PUEBLA, MÉXICO.- A mediados de la década del 90 del siglo pasado, cientos de emigrantes polacos que huyeron de la Segunda Guerra Mundial llegaron como refugiados a México, a la Hacienda de Santa Rosa en Guanajuato.
El camino de trabajos forzados, vejaciones, violencia y la condena al exilio que vivieron los refugiados en ese entonces en Polonia, así como la nueva esperanza de vida que encontraron en este país, es lo que la escritora y periodista poblana Mónica Rojas retrató en su nueva novela, La niña polaca.
Basado en historias reales, recrea personajes a partir de historias verdaderas que la también autora de Lobo conoció a lo largo de su investigación en Guanajuato y en Varsovia, con testimonios de mujeres sobrevivientes de los campos de trabajo forzado de Siberia.
Recientemente publicado por Penguin Ramdom House, está enfocado desde la mirada de Ania, quien es trasladada junto a su familia a campos de concentración soviéticos (GULAG) hasta que tuvo la oportunidad de emigrar a México y abandonar el trabajo forzado.
Como embajadora de Save the Children en México, Mónica Rojas explicó en entrevista con LEVIATÁN que fue importante contextualizar desde la mirada de una niña para visibilizar las circunstancias especiales que rodean a las mujeres de todas las edades en la guerra, como es el caso del acoso sexual.
La poblana radicada Suiza señaló que este libro es un homenaje a las víctimas de la guerra y “a todos los que dejaron sus voces sepultadas en la nieve de Siberia”.
“Sí pido que se respeten las voces de estas personas que tuvieron a bien contarme sus historias y darme el permiso de acercar este pedacito de historia que estaba sepultado en la nieve para que nos demos cuenta de que en una guerra nadie es el bueno”.
¿Cómo surgió la necesidad de escribir una historia de este tipo?
Aunque suene a cliché, me parece que las historias son las que van cazando a los escritores, y de pronto esta historia me casó. Me atrapó en un viaje que tuve a León, Guanajuato, donde tuve la oportunidad de conocer una historia de la que yo no tenía idea, que es este exilio de polacos durante la Segunda Guerra Mundial y el impacto que tuvo en ellos este exilio que, además en estos tiempos, desafortunadamente, es un tema que pervive; basta con ver lo que está ocurriendo en Ucrania y Rusia y nos damos cuenta que el exilio, la migración, son constantes en la historia de la humanidad. En este caso de los polacos no por razones agradables los obligaron a llegar a nuestro país (…). Si bien ‘La niña polaca’ es una historia que habla de un momento específico y doloroso, desafortunadamente es sumamente vigente.
Tu obra transcurre desde la historia de una niña, ¿por qué enfocarlos desde esta mirada?
Me parecía pertinente y necesario. A lo largo de mi trayectoria he tenido la necesidad de visibilizar las problemáticas de los más vulnerables entre los vulnerables, que son los niños y, sobre todo, las niñas (…). Era pertinente y necesario por todas las circunstancias especiales que las rodean en la guerra(…); a través de la mirada de las niñas y de las mujeres me abrí paso a cuestiones especiales como los abusos sexuales que sufrían en los campos de trabajo forzado, que eran más persistentes en las mujeres que que los hombres, y otras cuestiones que vulneran a nuestro género.
¿Cómo construiste el personaje de la niña polaca?
Estos personajes que se tratan en el libro son un rompecabezas de muchas historias verdaderas y la mayoría de las historias, digamos, más crudas, venían de las mujeres y fueron más mujeres y niñas las que llegaron a nuestro país, a León, para hacer esta Pequeña Polonia.
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En este contexto de vulnerabilidad paras las migrantes, encontraste alguna similitud con gente de este país?
El punto en común en todos los países y en todos los tiempos ha sido esta violencia a la infancia. Es decir, es algo que, desafortunadamente, une a la historia, a los tiempos y los espacios. Me parece que este tipo de lecturas como ‘La niña polaca’ nos enseñan que es pertinente, necesario e indispensable romper con esta cadena tan dolorosa (de) violencia que siempre va escalar a niveles incluso hasta de homicidio. México es uno de los países con índice mayor en violencia contra los niños y las niñas. Si bien ‘La niña polaca’ está ubicada en un tiempo y en un espacio distinto, no estamos hablando de algo tan desconocido, desafortunadamente.
¿Cómo fue abordar el tema de la migración desde una perspectiva diferente a la que generalmente se aborda en el país, que es más desde lo latinoamericano?
Sí fue un proceso muy complicado en primera instancia por la investigación porque me enfrentaba a una cultura de la que sabía muy poco, que es la polaca, y también de una circunstancia desconocida, que son los campos de trabajo forzado de los GULAG en Siberia, pero eso también fue sumamente enriquecedor cuando pude conocer cara a cara a las víctimas y los familiares de las víctimas que ya no están entre nosotros. Fue un proceso de mucho aprendizaje, incluso me atrevo a decir doloroso porque los ojos de las víctimas no son los ojos que tenemos cualquiera de nosotros, quien ha sufrido la guerra, quien ha vivido la muerte de seres queridos, quien ha tenido que ser forzado de abandonar su país, no tiene la misma mirada que nosotros. Es una mirada de tristeza, es una mirada de nostalgia, y enfrentarme a esas vivencias y conectar con ellas me obligó a rendir un homenaje, un tributo respetuoso, a todas las víctimas.
¿Qué es lo que te gustaría compartir a los lectores con La niña polaca?
Lo que me gusta compartir es este homenaje a las víctimas. Me parece que es imprescindible que encontremos siempre los mecanismos de rendir tributo a quienes sufrieron en carne propia todas estas vejaciones tan dolorosas que acarrea la guerra. Quisiera que los lectores encontrarán una historia de mucha esperanza, una historia afortunada porque encontró una raíz en México, porque todas estas personas que salieron de su país obligadas por la guerra y por la decisión de unos cuantos locos, al final encontraron una nueva raíz.