MÉXICO.- Entre las diversas fuentes de estudio a disposición de los historiadores de la imagen, los álbumes familiares han adquirido en las últimas décadas un valor excepcional, porque permiten conocer aspectos como la historia regional o la vida cotidiana de los individuos y los colectivos de los siglos XIX y XX.
Así lo afirmaron especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) al participar en la conferencia Imágenes de la familia en un archivo particular con más de dos siglos de historia, impartida como parte del Seminario de Estudio del Patrimonio Fotográfico de México, organizado por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Sistema Nacional de Fototecas.
La ponencia, a cargo de la etnóloga Julieta Gil Elorduy, giró en torno al archivo fotográfico que heredó de su madre, un corpus que actualmente, dijo, es objeto de un proyecto propio de catalogación y digitalización.
Con más de 2,000 fotografías, el acervo data de mediados del siglo XIX y corresponde a dos historias que corren paralelas: por un lado, la de la fotografía de retratos y de cartas de visita; y por otro, la del establecimiento en México del migrante vasco Cirilo Elorduy y Aketxe.
De acuerdo con la también museóloga, su antepasado, luego de pasar algunos años en Manila, Filipinas, arribó a la joven República Mexicana en la década de 1840, época en la que también comenzaron los primeros experimentos en el país con daguerrotipos y otros instrumentos ideados para capturar imágenes.
Don Cirilo, como evocó la investigadora a su predecesor, aparece en un retrato coloreado, de mediados del siglo XIX, ataviado con un uniforme militar y luciendo las medallas que le fueron otorgadas por sumarse a la defensa de su patria adoptiva en contra de los invasores estadounidenses, en 1847, toda vez que se enroló en el Batallón de Bravos, dentro del cual, con el rango de teniente coronel, tomó parte de cruentos enfrentamientos, entre ellos la defensa del Convento de Churubusco, en la capital del país.
Otras imágenes de la colección, detalló Gil Elorduy, dan cuenta de los lazos afectivos que su familia estableció en la región formada por los actuales estados de Durango, Aguascalientes y Zacatecas.
Asentados principalmente en la localidad zacatecana de Sombrerete, los Elorduy fundaron diversas haciendas ganaderas y llegaron a ser propietarios de una mina.
Posteriormente, la segunda y la tercera generación de los Elorduy era asidua a retratarse en estudios, como la Casa Wolfenstein, de Zacatecas, o en prestigiosos establecimientos capitalinos, como el de los hermanos Valleto, de allí que, apuntó, una línea de investigación que deriva de su acervo es la del surgimiento de esas empresas fotográficas y de los artistas de la lente que estuvieron detrás de ellas.
Por último, la también directora de la Galería de Historia, Museo del Caracol, subrayó la importancia de rescatar más colecciones de fotografías, así como de acopiar cartas y otros documentos filiales, además de testimonios orales, “porque todo ese patrimonio familiar, resulta clave para identificar personajes, espacios, situaciones, hábitos cotidianos y, en suma, para entrecruzar los discursos planteados por las propias instantáneas”.