PUEBLA, MÉXICO.- Son las trece horas en punto, la pantalla se encuentra en modo de espera, de pronto comienza a sonar una voz al otro lado que saluda. Se trata del escritor mexicano, Julián Herbert (Acapulco, 1971), que ya se encuentra listo para esta charla. Hace algunos años, el narrador recibió una invitación por parte del artista y tarotista Miguel Canseco, quien tenía la intención de hacer un mazo de Tarot con el Cerdo de Babel, un estudio-bar de Saltillo con un proyecto editorial, y con quienes ya antes había colaborado el autor de Canción de tumba. Fue Canseco el artífice de este trabajo al sugerir a los editores que se incluyera a Herbert para la elaboración de El Tarot de la taberna, un mazo ilustrado por el artista y un manual escrito por Julián, ambas piezas se unen para crear un producto literario y artístico dinámico, una obra no lineal, que toma forma distinta con cada persona que lo explora.
“Cuando surgió esa invitación, yo jamás había leído el Tarot, ni siquiera una sola vez lo había consultado; sin embargo, el estudio de los símbolos ha sido para mí algo importante. Hace años impartí una clase en la escuela de Psicología que se llamaba ‘Raíces filosóficas de la psicología’, una perspectiva antropológica y jungiana de fenómenos de la tradición y vinculados con la religión, la magia, los rituales funerarios, las formas de comprensión del tiempo y la percepción de la vida, ése es el background con el que llegué al Tarot” dice Julián mientras una pequeña calavera, que recuerda la carta de La muerte, asoma de la estantería con libros y otros objetos en la casa desde la que se conecta para esta entrevista con LEVIATÁN.
Recordó también que había salido de una crisis muy profunda, emocional y espiritual, que tuvo a mediados del año 2018 y había pensado hacer de forma cotidiana una práctica zen, la cual continúa hasta estos días. Para él, lo místico comenzó por un acercamiento antropológico que fue convirtiéndose paulatinamente en una experiencia espiritual.
Pide que lo espere un segundo porque me va a mostrar el libro-mazo, listo —dice— el Tarot viene en una cajita, que mantiene con la mano izquierda, mientras con la derecha sostiene el mazo, muestra a la cámara algunas de las cartas y la primera en salir es la de La Muerte, ambos reímos tratando de no dar importancia, aunque sabemos que es una de las que más temor causa en la gente. Agrega que las imágenes son el trabajo del también artista visual Miguel Canseco, y luego comienza a hablar del libro, un pequeño manual que en conjunto es un mapa para perderse.
“A mí me pidieron que hiciera un manual, y yo pensé, haré uno de lo que yo quiera, pero sobre todo de lo que yo perciba, está compuesto por siete entradas o categorías conceptuales: Tésera, Paramita, Tlacuilo, Parábola, Leyenda, Figura y Koan, las cuales corresponden a siete formas distintas de conocimiento de varias tradiciones, la Tésera es una especie de contraseña que usaban los romanos y algunos pueblos nórdicos; Paramita es el nombre que se daba a los métodos de sabiduría en el lenguaje del Yoga; Tlacuilo es una forma de escritura náhuatl; el Koan es una pregunta que existe en el budismo Zen. Las siete entradas son como una forma de conocimiento y para mí han sido una especie de pregunta”.
El autor acotó que para él la escritura de este manual fue algo muy secuencial, integral, fue escrito en tantos días como cartas tiene el Tarot. Herbert nos hace ver que, tal como se encuentra en este momento frente a un escritorio, tenía a la mano un mazo Marsella y durante todo el periodo sacaba una carta, la que estaba arriba y esa era la que escribía, “lo dejaba en orden, empezando con la primera entrada; es decir, la Tésera, abierto y a lo largo del día iba haciendo notas, incluso si estaba viajando y, por la noche, antes de irme a dormir escribía el Koan, fue un proceso de siete entradas diarias. La tercera entrada, que corresponde a Tlacuilo, siempre es la misma, es un fragmento de un poema que antes había escrito ‘Tira de la peregrinación’. Hay muchos pasajes que son citas, en un momento, durante una clase, había siete personas y les pedí que escribieran una frase y eso se convirtió en una de las cartas”.
En el mundo existen precedentes de este ejercicio creativo como el Castillo de los Destinos Cruzados de Italo Calvino (1973) y el Último Amor en Constantinopla de Milorad Pavic (1994). Algunos artistas como André Breton, Salvador Dalí, Leonora Carrington y Alejandro Jodorowsky también han explorado de manera extensa las posibilidades creativas de este juego combinatorio.
EL JUEGO
El escritor, nacido en el sur del país, advierte que el manual está armado con fragmentos, citas que estaba leyendo en el momento de su creación, a través de la escritura automática y cosas que escuchaba en la calle. “La manera en que está construido, coincidimos Miguel y yo, más que un manual para encontrar respuestas, es uno para perderse, todo el proceso del Tarot no es para encontrarse sino para perderse, esa es la concepción con la que trabajamos”, aseguró.
En ese sentido, la manera en la que está compuesto tiene que ver con la escritura surrealista, con mecanismos de escritura automática, de escritura encontrada, cosas involuntarias, hay mucho trabajo con el accidente verbal, aunado a la relectura, el repaso diario de la obra de Ludwig Wittgenstein, sobre todo de la segunda parte de la obra del filósofo vienés, emparentado con el tema del juego del lenguaje. “A veces se nos olvida, pero el Tarot más que un oráculo es un juego de naipes, y esa es una concepción pragmática más allá de la manera en que quieras usarlo, un juego tiene distintos usos y reglas. Una regla funciona como lo hace un algoritmo, hay una forma de construir secuencias, y ese es el trasfondo: hacer un uso irracional de los procesos racionales”, sentenció el ganador del Premio Iberoamericano de novela Elena Poniatowska en 2012.
AZAR Y CREATIVIDAD
Los autores Jorge Luis Borges, Ricardo Piglia y Salvador Elizondo mantuvieron cierta cercanía con el I ching como instrumento adivinatorio. A Julián no se le escapó este recurso y cuando era más joven también solía usarlo. “Tuve mucha cercanía con el I ching y con algunos temas de numerología, he tenido también mucha curiosidad por la astrología. La mayor parte de estos procesos han sido como el aspecto material, el uso del recurso azaroso, como este que Lars Von Trier tiene en la película llamada Las cinco obstrucciones, donde trabaja con la idea de que hay una obstrucción que limita los discursos, ha sido para mí muy importante en los procesos creativos y además creo que está muy emparentada con el arte conceptual y con distintas formas del arte contemporáneo que me interesan mucho.”
A estos procesos se suman ciertos tipos de prácticas como la de salir a caminar para escribir poemas de memoria, pero es durante los últimos tres años que el Tarot es visitado por el poeta, quien hace tres lecturas diarias para distintos usos.
Un oráculo requiere que te abandones a él de forma creativa: Miguel Canseco
PERFORMANCE
Ambos autores, Herbert y Canseco, trabajaron en rutas paralelas, pero sin contacto entre sí, de tal manera que la imagen y la palabra ofrecen visiones distintas, son un espejo de resultados impredecibles. El Tarot de la Taberna, es un juego y una novela, un poema cambiante y un oráculo, una invitación a explorar el futuro como una construcción del alma.
“La primera decisión que tomamos fue que ni yo iba a ver las imágenes de Miguel y a su vez, él no iba a ver lo que yo estaba escribiendo, fueron procesos paralelos, se publicaron y ahora trabajamos juntos con ellos, se convirtió en un objeto integrado. Lo que hacemos es una lectura del Tarot a dos voces, una lectura pública, tiramos cartas y las leemos juntos a la manera del jazz”, comentó. De esta forma, lo que podremos ver en cada una de las lecturas o presentaciones es un acto que va de la mano del performance.
Lo que cambió para el cronista en este largo proceso fue impregnarse del Tarot, ya que su primera lectura fue con Miguel Canseco, los dos editores del Cerdo de Babel y cuatro mujeres entre las que están una psicóloga, la diseñadora del libro, una artista conceptual y su esposa, quien también es escritora y periodista, así que el proceso de elaboración está unido a la lectura. “Para mí, el manual es sólo una parte, este objeto es piedra para un performance, las presentaciones son una prolongación del objeto”, aseveró.
TITIVILLUS SE VA DE GIRA
Contra la voluntad, el desliz aparece en casi todos los libros. Recordemos la imagen del demonio Titivillus que entraba en los monasterios de la Edad Media para inducir a los escribas al error, y esto no se evitaría en la elaboración de este libro-mazo, el narrador rememoró que el proceso editorial se alargó porque el papel no era el indicado, los colores estaban fuera de registro, luego —dijo— nos enteramos que esto le sucede a todos los que realizan un Tarot. “El Tarot se te resiste, se niega. Hubo varios libros-mazo con ciertos errores, y yo me quedé con uno de esos. Cuando empezamos el Tarot, yo había iniciado un viaje muy largo que terminó el año pasado, lo que hice fue que me llevé esa edición y fui dejando cartas por distintos lugares —otra acción perfomática— hay en ciudades de México y en algunas de España”.
“Tarot de la taberna”, proyecto que junta el trabajo de Julián Herbert y Miguel Canseco
PANDEMIA
En medio de una pandemia que no asoma su fin, la aparición de El Tarot de taberna, para Herbert tiene que ver con la idea de sincronía, atribuida a Karl Gustav Jung, el autor aseguró que, en el mundo, tal y como lo percibe la lógica, las relaciones tienen que darse por causa y efecto, en los límites de lo no condicionado los efectos pueden aparecer antes que las causas. “Como experiencia de quienes estuvimos en la composición de este Tarot, su idea o aparición para mí fue inmediatamente previa a la pandemia, el proceso de vivir el Tarot y la Pandemia ha sido reconectar con la idea renacentista y la idea de la peste. El Tarot es mi diario de la peste, es una forma más alegórica de acercarme al proceso, para mí es un instrumento. Yo estoy haciendo una especie de trabajo vivencial de índole estética que se llama la zoología de los instrumentos, la cual tiene que ver con la noción de cómo percibir los objetos, materiales del conocimiento en su condición sintiente, casi como si fueran animales; es decir, como si fueran susceptibles de ser estudiados desde un punto de vista zoológico, esto es una metáfora, por supuesto, pero está conectado con la experiencia compleja de lo que ha sido no sólo la pandemia, sino la crisis espiritual”.
Herbert se queda como mirando al techo por un momento fugaz, como si en ese espacio estuvieran las palabras que se han sido borradas por el encierro debido a la pandemia, “para mí fue como si llegara una ola encima y volteas y dices ‘¿por qué traigo en las manos una tabla de surf?’, es como la sensación de que alguien o algo, incondicionado, te dio unas herramientas que no sabías para qué servían hasta que las necesitaste”, refirió.
Por último, respecto a la conjunción realizada entre Canseco y Herbert, que se corresponde imagen-palabra, el también cronista comentó que “no es muy intuitivo para captar los sentidos visuales que hay en el Tarot, en ese sentido, soy un lector de éste que trabaja desde la torpeza, y esto para mí es una reivindicación de la estupidez, porque cuando eres tonto tienes que ver dos veces. Mi experiencia tiene que ver con volver a mirar, con cómo ha sido la experiencia verbal de leer el Tarot y eso, leer juntos Miguel y yo, ha sido una experiencia de intercambio estético muy fuerte porque Miguel lee mucho más la visualidad de la carta y yo leo mucho el ambiente, donde la carta se despliega. Soy un lector de estructuras; es decir, no lo que dice la carta sino su disposición como una forma de narrativa. Hay una complementariedad, ya que tanto Miguel y yo venimos de lugares más o menos opuestos, pero nos encontramos en el territorio de la interpretación” concluyó.