PUEBLA, MÉXICO.- Desde los 5 años de edad, Feliciana Santos aprendió las técnicas de bordado artesanal que por generaciones han practicado en su comunidad. Igual que las otras mujeres de origen indígena de Hueyapan, Puebla, sabe el esfuerzo y el significado de cada puntada en los chales, blusas o vestidos que hacen.
Y es que tan sólo para elaborar una de las prendas toma de entre dos a seis meses, desde la preparación de los materiales, la costura y el bordado a mano, además del tiempo que toma el teñido de las fibras de lana con tintes naturales como la grana cochinilla, hierbas silvestres, frutas y flores, según narró a este medio de comunicación.
Feliciana forma parte de Yoltachijchihuanej (Trabajadoras de Corazón), un colectivo de diez mujeres indígenas artesanas que desde hace diez años se unieron para dar a conocer los textiles que hacen y comercializan en la región.
APROPIACIÓN CULTURAL
Para las miembro de Yoltachijchihuanej, crear sus prendas va más allá del largo tiempo que toma, pues imprimen en los bordados la cosmovisión de su pueblo y su gente. No obstante, en reiteradas ocasiones los diseños de estas y otras artesanas a lo largo del país, han sido plagiados por grandes marcas nacionales y extranjeras.
A finales de octubre pasado, la diseñadora francesa Isabel Marant fue señalada de plagiar el diseño de los gabanes originarios del municipio de Charapan, de la Meseta Purépecha, en el estado de Michoacán.
Hace un par de años, la casa francesa Christian Dior utilizó los diseños de macramé de la comunidad de San Juan Chamula, Chiapas, para elaborar bolsos y pulseras en una de sus colecciones.
Junto a ellas, otras marcas nacionales e internacionales han caído en actos similares sin que ninguna haya dado crédito a las comunidades, como por ejemplo Thath It, la estadounidense Forever 21, la marca indonesa Batik Amarillis, además de las británicas Star Mela y Marks and Spencer.
Aunque marcas como éstas han argumentado que se trata de una “inspiración en el arte mexicano”, defensores de los derechos culturales han advertido que la apropiación cultural daña severamente a los pueblos y comunidades indígenas.
DEFENDER LA PROPIEDAD INTELECTUAL INDÍGENA
Ante la falta que es la apropiación de los conocimientos tradicionales, la Secretaría de Cultura federal anunció que trabajará para proponer a la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) un instrumento jurídico que permita proteger a nivel internacional la propiedad intelectual de las comunidades indígenas del país.
Entre los puntos que se tiene que tratar para ello está el reforzar la legislación mexicana y presentar una petición formal a la Unesco para impulsar un proceso de reflexión internacional sobre aspectos éticos en torno a la apropiación cultural indebida y la remuneración justa a las comunidades portadoras sobre el uso de sus elementos culturales.
También incorporar al Plan de Acción del Decenio de las Lenguas Indígenas un pronunciamiento e impulsar la aprobación de una Recomendación del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas en su próxima sesión prevista a celebrarse en abril de 2021; y buscar la inclusión del asunto en una Resolución de la Tercera Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en su 76º periodo de sesiones a realizarse en otoño del próximo año.
RECONOCER LOS DERECHOS DE COMUNIDADES ORIGINARIAS
Ante el interés que las grandes marcas han mostrado por los diseños tradicionales, la secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto, ha señalado que lo que se busca es lograr un mecanismo que reconozca los derechos y ponga al centro de las decisiones a las comunidades originarias.
Autoridades correspondientes han señalado que ello pondría al país a la vanguardia del debate global de apropiación cultural, lo cual beneficiaría a los artesanos textiles del país quienes, como Feliciana, buscan el reconocimiento internacional de su trabajo.
“Pienso que no lo valoran el trabajo que uno lo hace, no lo valoran porque los trabajos que hacemos es cien por ciento artesanal a mano. Mucha gente viene y lo regatea (pero) lleva muchas horas de trabajo, los teñidos tiene un proceso que la gente lo desconoce no lo valora”, apunta Feliciana Santos.