Fotografía: Especial

Apuntes y digresiones sobre “Migrar bordes” de José Luis Prado

En CAMALEONES David Marín

UNO. ¿Cómo se analiza una novela que no es una novela pero al mismo tiempo “sí” es una novela? ¿Cómo se analiza aquello que se muestra y que se oculta al mismo tiempo? ¿Quién pone los límites imaginarios que separan a la novela del cuento, a la novela del ensayo, a la novela de la novela misma? Barreras que funcionan como murallas. Murallas que producen tranquilidad y paz espiritual en algunos, pero otros, los cuales quizá se sienten encerrados, quizá se sienten aprisionados por el dogma de la forma; se acercan a la muralla, la resquebrajan, toman el cascajo y construyen una pequeña muralla que también es un puente.

DOS.  Comentamos, compartimos, criticamos y analizamos la novela Migrar Bordes (2021) NITRO/PRESS. Autor: José Luis Prado.

TRES. Migrar bordes es una novela de 107 páginas que parece un pequeño cuento filosófico, simbólico, poético y administrativo. Leer Migrar bordes genera una sensación parecida a los efectos que produce la contemplación de los “ready made” de Marcel Duchamp. Arte objeto. Pequeños gabinetes de madera que muestran una versión reducida de las pinturas clásicas. Es decir: ¿cómo contener en un espacio mesurado aquello que se antoja desmesurado? En ese sentido, por esa capacidad de síntesis, absorción y elipsis es innegable pensar en otro artista conceptual: J.L Borges.

¿Qué se contiene en Migrar Bordes? Se contiene la vida (¿fantasmática? ¿espectral?) de un posible paciente psiquiátrico cuyo nombre encriptado en siglas hace pensar en las mismas siglas con las que hace ya casi cien años nuestro querido amigo Franz Kafka daba vida a sus personajes agobiados por la religión jurídica.

  1. es el posible personaje principal de la historia. K. es el posible personaje (¿fantasmático? ¿espectral?) que genera los otros personajes (¿también fantasmáticos/espectrales?) los cuales generan esa sensación de caja china, muñeca rusa, cubo sin fondo que es la estructura del libro.
  2. como un personaje que está loco (según la autoridad incuestionable de los cuerdos), que escribe, lee, analiza sus propios escritos. Una mirada hacia adentro que no se pierde en los cómodos confines del solipsismo, sino una mirada hacia adentro que despliega una serie de trazos, caminos y laberintos que articulan la existencia de los otros personajes.

“Migrar bordes”, una epifanía de la amistad desde la memoria fragmentada

CUATRO. ¿Temas, tópicos, imágenes, colores, texturas, ideas recurrentes?

Locura. Literatura. Silencio. Discurso. Enunciado. Mariposas. Luz. Hojas. Ámbar. Soledad. Enclaustramiento. Extrañeza. Desdoblamiento. Tributos. Guiños. Gestos. Doppelgänger. Espejos.

CINCO. “Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los espejos tienen algo de monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, J. L. Borges.

SEIS. Ricardo Piglia, con su gran capacidad de generar correspondencias donde los demás sólo veían aporías insalvables, en alguna ocasión (Crítica y ficción (2006), Anagrama) dijo que una de las comparaciones que se podía hacer de la función del crítico era con el detective. ¿Qué hace el detective? Busca pistas, huellas, sombras que permitan resolver el misterio. ¿Todo texto tiene un misterio? ¿Cuál es el enigma que se tiene que resolver en Migrar bordes? Ninguno y todos al mismo tiempo. Migrar bordes como una novela no policiaca cuyos enigmas se van resolviendo por sí solos a lo largo de la novela hasta descubrir al final que sí hay una especie de muerto, que sí hay una especie de fantasma (o múltiples fantasmas) que articulan el devenir de la historia.

SIETE. Según la histeria academicista vuelta teoría, después de la Segunda Guerra Mundial los grandes relatos identitarios se vinieron abajo para dejar en su lugar una diáspora de discursos donde el sujeto ya no se concibe a sí mismo como un sujeto único, fijo, nuclear, gravitatorio, sino un sujeto múltiple, escindido y complejo. Por lo tanto, según la histeria academicista vuelta teoría, la misma concepción del lenguaje se ha trastocado. El lenguaje ya no se concibe como un espejo diáfano que aprehende y nombra la realidad; sino que el lenguaje es un crisol constitutivo que al potencializarse con la literatura distorsiona, maximiza, empobrece, recrudece, opaca, delira la realidad.

OCHO. Migrar bordes como una novela (o una no-novela) que discurre tanto por los caminos de la complejidad como por los caminos de la sutileza. K. , el posible protagonista de la historia (¿no sería mejor pensarlo como el pozo principal que alimenta el abismo de los otros pozos secundarios?) como una suerte de ensayista poético o cuentista simbólico que trata de articular por medio de la locura y el silencio su particular mirada del mundo.

¿Cuál es la sintaxis de la locura?

¿La locura como el discurso privilegiado que aprehende la musicalidad del silencio?

K., el “protagonista” de la novela escribe en “Apuntes del pabellón” (parte nuclear del texto) su bitácora sobre el silencio, la música, la literatura, el lenguaje y el desamor. Un relato desdibujado donde el juego de las presencias, reflejos, espejos y dobles nos acercan al enigma del texto.

¿Cómo se articula el mundo desde el monolito de la razón? ¿Cómo se articula el mundo desde el monolito en llamas de la locura? Preguntas inmemoriales que sobrevuelan el texto. Michel Foucault, en su best-seller Historia de la locura en la época clásica nos presenta una historia (véase lineal, diacrónico, sucesivo, “metafísico”) de la locura a partir de una metodología cientificista como es la historiografía. ¿De verdad las fechas, datos, números, registros, actas posibilitan una comprensión de la locura? ¿La sintaxis de la locura es burocrática o por el contrario dispersa/multidisciplinar/rizomática? Imposible saberlo, o al menos imposible sin que uno no esté loco y al mismo tiempo analice su respectivo estilo de “loco”.

Sin embargo, Migrar bordes no lleva a cabo un ejercicio literario de la locura a la usanza del Finnegans Wake; sino que lleva a cabo un ejercicio de la locura mucho más próximo al aforismo, la máxima y la escritura “hormiga” de Robert Walser. Es decir: no darle más locura a la locura por medio de la verborrea, sino seducirla, capturarla y liberarla por medio del espacio reducido del aforismo.

Fotografía: Magdiel Olano

NUEVE. Migrar bordes como una novela (o no-novela) donde el fantasma de Franz Kafka y Robert Walser revolotean como mariposas a lo largo del libro. Sin embargo, José Luis Prado (1981), en lugar de revisitar una vez más los caminos ya instituidos de la biografía/anecdotario marca Enrique Vila-Matas, opta por un tributo mucho menos obvio que a lo largo de la novela se irá desplegando.

DIEZ. ¿Cuál es el mayor acierto de la novela? Dos respuestas:

José Luis Prado escribe mucho más cerca de la escuela del minimalismo que la escuela del maximalismo. En otras palabras: un estilo mucho más cercano a Hemingway que Faulkner. Un estilo seco, parco, frío, pero no por ello cargado en ocasiones de resonancia poética. Un estilo mesurado que permite atisbar la desmesura de la locura. Un estilo calculado que se corresponde igualmente con el cálculo cuasi geométrico de la estructura de fondo. En ese sentido, la novela se alimenta de los silencios, de lo no dicho, de lo no comprensible para sumarlo a la aparente frialdad del texto.

¿Comparaciones previamente citadas? Caja china, muñeca rusa, cubo sin fondo. ¿Categorías académicas en las cuales uno se podría refugiar, ocultar y perder? Postmodernismo y Meta-ficción. Sí, hay un poco de “eso”. Sí, hay un poco de superposición de textos. Sí, hay un poco de confusión, enrarecimiento y juego con la voz del narrador. Sin embargo, tanto la estructura fragmentaria como la imposibilidad identitaria de los personajes hacen que Migrar bordes forme parte de esos libros arriesgados que siguen siendo libros y no se convierten en “dispositivos narrativos” que parecen tuercas extraídas de las entrañas de una máquina de coser. Y es por eso, por ese gesto meta ficcional, que Migrar bordes puede leerse como una novela sobre la locura, el engaño, la desaparición, el doble, los dobles, así como un pequeño pero significativo tributo a la locura de Robert Walser.

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