MÉXICO.- La década de los años 90 apenas comenzaba cuando Silvia Carmona, ama de casa mexicana con 22 años de edad, fue diagnosticada como portadora del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), de no saber nada sobre ese padecimiento, ni de las formas de contagio se convirtió en una luchadora para obtener medicamentos retrovirales.
De acuerdo con información de Aids Healthcare Foundation México (AHF México), 90 por ciento de las mujeres diagnosticadas con Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) lo adquirieron mediante una pareja estable.
Silvia expuso que antes, cuando el VIH empezaba a conocerse, quienes eran diagnosticados con ese mal, sólo podían hacer una cosa, sentarse a esperar la llegada de la muerte. Ella no sabía el significado y magnitud de tal virus, como ama de casa tampoco sabía que en su cama había entrado, ni que el condón la hubiera podido salvar, según sus palabras.
Explica que fue criada en una familia en la que en la mesa se reúnen todos los estereotipos de género, Silvia creció creyendo que la violencia que le propinaba su marido desde que se casó a los 15 años era natural, “es tu cruz y tú la vas a cargar hasta donde puedas”, le decía su madre, así que cuando le llegó la noticia de que tenía una enfermedad rara, no supo qué hacer.
Por aquellos días, recordó, los médicos te trataban a tres metros de distancia, algunos iban vestidos con trajes parecidos a los de los astronautas, entre ese ir y venir para conocer más sobre su nueva condición conoció a Adrián Gómez, un activista homosexual.
Él formaba parte del entonces naciente Frente Nacional de Personas Afectadas por el VIH (Frenpavih), enfatizó, quien le abrió los ojos para hacerle entender que tenía derechos, mismos que minutos después le fueron borrados por una cachetada de su marido, quien la regañó por hablar con desconocidos.
“Reclama tus derechos, despierta”, le había dicho Adrián, quien a partir de ese día fue su consejero, su guía, en cuanto al entonces esposo de Silvia, le reclamó sus salidas como recién estrenada activista, pero lo calló al arrojarle la plancha de la ropa y le recordó quién era el responsable del virus que corría por sus venas.
Cuando no sabía de qué se trataba, Silvia creía que un paracetamol o un antibiótico aliviarían su enfermedad, sin tener idea de la magnitud del VIH, “yo pensé que esto del Sida era de una semana, no de toda mi vida”, recordó con los ojos llenos de vida.
Ella es una mujer de mediana estatura, pero con grandes aspiraciones, a 23 años de aquello, cuando ni siquiera conocía sus derechos, ha tocado las vidas de muchas personas.
Al reflexionar sobre su esposo, el VIH y su bisexualidad, la atención médica, salir adelante, “carburé al millón, por ese entonces la prueba tardaba un mes en dar resultados”, ello aunado a la posibilidad de que el más pequeño de sus hijos, de entonces dos años, pudiera estar contagiado por el virus, por lo que se comprometió en que si su hijo estaba bien ella buscaría la manera de ayudar a las personas afectadas por ese virus.
En la actualidad, atiende Casa Diego, en la delegación Coyoacán, de la Ciudad de México, “si yo sola pude sacar a tres hijos adelante, los tres son licenciados, puedo sacar a más personas”, expresó orgullosa, sin embargo, puntualizó que a su hogar solo entran quienes quieren crecer, hacer algo grande con su vida.
Aquella mujer de hace 23 años “ya se murió”, expresó al recordar que por esos días desconocía todos sus derechos, tampoco sabía que podía decidir sobre su cuerpo, sobre su sexualidad, ni siquiera de enfrentar su propia desnudez, víctima de los abusos de su marido.
La ahora activista continúa en pie de lucha por el despertar de las mujeres y aún después de apoyar durante más de dos décadas a personas afectadas por este virus sin distinción de género o preferencia sexual, continúa siendo víctima de discriminación y hace un año el mote de “sidosa” apareció en su panorama.
Con pistola en mano, uno de los vecinos de Silvia, donde también opera Casa David, le dijo “te voy a matar por sidosa”, ella quedó petrificada para luego recordar todas y cada una de las batallas libradas desde hace 20 años, “si pude con la epidemia, si pude con mi vida, que no pueda con un vecino”.
En ese sentido, puntualizó la importancia de sumar esfuerzos para lograr mayores avances en materia de equidad de género, “el VIH no mata, mata más la ignorancia”.
En ese sentido, refirió que se debe dotar a las mujeres de mayores herramientas, con educación, con acceso a oportunidades laborales para fortalecerlas y dotarlas del poder de elegir sobre sí mismas, “quitarnos ese mandil de la cocina para salir y ver lo que está sucediendo en la sociedad”.
“No es necesario ser VIH, no es necesario tener una enfermedad para que te golpees, sino salir de sus casas y tener otra perspectiva en la vida, objetivos, no quedarnos dormidas, porque la vida se vive una vez, no se vive varias veces y bendito Sida porque no hubiera crecido como mujer”, finalizó Silvia Carmona.