PUEBLA, MÉXICO.- Luego de una convocatoria emitida por el Centro de Escritura de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla a alumnos de nivel prerparatiria, el texto de Lilia Susana Ramírez Lara, una carta hipotética al Principito, resultó ganador.
El proceso no fue sólo redactar las cartas sino tener sesiones de retroalimentación en el Centro de Escritura con tutores de la universidad.
A continuación el texto:
París, Francia., 6 de abril de 1944.
Querido Principito:
Sé que no hemos hablado desde aquella vez que me dejaste bajo las estrellas, cuando me mostraste tantas cosas y me contaste historias maravillosas. Debo admitir que desde el momento en el que tu presencia risueña se marchó del planeta tierra, la voz que habita dentro de mí no deja de hacerse preguntas que me carcomen la mente y me impiden dormir por las noches, pero hay una que no deja de insistir en mi cabeza: ¿Por qué es tan difícil crecer? Y no me refiero a cuando tus piernas se vuelven largas y debes comprar ropa más grande, sino a aquel momento en el que te das cuenta de las cosas, el momento en el que descubres la monotonía con la que el mundo sigue su curso y la tristeza que habita dentro de los adultos que todo el tiempo están en busca de ambición y poder, los cuales parecen ser más importantes que el amor, el respeto y la lealtad.
Desde que te fuiste, y me llenaste la cabeza de reflexiones sobre mí mismo, me di cuenta de lo doloroso que es crecer. Ya no sé si el avión en el que viajaba cuando caí en el desierto era real, o sólo era una alucinación espléndida. No sé si mis sueños alguna vez existieron, o sólo fueron un entretenimiento pasajero de la niñez, porque cuando eres pequeño todos te felicitan y te alientan a ser lo que tú quieras, te prometen que algún día podrás cumplir tus más alocados sueños, ser aquel pintor en el que tanto anhelabas convertirte, sin embargo, es mentira, un día creces y debes ser realista, debes ser serio y recatado, convertirte en el vanidoso, en el geógrafo y el matemático, pues olvidarnos de la magnificencia de la vida en vez de apreciarla y disfrutarla, parece ser una tarea que el mundo está empeñado en realizar a toda costa.
Los adultos son tan extraños, siempre en busca de los tesoros equivocados; enajenados con una historia jamás contada en la que se dice que existe un baúl lleno de monedas y joyas tan brillantes como el mismo sol, que podrá hacerlos felices y darles una tranquilidad que sólo puede compararse con la muerte o un sueño de lo más bello, pero ¿por qué se preocupan más por el brillo de una moneda que por el que puede producir una persona? A partir de todo lo que me enseñaste, he comenzado a observar al mundo y a las personas de forma diferente. Me percaté de la poca importancia que se le da a las cosas que verdaderamente deberían tenerla, de lo mucho que nos hemos olvidado de domesticar, de cuidar, de remendar las relaciones; de sentir, de experimentar, de sentirnos vivos, felices y plenos con el corazón. ¿De qué sirve existir y estar aquí si vamos a desperdiciar el preciado tiempo que tiene una prisa inimaginable por desaparecer, en la frivolidad de cosas que no tienen sentido? En mi planeta, nos hemos olvidado de lo que realmente tiene valor; nos preocupamos más por el cascarón que por lo que contiene en su interior. Lo que me hace recordar con mucha admiración, el secreto de tu preciado e inteligente zorro “sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”. La gente aquí no conoce ese fragmento de sabiduría, o tal vez lo hacen pero prefieren hacer caso omiso de él, pues lo demuestran con las atrocidades que han llevado a cabo, como la guerra.
A veces me da un miedo garrafal dejar de reírme con las estrellas, y apreciarlas como si fueran el fenómeno más bello del universo, de olvidarme de ti, y de tu encantadora sonrisa que me reconfortaron en la soledad del desierto, de dejarme llevar otra vez por la incansable búsqueda de la seriedad por parte de los adultos y ser parte de esa comunidad que se empeña en destruir sueños. Amigo: gracias por abrirme los ojos y curar mis heridas en el alma, ya que haber encontrado un pozo de agua en aquella noche de desesperanza bajo el cielo estrellado, cuando creía que estaba a punto de desfallecer, logró poner fin a mi dolor y me está obligando a apreciar la vida con ojos diferentes, y por eso, sólo por eso, te estaré eternamente agradecido.
Principito, si aún no te aburro con mis palabras, quisiera pedirte un favor. ¿Cómo puedo dejar de crecer? Sé que ya soy un adulto, pero ¿cómo puedo evitar que mi mente se convierta en su totalidad en la de uno? Simplemente no quiero que eso suceda, no quiero convertirme en un habitante más de uno de los planetas que conociste, no quiero dejar mis sueños atrás otra vez porque a veces es tan complicado luchar contra un sistema que te mantiene arraigado a la monotonía y te manipula con la existencia del éxito. No quiero ser yo, el que le diga a un pequeño de imaginación volátil, que su habilidad para dibujar es casi nula y que es mejor que concentre su atención en actividades más importantes como la geografía y el álgebra. Si tienes la respuesta, y consideras que es conveniente contármelo como un susurro, o es mejor explicarlo abiertamente al mundo, estaré esperando, impaciente, tu respuesta.
Con mucho cariño, tu amigo el aviador.
Antoine de Saint-Exúpery.