Fotografía: Magdiel Olano

Mediante la educación es posible trabajar a favor de la inclusión

En ESPECIALES UNAM

MÉXICO.- En materia de diversidad sexual, en México hay algunos logros importantes como incluir el tema en la agenda pública y haber conseguido, a partir de octubre de 2022, que exista el matrimonio igualitario en todas las entidades del país, pero aún persisten grandes retos en educación, salud y en el ámbito laboral, considera el secretario académico del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, César Torres Cruz.

A propósito del Día del Orgullo LGBTIQ+, que se celebra el 28 de junio, el doctor en sociología destaca que la conmemoración es importante porque se habla del Mes del Orgullo LGBTIQ+ debido a que este colectivo utiliza estos días para celebrar el activismo de la diversidad sexual.

Entre los obstáculos a vencer, Torres Cruz menciona que las personas trans aún carecen de acceso a espacios educativos suficientes; en las universidades vemos todavía muy pocas personas trans. Enfrentan más estigmas y prejuicios que cuando hablan con sus familias para cambiar de género, de sexo o de nombre con el que se identifican y tienen que buscar medios de subsistencia. Por ello, no pueden seguir estudiando o ingresar a las universidades pues deben entrar al campo de trabajo a edades tempranas.

“Amor sin etiquetas”, acercamiento a la diversidad de enlaces y constituciones de las familias

En el ámbito laboral, añade, hay empresas que no están de acuerdo en contratar a personas LGBTIQ+ y también casos en que son despedidos de manera injustificada.

“Uno de los retos más importantes, desde mi perspectiva, tiene que ver con la discriminación. Si bien el activismo de la diversidad sexual tiene más de cuatro décadas de vigencia, aún persiste el estigma y la discriminación, especialmente en sociedades machistas y heteropatriarcales como la mexicana”, comentó.

Los efectos de la discriminación son: golpes, ofensas, faltas de respeto en el espacio público, agresiones que a veces culminan con la muerte. “En México todavía presenciamos crímenes de odio y, en términos gubernamentales, no contamos con un arsenal suficiente para dar cuenta de la magnitud del problema. Pero hay asociaciones de la sociedad civil, como Letra S, que han realizado un monitoreo de medios de comunicación a lo largo de varios años, donde registran crímenes de odio”, recuerda.

De acuerdo con el informe del año pasado de esa organización, se menciona -al menos- 400 muertes violentas que pueden ser clasificadas como crímenes de odio. Las modalidades son mensajes en los cuerpos; ligues previos vía teléfono celular antes de concertar una cita para luego cometer el asesinato; la exposición de la persona en el espacio público; abuso sexual antes o después del asesinato; y marcas de violencia y de tortura, menciona el sociólogo.

“Estamos ante problemáticas muy relevantes: todavía las personas LGBTIQ+ están expuestas a actos discriminatorios. Aún hay gente que muere en este país por causa de fobias contra este colectivo”, afirma.

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