MÉXICO.- Naomy y Mitzary son un orgullo en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, y en la edición 39 de la Marcha del Orgullo LGBTTTI pusieron en alto a la comunidad Muxe, al convertirse en las “reinas” de Paseo de la Reforma.
Durante el largo recorrido, al que acudieron más de 500 mil personas, según cifras del comité organizador, fueron observadas, admiradas, aplaudidas, fotografiadas y hasta “piropeadas” por uno que otro asistente, como si se tratara de alguna celebridad.
Con paso firme avanzaron por avenida Juárez y Eje Central para incorporarse a Cinco de Mayo, una arteria elegante y vivaz que hizo juego con su vestimenta colorida, hasta llegar al Zócalo capitalino. Del asfalto hicieron una pasarela, sonreían y caminaron al ritmo de los tambores.
Mitzary Toledo, de 21 años de edad, lucía un traje negro de terciopelo que contrastaba con las flores de colores bordadas, el huipil o resplandor sobre su cabeza y un olán blanco que apenas dejaba al descubierto sus zapatillas plateadas.
El traje de tehuana es el más representativo del Istmo de Tehuantepec y corresponde a las mujeres de la etnia zapoteca. “Es un orgullo portar algo de mis raíces, de mi cultura y tradición”, enfatizó la joven muxe, quien acudió por primera vez para exigir tolerancia e igualdad.
Mientras tanto, Naomy Méndez cautivó con un vestido istmeño pintado a mano y en color azul. Era similar al de una novia, con unos alcatraces grandes y flores bordadas a la altura de las piernas y en la cola de la prenda.
Así marcharon, sin separarse una de la otra y con la bandera del arcoíris muy en alto. Lo hicieron en representación de aquellas muxes que no pudieron asistir a la fiesta de la diversidad que, a pesar de muchas conquistas alcanzadas, el camino es aún largo para el movimiento Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Travesti, Transexual e Intersexual (LGBTTTI).
Méndez Romero considera que si bien el colectivo ha ganado derechos, aún hace falta mucho trabajo para reducir los actos de discriminación y la homofobia que sufre ese sector de la población, sobre todo en provincia.
“Mientras visible somos, mayor es la homofobia”, acentúa la joven de 25 años de edad, al exponer que ella padece de discriminación en la universidad por carecer del documento (acta de nacimiento) que le acredite su cambio de identidad de género.
“Conmigo ocurre cuando pasan la lista de asistencia y pronuncian mi nombre de nacimiento. Para mí es algo incómodo y, al hacer un cambio de identidad, me sentiría más a gusto”, menciona.
Comenta que de momento hizo una pausa en sus estudios de ingeniería industrial, pues -argumenta- busca la manera de dar solución a ese problema y, con ello, ayudar a otras de sus compañeras que lo padecen.
“Deberíamos acércanos a las personas, sensibilizarlas y decirles que también somos seres humanos y tenemos corazón, y decirles que queremos igualdad”, insiste la promotora de derechos humanos.
Ambas tienen mucho en común y, como parte de las conmemoraciones del Día Internacional del Orgullo LGBTI, Naomy le pasará este viernes la estafeta a Mitzary, quien será coronada como reina muxe durante la marcha que se realizará en la ciudad de Oaxaca.
La nueva reina tendrá las encomiendas de seguir en pie de lucha por los derechos de la comunidad istmeña, apoyarla para preservar su cultura, costumbres, tradiciones y bordados y guiar a las nuevas generaciones, pues son parte de la estructura social.
Deseos encontrados
Cuando él (Mitzary) era niño jugaba mucho con sus hermanos, primos o amigos. “A mí me gustaba ser la mujer en todos juegos; desde muy temprana edad sabía que era muxe”, cuenta a Notimex.
Era el más pequeño de tres hermanos y, luego de cumplir los 13 años de edad, ya empezó a tener una “atracción formal” por un varón. Dice que dos años después decidió armarse de valor y hablar sobre su orientación sexual con sus papás.
“Desde entonces yo soy una chica trans”, expone la joven, quien reconoce el proceso de aceptación fue difícil con la familia. “Siempre lo acepta primero la mamá; ella es quien nos cubre en todo, nos apapacha, cobija y apoya”, señala.
Para Naomy, quien también decidió mantener su nombre de nacimiento en anonimato, ocurrió algo similar. “Yo empecé a los cinco años (…); a mí siempre me gusto jugar con niñas y hacer pastelitos”, relata.
A esa edad -indica- su mamá y abuela veían que su tendencia “era un poco femenina” y auguraban que ella sería muxe. “Desde muy chica me di cuenta eso es lo que quería; era algo natural”, apunta.
Ambas forman parte importante de la población del Istmo de Tehuantepec, al sureste de México, donde habitan los muxes, indígenas nacidos con sexo masculino que asumen roles femeninos en cualquiera de los ámbitos social, sexual y/o personal.
Se dice que San Vicente, patrón de esa región del país, viajaba con tres costales llenos de granos que iba repartiendo: uno era de granos masculinos, el otro de los femeninos y el tercero tenía de ambos (la diversidad).
“Iba caminando y se tropezó. Esto provocó que se rompiera el tercer costal y los granos cayeran en Juchitán”, comparte Mitzary la historia.
Méndez Romero explica que el término “muxe” vino con la invasión de los españoles en Juchitán de Zaragoza. “Ellos empezaron a llamar muxes a las mujeres”.
Puntualiza que también se ha dado a la tarea de investigar, junto con otros antropólogos, el origen de esta palabra, y precisa que ésta proviene de un diccionario en lengua zapoteca y significa “miedo afeminado”.
“Pero yo quito el dilema de miedo porque, como seres humanos, miedo tenemos todos”, enfatiza la estudiante de ingeniera, al considerar que la comunidad muxe “rompe el miedo” para tener una identidad propia.
Hoy en día, los muxes son reconocidos y respetados en la familia tradicional, al ser considerados los mejores hijos porque nunca abandonarán el hogar y serán un apoyo incondicional, en especial cuando las mamás dejan de trabajar.