La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través de la Coordinación Nacional de Literatura (CNL), rindieron homenaje póstumo al poeta, editor, ensayista, traductor mexicano y docente David Huerta (1949-2022).
Los escritores Fernando Fernández, María Baranda, Hernán Bravo Varela, Coral Bracho y Marcelo Uribe, moderados por la rectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), Tania Rodríguez Mora, recordaron al autor distinguido con el Premio Xavier Villaurrutia 2005, por su poemario Versión (2005) y el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2015, en el área de Lingüística y Literatura, gracias a sus aportes a la cultura y su destacada trayectoria en las letras mexicanas.
En representación de la directora general del Inbal, Lucina Jiménez López, la subdirectora general de Bellas Artes, Laura Ramírez Rasgado, dio la bienvenida a la ceremonia realizada la noche del martes 14 de febrero en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
En presencia de Verónica Murguía, escritora y compañera de David Huerta, Tania Rodríguez Mora, rectora de la UACM —institución donde el escritor compartió su conocimiento y sus letras a través de la docencia—, agradeció el amor que el autor de El ser y la nada (2001) tuvo siempre hacia la literatura y la formación de nuevos escritores y apasionados por la poesía y la cultura.
“David quiso a nuestra universidad como amó a la literatura, como amaba compartir con muchos otros, particularmente los jóvenes y, en especial, a los jóvenes de los barrios de esta ciudad, que son los que recibe nuestra universidad. Siempre estaremos agradecidos por ello, por su compromiso con la cultura, la educación y por su capacidad de dar y de construir”, mencionó.
Hernán Bravo Varela, poeta, ensayista, traductor y actual director del Periódico de Poesía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) —publicación que David Huerta encabezó en otra época—, rememoró la obra poética del homenajeado a través de títulos como Versión, Cuaderno de noviembre (1976) y El jardín de la luz (1972), con los cuales explicó el estilo reflexivo, introspectivo y experimental que Huerta plasmó en sus letras.
“¿Cuáles son esa secreta clave y ese vocablo inasible? Huerta responde en una página de su Cuaderno de noviembre: verificar en el nombre al mundo, leer el mundo y leer bajo el nombre detrás, encima, siempre. La misión del poeta, su gran lección de estilo, consiste en demostrar la presencia del mundo a través de lo que puede ser dicho sobre él”, dijo.
Al referirse a Huerta, María Baranda, ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2003, comentó que fue un autor de voz única que, a través de sus versos, logró hacer de la poesía un lenguaje con identidad propia.
“David hizo de la poesía un sitio original, una parcela de luz en donde habita su ser en el ser y su escritura; porque en los poemas de David Huerta se habla del mundo y su acontecer íntimos, pero también del lenguaje. Sus poemas son poemas que traspasan la concepción de un yo que establece un vínculo intenso con la vida y el pensamiento. En sus poemas, dijo, el ensayo es la clave; la narrativa, el camino; y la poesía, el drama donde surge el conflicto”, afirmó.
El poeta Marcelo Uribe, quien compartió amistad con el autor de El espejo del cuerpo (1980) y La música de lo que pasa (1997) por cerca de medio siglo, refirió que Huerta fue un hombre bondadoso, un destacado conversador enamorado de la música y uno de los más grandes difusores de la poesía en México.
“Como el mejor prestidigitador, siempre tenía una cita, una anécdota, una palabra, una canción, un poema o sacaba de plano un conejo del sombrero. David está asociado -para mí- desde siempre al baile, a la travesura, al rock, a las noches largas, a la pasión desbordada por el hallazgo, a la complicidad, al saber. A lo largo de los años, recorrió el país hasta el último rincón e introdujo a cientos de jóvenes a la lectura atenta y al disfrute de la poesía. Nadie hizo tanto por contagiar el gusto por la poesía como David Huerta”, subrayó.
Para la poeta y traductora Coral Bracho, quien también compartió un fuerte lazo de amistad con David Huerta, agregó que además de ser un admirado compañero de escritura durante casi toda su vida, fue un hombre que a través de su poesía siempre le inspiró a crear.
“David, además de un poeta extraordinario, y una persona maravillosa, fue para mí un hermano y un amigo muy entrañable a lo largo de casi toda mi vida. Con él compartí muy de cerca la escritura de nuestros primeros libros y las primeras lecturas de poesía en público, acompañados todavía por su padre, Efraín Huerta. Su poesía me conducía naturalmente a esa región mental que desembocaba en la escritura. Su cariño y su gozo, su desmedida generosidad, la abarcan toda”, mencionó.
Finalmente, el poeta, ensayista, traductor y editor Fernando Fernández, a través de una elegante, divertida y entrañable crónica de un viaje que hizo con el poeta, deleitó al público con un retrato literario de David Huerta y remarcó que fue, en su totalidad, el más destacado maestro de poesía en México.
“Por su triple faceta como autor de libros brillantes, de profesor de dos universidades y gran conferencista, fue un gran maestro de poesía; sin duda, el más importante que ha tenido México en los últimos años. La prueba está en que consiguió contagiar el interés por la mejor literatura a una inmensa cantidad de jóvenes, sin rebajarse a simplezas o a cursilerías, con el ejemplo de la suya propia y la de los autores que le gustaban. Una poesía seria, sofisticada e incluso, en ocasiones, especialmente difícil”, concluyó.