de venta de todo el año.

La del 24 de diciembre es una de las más grandes celebraciones de los mexicanos, en su mayoría conformada por creyentes católicos, y el elemento central para festejar el nacimiento de Jesucristo es la comida. Desde los tradicionales romeritos, tamales, chiles rellenos, tortitas de camarón con mole, o la ensalada de manzana, el ponche y los buñuelos.

Para preparar todos estos platillos tradicionales, la gente acude a los mercados para surtirse de los ingredientes que se necesitan para prepararlos. Ahí, en los mercados, es donde se vive un verdadero folclore: los pasillos repletos de gente, letreros de los precios con la promesa de tener el mejor producto y hasta los gritos de “¡Pásele, güera!” de los merolicos.

El 24 de diciembre para Carlos Cuamani transcurre casi como cualquier otro día, pues desde antes que se ponga el sol está de pie, con la diferencia de que sabe que este día “se componen las ventas”, pues es durante la temporada navideña que aumentan hasta en un 60 por ciento las ventas.

Como desde hace 23 años, cuando inició en el trabajo del mercado, ha salido de su casa desde las 5 de la mañana con dirección a la Central de Abastos para surtirse de la fruta que vende en la Frutería Karlita, esa que “Le ofrece un extenso surtido en frutas de temporada los 365 días del año”.

“Nosotros trabajamos los 365 días del año, no hay descanso para nosotros. El día primero o el 24 nosotros tenemos que trabajarlo”, platica cohibido a esta reportera mientras pela con un afilado cuchillo unas cañas de azúcar sobre un banquillo que le ha quedado incómodo.

Y sí, para Carlos ningún día es de descanso, pues para esta fecha, cuando todos se disponen a preparar sus cenas, él está dispuesto a atender a todo tipo de clientela por igual, ya que al Mercado Zapata acude gente de todos los estratos sociales: “tenemos que cuidar al cliente porque si lo tratamos mal pues se nos va”, cuenta.

Hace apenas cinco años que Cuamani pasó del sector de las verduras al de las frutas, en esta última señala que es el tejocote, la caña, la guayaba, manzana y naranja son las frutas más buscadas. Ya para el fin de año será la uva, que de acuerdo con el vendedor aumenta un aproximado del 250 por ciento en precio:

“Pues normalmente la gente busca lo que es la uva sin semilla, una uva roja sin semilla y que es más económica (…). Llega a bajar hasta a 50 el kilo (pasado la temporada), y la uva verde logra subir hasta 170 (pesos) en estas fechas”.

El gran afluente de gente que se da cita en El Zapata ha hecho que la cena de Cuamani y su familia, quien lo acompaña en el puesto, pase a segundo término.

Ya que el negocio permanece abierto hasta las 9 de la noche, narra que llegan a casa a comer “lo que podamos preparar, más que nada (porque) nuestro trabajo no tiene vida social, todo el tiempo es estar acá en el mercado trabajando”.
A pesar de la jornada de más de 15 horas de trabajo y de sacrificar el festejo de Navidad, para Carlos ésta ha sido una noche buena, por ser el mejor día de venta de todo el año.

 

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