MÉXICO.- En 1989, una conmemoración como no había sucedido antes, daba su lugar a la imagen fotográfica como arte y disciplina en México. El coordinador general del proyecto de celebraciones por los 150 años de este quehacer en México, Pablo Ortiz Monasterio, expresaba que el cometido “era mostrar al público mexicano la enorme diversidad y riqueza de nuestra fotografía, a la vez que se busca profundizar en el conocimiento de su historia, a través de la localización, catalogación y conservación de nuestros acervos”.
¿Cómo fue aquella organización?, ¿cuáles fueron sus alcances?, la investigadora y curadora independiente, Emma Cecilia García Krinsky, hizo un recuento en la sesión de apertura del 5° Seminario Patrimonio Fotográfico de México, organizado por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Sistema Nacional de Fototecas.
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Al dictar la ponencia 150 años de la fotografía en México, una experiencia pionera de celebraciones, destacó una serie de factores que facilitaron este esfuerzo, entre ellos, que el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Víctor Flores Olea, fuera una persona interesada en la fotografía, cuya gestión fue fundamental para la difusión y el posicionamiento de la disciplina.
“En su agenda, Flores Olea incluyó dicha conmemoración que se llevaría a cabo en 1989. Con ese motivo, había sostenido pláticas con don Manuel Álvarez Bravo, quien tenía interés en conmemorar esa fecha y, de igual forma, había hecho contacto con Pablo Ortiz Monasterio, a quien se nombró coordinador general del proyecto”, recordó la especialista.
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Así, en febrero de 1989, se estableció el comité organizador, en el que la ponente, Emma Cecilia García Krinsky, fungió como coordinadora, y el fotógrafo Agustín Martínez Castro como secretario técnico; además de la colaboración de Oliver Debroise, Graciela Iturbide, José Luis Neyra y Eleazar López Zamora, entonces director de la Fototeca Nacional del INAH, como asesores.
La efeméride partía del hecho de que, en agosto de 1839, se presentó ante la Academia de Ciencias de Francia, la forma más primitiva de fotografía: la daguerrotipia, la cual arribó a México en diciembre de ese mismo año, como consta en diarios de la época por una vista del puerto de Veracruz, entre otras imágenes.
El comité convocó a personas e instituciones dedicadas a la cultura, tanto públicas como privadas, de todas las regiones del país, por lo que varias ciudades disfrutaron de exposiciones. Se prepararon diversas publicaciones, además de catálogos; se dictaron conferencias y mesas redondas, y la gente se reunió en torno de esa diversidad de actividades sobre el tema.
García Krinsky reconoció que esta conmemoración inédita sería incomprensible sin el boom experimentado por la fotografía en la década de 1970: “La presencia de grupos de fotógrafos preocupados por cohesionar a los profesionales en una comunidad fue relevante, ya que con ello buscaban el posicionamiento de su quehacer en el panorama de la cultura de nuestro país”.
En efecto, destacó: “independientemente de las instituciones, la aportación de los fotógrafos, tanto del pasado como del presente, era el factor fundamental e indiscutible que daba sentido a esta efeméride”.
En ese marco se realizaron ocho exhibiciones en recintos de la Ciudad de México: Memoria del tiempo, una exposición histórica en el Museo de Arte Moderno que incluyó 420 fotografías y objetos alusivos; Mucho sol, Manuel Álvarez Bravo; Mujer x Mujer. 22 fotógrafas; Un lápiz de luz. William Henry Fox Talbot (1800-1877); Claude Desiré Charnay; Nacho López, fotorreportero de los años cincuenta; Reencuentros; Lola Álvarez Bravo y 30 años de fotoperiodismo internacional. World Press Photo.
