Fotografía: Especial

Los demonios voyeristas de Gay Talese

En COLUMNAS Yussel Dardón

El periodismo está ligado de manera estrecha a lo detectivesco, a las historias que de lo micro se extienden hasta alcanzar una amplitud muchas veces terrible, a los personajes enrarecidos que en ocasiones ponen a pique la idea de lo que es correcto, ético o legal.

Han sido varios casos en lo que los periodistas han hecho uso de la inmersión para sacar a relucir temas que van de lo curioso a lo terrible, de lo insólito a lo heroico, a lo trascendente y extraño…

Tal es el caso de Gay Talese, pilar del “nuevo periodismo”, quien publicó El motel del voyeur (Alfaguara, 2017), un texto que pone en tela de juicio la ética del periodista y este tipo de periodismo.

El libro narra la historia de Gerald Foos, dueño del Manor House Motel, en Aurora, Colorado, que se puso en contacto con Talese para contarle que se dedicaba a espiar a sus huéspedes teniendo relaciones sexuales:

“Mi interés está en todas las fases de cómo las personas conducen sus vidas, tanto social como sexualmente. Lo hice por pura curiosidad ilimitada por la gente y no solo como un voyeur trastornado”, confiesa.

El autor de Honrarás a tu padre y El reino y el poder —donde escribe que “la mayoría de los periodistas son voyeristas infatigables que ven las verrugas del mundo, las imperfecciones de las personas y los lugares”;— viajó para dar fe de lo que sucedía en el motel. Al llegar Foos lo invitó a “espiar” a su lado a una pareja teniendo sexo oral en una de las habitaciones.

“Vi lo que Foos hacía, e hice lo mismo: me arrodillé y me arrastré hacia las hendijas iluminadas. Entonces estiré el cuello para ver tanto como podía por el respiradero, y al hacerlo casi choqué la cabeza con la de Foos. Por fin vi a una pareja desnuda, tumbada sobre la cama debajo de nosotros, concentrada en el sexo oral. Foos y yo miramos bastante rato. A pesar de la voz insistente dentro de mi cabeza que me decía que dejara de mirar, seguí observando, y bajé la cabeza aún más para mirar más de cerca…”

Talese —quien en ese momento se convirtió en personaje de su propio texto— dijo tener dudas sobre su participación en la trama. “Estaba avergonzado. ¿Era cómplice de ese proyecto extraño y repugnante?” Y esa es la pregunta que resuena a lo largo del libro.

Por si fuera poco, en la correspondencia que ambos mantuvieron durante años el dueño del Manor House Motel le confesó que también había sido testigo de un homicidio pero que no había dicho nada a la Policía, o de lo contrario se descubriría su “pasatiempo”.

Gay Talese firmó un acuerdo de confidencialidad para que no publicara lo sucedido sin previa autorización de Foos, lo cual sucedió tres décadas después, justo cuando el delito había prescrito.

¿Talese actuó con ética al sacar provecho de un delito del cual fue cómplice por omisión? ¿Hizo bien al no acudir a las autoridades? ¿Qué sucede con las personas que estuvieron bajo el escrutinio perverso de Foos?

Pero el libro guarda un demonio más y es el de la credibilidad, toda vez que tras una revisión del texto hecha por el Washington Post se encontró que había imprecisiones vitales en la obra, como el hecho de que Foos adquirió el lugar en 1969, no tres años antes como él asegura, y que vendió el motel entre 1980 y 1988, por lo que no pudo ser testigo de muchos de los acontecimientos que relata.

En cuanto al asesinato, los reportes de la Policía revelan que Foos no era el propietario del hotel cuando sucedió el homicidio.

Después de que se revelaran estas ambigüedades Talese desacreditó el libro diciendo que “Gerald Foos no es de fiar. Es un hombre deshonesto, totalmente deshonesto”.

Talese declaró que no promocionaría el libro, aunque su editorial afirmó que la distribución no se cancelaría, y que si habría que hacer precisiones en la última versión de la historia se harían. Cosa que sucedió de una manera tímida.

Tras la lectura de El Motel del voyeur nos damos cuenta que éste no es uno sino dos libros: el que habla de lo sucedido en Manor House Motel, y el que cuenta la tragedia silente del mejor reportero del mundo que fue engañado por un voyerista.

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