Fotografía: Especial

“Lengua dormida”, de Franco Félix, una carta de amor y un caleidoscopio del duelo

En CAMALEONES Redacción Leviatán

MÉXICO.- Después de un accidente que a la postre resultó fatídico, Ana María pasó tres años entrando y saliendo de una clínica en Hermosillo, ciudad en la que culminó la última de sus vidas. Tras su muerte, la biografía secreta de su pasado dejó ver una de las primeras: vivió en la Ciudad de México, tuvo un marido, cuatro hijos y lo abandonó todo.

Así arranca Lengua dormida, la más reciente novela del escritor sonorense Franco Félix, en la que las hebras que engarzan ambas existencias están contadas en esta novela, que es al mismo tiempo una hagiografía de la pérdida, una carta de amor, un caleidoscopio del duelo, una búsqueda y un hallazgo.

La novela, publicada por Editorial Sexto Piso, muestra que el duelo es tan difícil de superar precisamente porque invoca la ausencia de un relato.

Lengua dormida es un acto-reflejo frente a la orfandad, el recorrido mental de un hijo buscando a su madre muerta.

De manera caprichosa y metamórfica, como es la memoria, la narración del también autor de Kafka en traje de baño y Los gatos de Schrödinger está poblada lo mismo con anécdotas en apariencia baladíes —la fijación de su madre con Australia—, que con digresiones sobre el tiempo y el lenguaje. Pero nada es gratuito en la escritura del autor, su capacidad para generar imágenes —una turba de canguros huyendo del incendio para luego ahogarse en el mar— propele la narración, vinculando los momentos más álgidos de la historia con aquellas miniaturas domésticas que dotan de cuerpo y personalidad a una vida.

Sobre la obra, Antonio Ortuño destaca que es “una novela arriesgada y magistral. Varias veces estuve con la lágrima en el ojo pero igual me reí e igual padecí y admiré siempre la desfachatez, la sabia rareza y la inteligencia del texto”.

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