MÉXICO.- En México históricamente ha existido resistencia a reconocer y visibilizar el trabajo de las mujeres muralistas, más allá de la producción de los tres grandes del muralismo, todos hombres (David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco), “como parte de una distinción entre lo doméstico y lo público, se asocia a las mujeres con lo íntimo, lo privado, y a los hombres con lo público”.
Lo anterior forma parte de la conferencia Las muralistas en México del siglo XX, la cual ofreció la historiadora del arte e integrante del Sistema Nacional de Investigadores, Dina Comisarenco Mirkin, en el Conservatorio Nacional de Música (CNM) del Inbal, instancia de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
La charla, organizada por la Sección de Enseñanzas Artísticas de la Subdirección General de Educación e Investigación Artísticas (Sgeia), con el apoyo del Conservatorio Nacional de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, es una de las actividades que se realizan en el marco del Día Internacional de la Mujer.
Conceptos como el expresado, afirmó la investigadora y docente, resultan muy perniciosos para las nuevas generaciones. En el Palacio de Bellas Artes, por ejemplo, los murales que se tienen ahí son todos de hombres. “Entonces, qué sucede cuando llevamos a nuestros estudiantes. A lo mejor los varones van a estar felices porque se sienten reflejados, pero las niñas, comentó Comisarenco Mirkin, quien abordó de manera amena y clara el papel de la mujer en la narrativa del muralismo mexicano.
La especialista habló sobre el quehacer artístico de las mujeres que participaron y reconfiguraron el movimiento muralista mexicano y analizó algunas de las razones de su invisibilización previa en la historia del arte nacional.
Necesario, integrar al muralismo femenino en la historia del arte mexicano
En este sentido, hizo referencia a una frase de la educadora Marian López Fernández-Cao: “Cuando un niño acostumbra ver solo a su género como digno de valor histórico, refuerza, por un lado, su necesariedad en el presente y la existencia; más claro está si es blanco, occidental, medio burgués y, en negativo, refuerza a su vez el carácter prescindible de lo que hacen, dicen y crean las mujeres”.
Por eso, añadió Comisarenco, “necesitamos empezar a cambiar estas cosas desde todos los ámbitos: la investigación, los museos, desde la educación, porque si no seguimos perpetuando estas actitudes y nunca se acabarán”.
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Algunos casos particulares de murales producidos por artistas mujeres en las primeras décadas del siglo XX fueron comentados, y demostró lo necesario de integrar al muralismo femenino en la historia del arte mexicano que complementa y enriquece al fenómeno cultural del movimiento creado originalmente con la intención de democratizar el arte.
Dina Comisarenco ha generado investigaciones y propuestas curatoriales con análisis críticos de las estructuras y parámetros sobre los cuales se escribe la historia del arte; ha promovido nuevas formas de acercamiento a las producciones artísticas, desde una mirada más incluyente, ejemplo de lo anterior es el estudio de artistas como Frida Kahlo, en donde ha profundizado su relación con la naturaleza.
La historiadora se considera feminista, ya que sus actividades tanto personales como profesionales son realizadas desde una perspectiva de género y están enfocadas a reducir la brecha, no solo en el plano teórico, sino fundamentalmente en la vida real.
Es autora de Eclipse de siete lunas, Mujeres Muralistas en México, libro en el que aborda la deuda histórica con el trabajo artístico de estas mujeres, su paso por uno de los movimientos culturales más importantes de nuestro país, en la mayoría de los casos desde un papel secundario.