MÉXICO.- Albert Camus decía que “hablar repara…”; parecería que durante sus últimos años de vida el filósofo polaco Zygmunt Bauman echó mano de dicha frase, al usar la publicación de sus diálogos con mentes igual de lúcidas como la suya con el afán de difundir el conocimiento.
Así lo manifiesta en su libro Maldad líquida, editado bajo el sello de Paidós. En este volumen, el filósofo polaco charla con el profesor de Política en la Universidad Vytautas Magnus de Lituania, Leonidas Donskis (1962-2016), sobre el concepto del “mal líquido”, que ha exprimido la mente de incontables filósofos durante siglos, aunque para Bauman (1925-2017), en la época actual, El Mal, se ha vuelto ordinario…
Más allá de una sesuda reflexión sobre dicho concepto, en su charla, Bauman y Donskis ponen el “dedo en la llaga” y señalan que el Occidente actual se ha instalado en la “adiaforía” o pérdida de sensibilidad moral de la sociedad contemporánea, surgida del capitalismo tardío, que se empata con las distopías literarias, y que se ha extendido al cine, la literatura, y hasta la precarización del trabajo y las crisis económicas recientes.
En el libro, los “conversadores” advierten acerca de los riesgos de una sociedad llena de consumidores más que de ciudadanos. Indican que la flexibilidad de la economía ha generado que los Estados tengan menor poder sobre los mercados mundiales, y la cultura de la flexibilidad laboral ha hecho que el individuo viva sin ataduras, por lo que el estilo de vida individualista se traslada a lo social compartido.
Un eco de lo que Hannah Arendt advirtió en Los orígenes del totalitarismo (1951), que en las sociedades totalitarias todos estén tan juntos, tan cohesionados, que a su vez, no sepan mayor detalle de quien está a su lado.
OPTIMISMO FRENTE A OSCURIDAD
Para los pensadores, la “maldad líquida” es una modalidad más peligrosa que sus antecesoras, pues es dispersa y apenas visible. Es un poder que simula no gobernar las vidas, pero las somete al consumo excesivo. La libertad responde a la oferta y la demanda.
El poder blando de este demonio donjuanesco seduce a los individuos con la idea de que ejercen su libertad ahí donde se limitan a responder a los automatismos de la ley de la oferta y la demanda. No los controla directamente: son los propios sujetos quienes, entregados a un exhibicionismo permanente, avisan al Gran Hermano acerca de sus gustos personales, con sus dispositivos móviles convertidos en eternos vigilantes panópticos en miniatura.
En este trasunto inquietante de Un mundo feliz, de Huxley; Bauman desgrana algunos de los aspectos del “mal líquido”: guerras, patologías sociales, nuevos nacionalismos, y tentaciones de volver al pasado.
Si bien el panorama esbozado por Bauman y Donskis es oscuro y sin opciones, tal como el lema de campaña de Margaret Tachter, “no hay alternativa”; ellos, en cambio, proponen el optimismo:
“El optimismo puede ser no sólo histórico, sino también metafísico, antifatalista, antideterminista. Nadie mejor que Dylan Thomas supo expresar este tipo de optimismo en su intemporal poema ‘Y la muerte no tendrá dominio’; un mensaje para la humanidad… más importante ahora que nunca antes”.