MÉXICO.- Como su nombre lo indica, las lenguas tonales son aquellas en las que el tono se usa como parte del habla, a estas se dedica el XIII Encuentro de Lenguas en Riesgo, el cual abrió con un conversatorio virtual, en el marco de la 33 Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH), proyectado en el Museo Nacional de Antropología y transmitido por INAH TV.
Entre los objetivos de esta mesa, organizada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y en la que participaron cinco fonólogos de esta institución, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Centenaria y Benemérita Escuela Normal para Profesores, está ponderar cuál es la relación entre la pérdida de contrastes tonales y la vitalidad lingüística, así como esbozar una historia natural de los sistemas de tonos, a saber, surgimiento, desarrollo, obsolescencia y desaparición.
El investigador de la Dirección de Lingüística del INAH, Francisco Barriga Puente, quien moderó el encuentro, detalló que el tono es uno de los rasgos suprasegmentales que tienen algunas de las lenguas del planeta, es decir, que caracteriza, afina y acentúa de manera particular a las vocales para, mediante la pronunciación, dotar a las palabras de diversos sentidos y significados.
En su intervención, el lingüista adscrito al Centro INAH Yucatán, Fidencio Briceño Chel, refirió que de las 32 lenguas mayas que existen, no todas registran el tono, y, particularmente, es sobre el maya yucateco del que han partido los datos para comenzar este análisis. Ahora, además, se han documentado también variantes de poslenguas mayas, como el mam o el teco, que tienen registros y presencia del tono; asimismo, una de las dos variantes del itzá se distingue por el desarrollo de este rasgo.
Explicó que el maya yucateco, el cual cuenta con alrededor de 800 mil hablantes en el territorio peninsular, aunque también los hay en Belice e, incluso, en la Bahía de San Francisco, en Estados Unidos, tiene un sistema con cinco timbres vocálicos que son contrastivos, no solo del sonido, sino también del significado. Así, dijo, se puede contrastar entre vocales cortas y prolongadas, y estas con las denominadas “vocales prolongadas con tono”.
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“Eso es lo que nos distingue a los yucatecos, que cuando hablamos alargamos casi siempre la segunda vocal. Está en el español yucateco, por eso hablamos como hablamos en esta región, y viene precisamente del tono de la lengua maya”.
Al igual que el maya yucateco, intervino el experto de la Escuela Normal para Profesores, con sede en el Estado de México, Antonio Romero Hernández, el mazahua –de la macrofamilia otomanguena, en particular de la subrama otopameana–, no tiene gran complejidad dentro de su inventario tonal, si se compara con otras lenguas como el mixteco, el chinanteco o el mazateco.
“El mazahua está determinado, principalmente, por su estructura prosódica, tiene tres tonos léxicos (alto, bajo y el descendente alto-bajo). El grueso léxico de esta lengua es bisilábico, y justo es en la primera sílaba de la raíz donde recae el tono, el cual es contrastivo; mientras que en la segunda sílaba solo existe un tono alto, flotante, que marca un linde de pie, por lo menos, en la variante del mazahua de occidente”, sostuvo.
Por su parte, el investigador de la Dirección de Lingüística del INAH, Rafael Alarcón Montero, dijo que el otomí de Ixtenco o yumhú, que se habla en Tlaxcala, es una variante de la agrupación otomí, también de la gran familia otomangue. Hizo hincapié en que a pesar de que Ixtenco es una población de aproximadamente ocho mil habitantes, no más de un centenar de adultos mayores es hablante de yumhú.
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Al respecto, “como suele pasar con las lenguas que están en proceso de dejarse de hablar, existe una generación que entiende la lengua, por ejemplo, aquellos cuyas edades oscilan entre los 70 y 60 años, o un poco menos, pero ya no la hablan y, por tanto, no pueden interactuar con los conocedores de la misma.
“Por eso, la pertinencia de este encuentro al poner acento en el desplazamiento lingüístico que padecen las lenguas tonales de México, un caso único es el yumhú, que puede considerarse prácticamente otra lengua distinta al otomí de Hidalgo o al del Estado de México, por sus aspectos lingüísticos: fonológicos, morfológicos, sintácticos, pero también sociales y culturales, irrepetibles”, concluyó.