Fotografía: Bazar Leviatán

“Jérôme Lindon. Mi editor”

En COLUMNAS José Luis Prado

Contra la voluntad, la errata aparece en casi todos los libros. Recordemos la imagen del demonio Titivillus que entraba en los monasterios de la Edad Media para inducir a los escribas al error. Nada maravilla más al ser humano que resaltar las imperfecciones, mostrarlas a los observadores como si se tratara de un espectáculo de la unión entre lo feo y estúpido. Las redes sociales son el telón de este imaginario tenaz.

Confieso que mientras estuve a cargo de algunas ediciones, sentí que algo merodeaba mi silencio lector. Y así fue: la errata apareció. Venga esto a cuento porque hace poco terminé de leer Jérôme Lindon. Mi editor (2009) de Jean Echenoz que publicó la española Trama editorial. Escrito la noche en que Lindon murió, como si se tratará de un homenaje a la editorial, a través de anécdotas el escritor francés recrea la figura de quien fue su editor. El 9 de enero de 1979 Echenoz se decide a mandar una novela con la esperanza de tener un libro; pero no sólo eso, se trata de la búsqueda de un par, alguien con otros ojos que pueda dar un vistazo a su obra y “si éste editor pudiera ser Jérôme Lindon estaría, por supuesto, todavía mejor”.

Lindon estuvo a cargo de Les Éditions de Minuit con la firma de autores como André Gide y John Steinbeck; con Georges Bataille, al frente de la colección de Sociología. Para el año de 1955, la editorial sumó a Alain Robbe-Grillet como director literario. Fue durante ésta y la década del 60 cuando se agregaron las voces de Michel Butor, Margarite Duras, Samuel Beckett y Claude Simon, entre otros. En otras palabras: una editorial total.

Pero Echenoz lo que hace es humanizar a una figura que, ante muchos, aparece como autoritaria, hace un recuento de su primer acercamiento:

Estoy aterrorizado. El señor Lindon es un hombre delgado y alto, de morfología enjuta, con una cara larga y austera pero sonriente, aunque nunca tan sonriente como entonces, y de mirada aguda; abreviando, un hombre muy intimidante que está a punto de hablarme de mi novela con entusiasmo, y yo no contesto nada, no comprendo nada de este entusiasmo.

La idea de un editor, en el mejor de los casos, es la de aquel que hace un llamado al escritor para hacerle algunos comentarios en torno a su manuscrito; sin embargo, Lindon ante el primer manuscrito de Echenoz, no hace apenas ninguna observación, lo que sí le preocupa y eso lo veremos a lo largo del libro es el título con el que aparecerán las obras, esto únicamente cuando un libro le ha gustado mucho. Es partidario de una puntuación demostrativa de la frase con ayuda de las comas a pesar de que existen escritores que consideran el ritmo propio de la frase ya que éste puede sostenerse sin la necesidad de ellas. Echenoz recuerda un legado de su editor, “el singular…cuando se puede utilizar en una frase es siempre más eficaz que el plural”.

El editor de Echenoz fue un tipo al que le gustaban las sorpresas, cuando apareció su primera novela vio su rostro en una esquina de Le Monde, era un editor preocupado por la publicidad, por llamar a diario a sus autores y por contar, las veces que fuera necesario, sobre la primera lectura que hizo de Molloy.

Les Éditions de Minuit tiene en su catálogo varios Premios Goncourt como Jean Rouaud en 1990 o el propio Echenoz en 1999, se trata de uno de los galardones más importantes de Francia, creado por Edmond de Goncourt, en memoria de Jules Huot de Goncourt, fue entregado el 21 de diciembre de 1903 por vez primera. Hoy en día es un reconocimiento más bien simbólico, pero asegura un éxito de ventas. Algunos de los galardonados han sido Simone de Beauvoir, Maurice Druon, Amin Maalouf, Tahar Ben Jelloun, Margarite Duras y Pascal Quignard.

Este pequeño tratado de la edición hace un recorrido que va de 1979 a 2001, año en que muere Lindon. A finales del año 2000 cayó enfermo y fue pocos meses después, abril de 2001, cuando la figura del editor tal como la conocía Jean pasó a otro plano. Aun así, podemos mantener un diálogo con el trabajo de este francés que, como otros, se tomó en serio su trabajo y que nos recuerda que errar es de humanos. Este libro aparece, entonces, como una celebración a las letras.

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