Fotografía: Isis Mata / EsImagen

Tener una discapacidad no te convierte en discapacitado

En ESPECIALES Francisco Villanueva Huerta

Me gustaría definir la palabra discapacidad como una condición especial que limita parcialmente a la persona. Esa es la verdad, no se puede vivir con una discapacidad y pretender que nada ha pasado, pero tampoco se puede vivir con la idea de que una discapacidad te hace “discapacitado”. Discapacitado es alguien que no puede hacer nada y ninguna persona en este planeta es así. Está bien, tendrás una discapacidad, pero no te limita en todo los ámbitos de tu vida. Esa es una diferencia muy importante.

En algún momento todos hemos tratado con alguien que tiene una discapacidad. En la calle hemos visto a personas con ceguera, a personas en silla de ruedas o que sufren la falta de alguna extremidad. Lo que tienen en común estas personas es que, a pesar de las diferentes discapacidades, todas sufren problemas de adaptación, ya sea en su entorno laboral, en el entorno escolar, o en la vía pública. La sociedad se ha negado a adaptarse,  haciendo muy incómoda o poco práctica una simple acción. Me duele profundamente ver una sociedad que tiene conocimiento ético pero que, al mismo tiempo, es incapaz de remodelarse para incluir de una manera eficaz a sus miembros con alguna discapacidad. Personalmente, la palabra discapacidad es una palabra que llega muy al fondo de mi corazón, no sólo porque en mi anterior escuela traté con muchas personas que tienen alguna discapacidad; esta palabra me conmueve porque yo mismo pertenezco a esta comunidad. La discapacidad que tengo se debe a consecuencias post quirúrgicas y se manifiesta como una discapacidad parcial auditiva. En el oído izquierdo mi audición está prácticamente muerta, mientras que
en el derecho se mantiene, pero de manera desgastada si no es con el uso de un auxiliar.

Un camino largo y duro por recorrer ¿Por qué? Siempre hemos existido; algunos nacieron con una discapacidad y otros, como es mi caso, la adquirimos. La sociedad, sin embargo, nunca nos ha aceptado plenamente. Quizás esto sea resultado del materialismo y utilitarismo que han afectado las relaciones personales. Si hace mil años el rechazo era por motivos religiosos, ahora lo es por motivos comerciales.

Debido a que una persona con una discapacidad rinde menos en un puesto de producción, lo mejor que se puede hacer es desecharla. Llegamos al punto en el que mantener una economía a flote es más importante que el beneficio de las personas. Yo estoy muy agradecido con mi vida, pues jamás se me ha tratado con una visión desechable debido a mi discapacidad. Sin embargo, no me puedo conformar y este texto es un intento de ir mucho
más allá de su autor.

Negación/transición 
Como ya había mencionado, pude convivir con muchas personas que sufrían una discapacidad, entre ellas, Mafer, una joven de mi edad que lucha contra la ceguera. Recuerdo cuando llegó el primer día de clases a la escuela. Estábamos en primero de secundaria y todavía no tenía claro muchas cosas, entre ellas, el trato con una persona con una discapacidad visual. La primera vez que la vi, una sensación extraña me invadió, pues no sabía por qué sus ojos tenían esa mirada. A lo largo del día lo supe: Mafer tenía una discapacidad visual total. Durante el primer año, poca gente del salón quería acercarse a ella, pues una extraña aura flotaba a su alrededor. En el segundo año, la cosa cambió.

Integramos a Mafer y todo el grupo la pasó muy bien ese año. Tristemente comenzó el confinamiento y se perdió la esencia del grupo. Al siguiente año, trabajé con ella múltiples veces en equipo y pude observar que su esfuerzo no era doble; ella tenía que hacer un esfuerzo cuádruple. Fue ahí cuando comenzó mi admiración por su dedicación, sus increíbles ganas de vivir y su optimismo imbatible. Al final de mi último año en la secundaria, comencé a chatear con Mafer. Ella expresó muchísimas cosas sobre vivir con una discapacidad. Yo la escuchaba y esto me llevó a comprender lo esencial. ¿Qué comprendí? Las personas que vivimos con una discapacidad, necesitamos entornos menos hostiles, más prácticos y más cómodos.

Aceptación 
En definitiva, las escuelas requieren mejor capacitación en este ámbito, pues lo primordial debe llegar a los maestros, para que llegue a los alumnos desde temprana edad. Si la sociedad se cierra tanto, es porque sus miembros han estado acostumbrados al trato solo con sus iguales. Un punto vital para erradicar esto, es reconocer al otro como persona sin importar cualquier condición especial que tenga. También es de suma importancia tomar
conciencia de que todos tenemos una historia. Algunas serán suaves, otras duras, alguna que otra desgarradora y otras serán felices. Las personas con una discapacidad entramos dentro de las historias duras. En mi caso lo más duro que me pasó no fue la operación para extraer un tumor, lo más duro fue su consecuencia auditiva. Estoy consciente de que no había otra manera de eliminar el tumor, pero solía preguntarme: ¿y si nada de esto hubiera
pasado? Hasta hace un año y medio, mi respuesta sería: “una vida mejor”. No fue hasta que entré a la preparatoria, cuando me di cuenta de que vivir con una discapacidad te forja.

Dudo mucho de que hubiera potenciado mi gusto por la escritura si jamás hubiera perdido la mitad de mi audición. Posiblemente jamás me hubiera gustado tanto leer o investigar. No solo hay que aceptar el hecho de vivir con una discapacidad, también hay que mostrar con orgullo la cicatriz que la provocó.

¿Ahora qué?
Sólo mediante la aceptación de vivir con una discapacidad, pude ver las puertas a una respuesta: las personas se pueden integrar de manera satisfactoria en la sociedad e incluso destacar, pero sólo si se les da la estimulación adecuada. Esta es la palabra clave: estimulación. Alguien podrá nacer como un genio, pero si no recibe la estimulación necesaria para su talento, simplemente no brillará. Mafer y yo hemos sido personas con una
discapacidad y que, al mismo tiempo, han sido estimuladas en los entornos intelectuales, sociales y familiares. Sin embargo somos la excepción. Muchas personas pertenecientes a nuestro grupo, son obligadas a llevar una vida igual que todos. Esto es imposible. Si una persona con discapacidad auditiva total asiste a clases, los profesores tendrán que tener recursos visuales. ¿Acaso pretenden llevar la clase de manera normal? No es de extrañar
que muchos profesores opten por no enseñar y regalar calificaciones, todo porque es demasiado trabajo adaptar la clase para un solo alumno. Esa mentalidad destruye y no genera nada como sociedad, pero como no está mal vista, pocos quieren hacer algo.

Finalmente…

La frustración, el estrés y la ansiedad pueden llegar a ser cosas que uno siente con frecuencia si vive con una discapacidad. Lo importante aquí es romper el cerco y no dejar que esos tres estados sean el pan de cada día. Por supuesto, esto no es nada fácil. Siempre es mejor buscar ayuda psicológica, o al menos intentarlo, pero si esto no es posible, todo dependerá de una buena actitud. Cuando digo buena actitud, no hablo de estar todo el tiempo sonriente o de buenas, me refiero a estar consciente de que una discapacidad no es un factor limitante para todo; buena actitud es saber que tú puedes más que la discapacidad.

Algo que ayuda a formar esta actitud, es recordar que la vida siempre nos tiene reservado un camino de cosas buenas, el cual podemos rechazar o aceptar. Todos estamos diseñados para poder caminar sobre este sendero y dar lo mejor de nosotros a los demás si es que lo deseamos. Muchas veces este camino no se crea siempre con hechos o cosas puramente buenas, pues situaciones que, en su momento, parecen malas, logran desencadenar muchas cosas buenas. Para simplificar esto, es suficiente con decir que vivir con alguna discapacidad suele ser el evento por el cual realmente comienza la mejor parte de una vida.

La verdadera lucha consiste en crear un mundo en el que una persona con una discapacidad, sienta menos problemas o incomodidades y más oportunidades.

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