Andar con el silencio a cuestas, cruzar con él fronteras de muchos nombres, abrazar la ausencia y fincar desde ahí su presencia, es el sino que marcó la vida de Gerónimo González Garza, un vaquero que viajó de México a Estados Unidos por primera vez en 1969, y que desde su condición de sordomudo encontró su lugar en el tránsito, no en el destino.
La historia de este mexican cowboy, contada desde la crónica por el periodista Diego Enrique Osorno en Un vaquero cruza la frontera en silencio (Random House, 2017), es una alegoría de dos sentidos: el primero, el del silencio que adquiere identidad desde lo marginal hasta volverse una realidad construida a partir del esfuerzo; el segundo, el de la “nación del silencio”, que calla no sólo porque no pueda hablar sino porque debe hacerlo, una bandera que la guerra contra el narcotráfico ha impuesto en México, sobre todo en el noreste del país.
En este libro donde Osorno expone su mirada literaria hermanada con el oficio periodístico, Gerónimo sirve como guía para cruzar las fronteras del silencio y de la pobreza, de la discriminación y de la violencia, en una suerte de recorrido por la historia de México desde el fracaso de un modelo económico hasta la derrota del Estado a manos del crimen organizado.
Un vaquero cruza la frontera en silencio da cuenta, con un estilo fluido arropado por frases contundentes como “El temperamento en el campo ante la sangre no es el mismo que en la ciudad”, “La voz del pequeño Gerónimo, aunque está dentro de él, permanecerá prisionera”, de que para aproximarse a la realidad hay que abordar historias particulares, acercándonos a las consecuencias que enfrentan desde la condición de vulnerabilidad a las que estamos expuestos.
Así, Diego Enrique Osorno (El cártel de Sinaloa, Slim, Nosotros somos los culpables, La guerra de los Zetas), traza una espiral que inicia con un viaje en busca de mejores oportunidades, superando la discriminación del punto de origen y del lugar destino, y concluye –aunque esa palabra no es precisa- en un jinete que presiente la violencia mientras un comando armado lo rebasa a toda velocidad sin siquiera voltear a verlo.
Es esta espiral la que le da un aporte especial al libro pues su estructura es también un mensaje:
“La frontera noreste de México carece de un lenguaje propio en estos tiempos de guerra. El lenguaje es lo que hace posible el pensamiento, marca la diferencia entre lo que es humano y lo que no lo es”.
Este libro, cuyo origen se encuentra en una edición de 2011 realizada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), es un punto de partida para entender que “la frontera noreste no puede hablar”, y que México empieza a abrazar su silencio pues, como escribe David Le Breton, “entre las formas singulares de soportar el duelo, el enclaustramiento en el dolor da lugar a que la ausencia se enquiste y obligue a la persona a vivir tan cerca de sí que la distancia que le separa del mundo hace muy difícil que pueda disfrutar de él”.
Y es así como un vaquero cruzó la frontera en silencio.