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“Animales sonrientes”, una mirada a la figura paterna desde el humor negro

En ENTREVISTA José Luis Prado

PUEBLA, MÉXICO.- Animales sonrientes del escritor poblano David Marín es un libro  donde el humor negro es la marca de la casa. Hay en el tratamiento de las historias que lo componen una preocupación por el recurso de la elipsis y las digresiones, las cuales ayudan muy bien a delinear a sus personajes y los temas.

El autor compartió con LEVIATÁN que este libro comenzó con la reescritura de algunas historias durante el confinamiento debido a la pandemia del SARS-CoV-2, y que luego consiguió un espacio en la convocatoria “Letras confinadas” de la Secretaría de Cultura de Puebla para su publicación.

FIGURA PATERNA 

Existen en el libro, por lo menos, dos grandes tópicos que lo recorren: la figura del padre y cierto desdén hacia las formas institucionales. Ante lo cual, el autor consideró que, “sólo hasta que el libro fue publicado y comenzó a ser leído por otras personas y me compartían sus impresiones noté que tendían a recalcar la figura del padre, o la paternidad en sí. Puede decirse que es un poco evidente en los cuentos del ‘Ovni’ y ‘Objetos perdidos’, pero para mí en lo personal, cuando los estaba escribiendo, recuerdo que eran historias sobre la soledad y desesperación”.

El cuento ‘Objetos perdidos’ narra la historia de un coleccionista de cosas olvidadas o extraviadas en una estación del metro, en ella el autor dibuja con profundidad y al mismo tiempo se adentra en la estructura de sus historias, muestra de ello es la siguiente cita “—Pero lo interesante es que aquella enorme piedra sagrada no la sacaron, sino que la volvieron a enterrar y encima construyeron la estación. Por eso dicen que en la estación Buenaventura hay tantos muertos, que por eso la gente va y se avienta a las vías.” Con un tratamiento de largas oraciones presenta un abanico de tramas satíricas que son la carta de presentación de este, su primer libro.

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SINTAXIS ESQUIZOIDE

El libro está creado bajo la premisa de una apuesta arriesgada, ya que abre con un cuento enmarcado en la ciencia ficción, específicamente, se trata de una historia distópica con la peculiaridad de presentar personajes ridículos y un lenguaje por demás escatológico, plagado de un ingrediente que adereza el humor negro y la violencia explícita.

En el cuento ‘Animales sonrientes’ se narra la historia de un estudiante universitario que ve truncada su carrera al ser raptado por una especie de secta de vagabundos, los cuales lo ingresan a un juego de horror. “Me siento mucho más identificado con la ciencia ficción que practican autores como Philip K. Dick o James G. Ballard. Una ciencia ficción mucho más cercana a la religión entendida como una manifestación sagrada y a la vez violenta. Tal vez de ahí venga un poco mi fascinación por lo distópico”, aseguró.

En este relato David Marín plantea el enrarecimiento y lo oscuro como método, ahí puede leerse lo siguiente:

Según él, la cal sirve para alejar a las ratas y los escorpiones. Uno que otro de sus compañeros a veces sale corriendo en plena madrugada diciendo que el diablo le picó el culo con su tridente. Él, cuyo nombre es Benjamín, que en su casa le decían Benja, que su madre le decía Benji y los compañeros de primaria le decían imbécil retrasado de mierda (ya no significaban nada, no guardan relación alguna con la voz que escucha dentro de su cabeza) piensa, dice, que el hecho de que su compañero haya salido corriendo en plena madrugada simplemente responde a la ausencia de cal en el fondo de su bote.

Al respecto del lenguaje, el también ensayista recordó su afinidad con autores como Thomas Pynchon y David Foster Wallace en la que en el primero observa “una continuación esquizoide paranoica de Cervantes y Rabelais; mientras que Foster Wallace sería como la continuación esquizoide, paranoica, depresiva de Wittgenstein o el mismo Don De Lillo. De igual modo, me di cuenta que lo que en Foster Wallace era una verborrea armónica, en mi caso sólo era una verborrea intragable”, apuntó.

Marín comentó que la primera versión de este cuento era mucho más espesa en lo que se refiere a la forma. “Luego me di cuenta que, si quería que la historia pudiese ser leída por alguien más además de mí, tenía que hacerla un poco más lineal o menos descriptiva”, puntualizó.

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EL AUTOR COMO LECTOR

Quienes conocen a David saben que es un lector voraz, y en ese ejercicio ha sabido descifrar la figura del marginal, la cual forma parte del centro como una suerte de parásito. “Pienso en los personajes de David Foster Wallace, pero específicamente Don De Lillo. La mayoría son empresarios, políticos, científicos, académicos o ejecutivos de inversión privada. Hombres poderosos que manejan de forma natural el lenguaje encriptado de Wall Street, pero al mismo tiempo son ajenos a esas dinámicas. Quizá personas que ya detentan tanto poder económico o capacidad intelectual que ya no saben cómo comunicarse ni con sus conocidos ni con sus ajenos. De ahí que en mi cuento ‘Animales sonrientes’ quisiera trabajar un poco ese mundo oculto. ¿Cómo se divierten los millonarios? ¿Cómo se divierten aquellos que presumiblemente ya no encuentran placer en nada?

LA VOZ DEL MARGINADO

Al adentrarse en las páginas de este libro se encontrarán bajo el influjo de ambientes oscuros, horarios nocturnos y enrarecidos, donde los establecimientos toman la forma de otro espacio, “Ya entrada la noche Horacio advirtió la metamorfosis del hotel. Horacio no sabía que las calles de alrededor representaban la zona roja. No sabía que esas calles estaban llenas de prostitutas, burdeles y picaderos”.

En este sentido, el autor afirmó que siempre le ha gustado la voz del marginado. Pero no una voz marginal en el sentido político o ideológico. “Entiendo más bien la marginalidad como una poética particular. Quizá la necesidad o la posibilidad de nombrar la realidad desde un punto oscuro, turbio, donde los juicios anquilosados de “el bien” y “el mal” no estén presentes, o simplemente estén mezclados de forma no jerárquica entre sí”, puntualizó.

DESDEN HACIA LAS FORMAS INSTITUCIONALES

En el ejercicio de la escritura de Marín se reconoce cierto desapego hacia las formas institucionales, el autor poblano nunca ha considerado que la esfera académica y la esfera literaria sean dos manifestaciones contrarias entre sí. “Si algo he supuestamente aprendido de la literatura norteamericana —más en su clave postmoderna— es que se pueden utilizar o parasitar ciertas formas, técnicas o procedimientos académicos e insertarlos en tu texto literario. Por supuesto, a nivel temático se puede encontrar en el libro cierto desdén hacia las Humanidades, pero yo hablaría más bien de un desdén hacia las formas burocráticas e institucionales que algunas escuelas buscan reproducir o perpetuar”, dijo.

En el cuento ‘Ovni’, que narra la historia de un profesor de filosofía y su relación con su padre a quien lo obsesionan las historias de objetos voladores, vemos el tono paródico ante las humanidades:

Antes de que le sobreviniera la embolia mi padre me gritó que era un pendejo. Dijo que no entendía por qué carajos había estudiado filosofía cuando todos sabían que esa mamada no dejaba dinero. Invocaba y lastimaba frecuentemente el nombre de Dios…Dios, pero también mis padres, se habían jodido durante muchos años la espalda para que pudiera ir a la escuela y en lugar de estudiar medicina o derecho como lo habían hecho mis primos…había optado por una carrera que nadie entendía, y la cual estaba en contra de todas nuestras creencias.

Los primeros tres cuentos del libro —‘Animales sonrientes’, ‘Ovni’ y ‘El profesor Austin’— mantienen cierto parecido con el estatus social e intelectual. De esta forma, podemos observar como en el cuento ‘El profesor Austin’ se narra la historia de un mayordomo que recuerda la figura de su profesor particular de lengua alemana, quien por un mensaje extraordinario construye una iglesia pagana y con esto da pie a la cólera de los vecinos.

Al respecto, comentó que “el tema de las Humanidades también está presente, me gusta tanto en su forma “valorativa” como “despreciativa” pero pasadas por el tamiz de la sátira”. El trabajo de Marín presenta una voz que está un poco más en las antípodas de la genialidad o la intelectualidad. Debido a la notable valentía en la pluma de joven narrador podemos esperar una entrega más de otro libro que rompa con la tradición de la cuentística, no sólo poblana sino a nivel nacional.

EL APUNTE

El viernes 18 de febrero a las 18:30, David Marín conversará con Gregorio Cervantes en el Café literario del Realengo, ubicado en la 15 poniente número 106, colonia El Carmen.

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