- El realizador apunta a conquistar a los espectadores con su producción Amor y mezcal, una declaración de amor por Oaxaca
PUEBLA, MÉXICO.- Hacer cine en México es complicado, no es un secreto sino una realidad, así como también lo es que este hecho no impide que se escriban guiones, se filmen películas o que cada vez existan más escuelas relacionadas con la industria cinematográfica, que “aparezcan” más y más enamorados del séptimo arte.
No, no es imposible filmar en México, de eso está seguro Jorge Molina, guionista mexicano que en entrevista para LEVIATÁN afirma que antes de pensar en “conceptos”, críticas o metáforas es vital saber qué tipo de película se va a realizar: una película para festivales, un video home, o una que llegue a los complejos cinematográficos para que sea vista más allá de un círculo especializado.
Si quieres eso, señala, debes convencer a todo el mundo de que tu producto es bueno, “te enfrentas a una industria complicadísima en la que corres todos los riesgos” porque “el realizador es el que más pone pero el que menos gana”.
Lo anterior, señala, inhibe muchas veces la filmación de películas, obligando incluso a que el realizador busque un reparto medianamente conocido y, por qué no, “choteadísimo” para que los patrocinadores “inyecten” dinero a los proyectos.
Aunado a eso, revela que para solicitar recursos al Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), que desde su origen debe apoyar la realización de nuevas propuestas, te enfrentas a un entramado burocrático y casi imposible, por decir lo menos. Por ejemplo, “para que te den dinero debes contar con el 20 por ciento del presupuesto total de tu película. Si tu película es ‘barata’ y te cuesta 5 millones debes tener un millón de pesos”.
Por eso, atiza Molina, “todo mundo te dice ‘no hagas cine con tu dinero, es muy mal negocio’ (…) Hacer cine en el país es muy difícil. ¿Se puede? Sí. Quienes queremos hacer cine lo hacemos de la mejor manera posible”.
EMOCIONAR, REÍR, LLORAR, ENAMORAR
Con treinta años en el medio, pasando por la locución y actuación, el guionista y productor Jorge Molina se dice “enamorado” de su más reciente proyecto: Amor y Mezcal, al que él mismo define como una “comedia romántica en un marco costumbrista”.
“Es una comedia romántica que sucede en el Istmo de Tehuantepec. Es un homenaje a mi tierra, a mi familia, a las tradiciones. Es un comercialote de 120 minutos de Oaxaca”.
Con la máxima de que en su película “el protagonista es Oaxaca, los extras son los actores”, y consciente de que la comedia romántica en México pasa por una periodo “cuadrado” y preestablecido en sus historias, muchas de ellas enmarcadas en manuales de realización mal aplicados o que se usan a rajatabla, incluso desgastando el modelo, Molina apunta en México existe un número limitado de directores y escritores del género.
“También nos ha dado por refritrear, mexicanizar historias de otros países. Cuando tratamos de trasladar fórmulas no lo hacemos bien”.
Molina se muestra convencido de lo que quiere lograr con Amor y mezcal, y es conseguir lo que en su momento alcanzaron las películas del cine mexicano de la Época de Oro: llevar al espectador de la risa al llanto, transformar la película en un “roller coster de emociones”.
“Quiero rescatar la capacidad de emocionarte hasta las lágrimas, llevarte a la risa histérica y volverte hacer llorar (…) Quiero rescatar los valores familiares del Istmo”.
Asimismo pretende que el público se enamore de Oaxaca porque, afirma, el estado “es más que bloqueos, pobreza (…) tiene la mayor riqueza cultural del país”, y para lograrlo su historia se nutre de identidad al incluir diálogos en zapoteco, así como sones oaxaqueños y el vestuario creado por Armando Mafud, reconocido diseñador de modas originario de “la tierra del mezcal”.
EN UNOS AÑOS
El también guionista de la película de terror El edificio (2013) dice entender la industria del cine con la frase “hacer tornillos para venderlos”, filmar para que el producto llegue a salas comerciales “porque todos queremos que nuestra película se vea”, algo que cada vez se antoja más complicado porque en la actualidad Videocine, el mayor distribuidor de cine en México, está casado con uno o dos escritores y productores, lo que acota la posibilidad de llegar bien posicionado a las salas.
En cuanto al futuro del cine nacional, Molina desea que el país se transforme en el Bollywood de América Latina, en número de producciones anuales, “aunque hemos hecho 40 o 70 películas al año, ha habido episodios trágicos donde apenas se han realizado 20”.
Por último, al mostrarse confiado en que al cine mexicano le va a ir mejor porque “cada vez es más fácil que alguien tome una cámara, y creo que los chavos son más creativos y dinámicos”, dice que es necesario redefinir los conceptos de cortometraje y largometraje.
“¿Por qué no se pueden hacer películas de 44 minutos? ¿Por qué no regresamos al tipo de episodios de Buck Rogers que pasaban en los años 50 antes de cada película? Una semana veías uno, a la siguiente otro (…) Eso ya se hizo, y si le das la vuelta a la tortilla puedes hacer otro tipo de producciones”.