Si hay algo que me gusta de cierta literatura es la discusión que presenta en su forma en torno a dónde empieza o termina un género. A caballo entre la novela y el ensayo, el sudafricano J. M. Coetzee ofrece en Elizabeth Costello la historia de una especie de alter ego que, con el recurso de las conferencias plantea algunas de sus preocupaciones. Poco tiempo después de haber recibido el Premio Nobel, aparece este texto de extraña manufactura que alude a una escritora australiana y que se integra por ocho capítulos, que más bien parecen ensayos por lo que ahí se pone en juego.
Se trata de una historia, a primera vista simple, en la que la protagonista Costello, reconocida por la crítica literaria y los lectores, viaja por el mundo para dar algunas conferencias, y son éstas en las que se permite ciertas sesudas disquisiciones. La historia se compone de una trama muy delgada que se hilvana con algunas apariciones de su hijo John.
Novela de una lenta agilidad narrativa, le permite al autor crear un inmenso collage con el que puede plantear algunas de sus preocupaciones, tales como el mal en la literatura, la novela africana, el erotismo y el vegetarianismo.
La primera conferencia “El realismo” plantea el papel del escritor, la delgada línea que en la sociedad actual convierte lo que era un solitario trabajo en un producto de consumo. “El futuro de la novela no es un tema que me interese mucho…De hecho, el futuro en general no me interesa mucho…Reside en la mente. Carece de realidad”, resuena esta idea como una provocación en “La novela en África”, charla centrada en el futuro de la novela. Después la compara con el pasado, con las ficciones que se han creado en el pasado, ficciones interconectadas que proporcionan un pasado común, cosa que, difícilmente sucede con el futuro. La conferencia “Las vidas de los animales” es un extravagante discurso en el que, apoyada en la ideas de San Agustín, Descartes y Bentham, entre otros, discute, debate sobre el alma de los animales. En esta charla Costello pone sobre la mesa la idea de que los campos de exterminio de Auschwitz y Treblinka son equivalentes a los centros de producción como llama a las granjas. Es en estos espacios en los que se anula su capacidad de respuesta a las agresiones humanas.
Desde Pennsylvania hasta un crucero que parte de Christchurch, Nueva Zelanda; desde Amsterdam hasta un pequeño pueblo en la zona rural de la tierra de los zulu, la anciana Elizabeth Costello expone, elabora, argumenta y se cuestiona sobre diversos temas sin dar concesiones, ahí el común denominador es el arte de escribir.
Las ideas planteadas en el libro por Costello pueden confundirnos con la opinión del autor; sin embargo, dado que se trata de un espacio muy bien tratado por la ficción, podemos hacer una lectura que plantee, más bien, una parodia del mundo académico, aquello que no vemos o imaginamos y aquello de lo que están hechos los escritores, es decir, la materia de la vida y las preocupaciones en torno a ella.