PUEBLA, MÉXICO.- Nos conocimos en 2017 durante la Feria del Libro que organizó la BUAP en el Complejo Cultural Universitario, apenas cruzamos un par de palabras e hicimos clic de inmediato. Ahí me enteré que Luis Reséndiz (Veracruz, 1988) tenía publicado Insular (Cuadrivio, 2016).
Poco a poco fui siguiendo sus textos y columnas aparecidos en medios electrónicos, que se encuentran entre el ensayo y la “varia invención”, como diría Juan José Arreola. Luis fue uno de los pocos que defendieron la renuncia a la escuela de Mars Aguirre, la chica cuyo video se hizo viral en redes sociales.
Los temas de la entrevista van desde la imaginación hasta los nazis, de la escuela al cine y a los cómics .
—¿Por qué crees que la imaginación sigue siendo tan poderosa en esta época posmoderna? Uso posmoderna con un poco de ironía pues no sé si estemos viviendo la posmodernidad pero no encuentro otro adjetivo para llamar a este tiempo.
—La realidad es difícil de enfrentar, por varias razones. No solo porque es abrumadora y horrible y compleja, sino también porque el mundo hipermediatizado posibilita un torrente de información real o presuntamente real que es difícil de asimilar.
La imaginación, o la ficción, aparecen entonces como armas y escudos, como formas de ataque y de defensa, con las que lo mismo nos pertrechamos y nos refugiamos que salimos a enfrentar la realidad. La ficción es escudo porque nos permite evadirnos, pero también es arma porque con ella imaginamos mejores realidades. Es decir, más allá de que la imaginación caduque, creo que solo se hace más potente, más necesaria que nunca. La imaginación solo dejará de ser relevante cuando habitemos un mundo perfecto.
—El encabalgamiento que tienes de los géneros en Insular nos remite sin duda a algo que tú mismo mencionas en la introducción: nos hace recordar a Juan José Arreola y la “varia invención”. ¿A qué se debe que escribas sobre esa forma?
—No me gustan mucho las ataduras. No me gusta el trabajo de oficina, no me gusta pagar mis impuestos, no me gusta dar ni recibir órdenes. No me gusta ninguna disciplina impuesta, aunque sigo a pie juntillas la propia.
¡Vaya!, no me gustan las fronteras ni las férreas delimitaciones, ni me gusta que vivamos en una civilización dispuesta a imponerlas tan a la ligera a todos sus integrantes. Las detesto. Este sentimiento, me parece, se trasladó con mucha naturalidad a lo que escribo, que dentro de mis limitaciones, procura no obedecer acríticamente las benditas fronteras que delimitan a los géneros. Creo que escribo o pretendo escribir “varia invención”, en sentido estricto, por punk, por desobediente.
—Hace unos meses se dio una controversia con Mars Aguirre, la chica que decidió abandonar la escuela y escribiste un texto el cual defendía la adquisición del conocimiento no necesariamente en el ámbito escolar. ¿Es necesaria la escuela o necesita reformularse?
—La escuela es una institución aparentemente noble pero que sí ejerce un alto grado de control y manipulación, en particular la educación básica, incluyendo a la preparatoria (…) Claro que es necesaria. O al menos es útil para algunos. Pero creo que hace falta reformular muchas cosas, reivindicar el aprendizaje fuera del aula, entender que es imposible que un profesor enseñe de verdad a grupos de cuarentaitantos niños, desechar las estúpidas normas de corte de pelo o de piercings o de tatuajes o de maneras de vestir; la rigidez de los horarios, revalorar la importancia de despertarse tarde, vaya, toda la serie de imposiciones que se le hacen a los miembros más vulnerables de nuestra sociedad sin siquiera preguntarles qué es lo que buscan o quieren o desean.
No sé en la educación universitaria, porque podríamos decir que es un problema que no me interesa mucho, pero cuando menos en la educación básica es urgente una reforma auténtica, no laboral sino mental, una reforma de la conciencia de la enseñanza y sus supuestos objetivos. Por eso dejé de enseñar y por eso abrí un taller de creatividad para adolescentes, porque me interesaba seguir trabajando en el acompañamiento pero no desde la acrítica rigidez institucional de la educación formal mexicana.
—En “Genealogía abreviada de la cocaína” nos cuentas la historia de Hilda Krüger y su vida como espía alemana. En algún momento había escuchado que existe un libro no traducido al español que se titula La suástica rosa, en donde se habla sobre la homosexualidad en el Tercer Reich. ¿Qué tanto, historias como la de Krüger, en verdad ocurrieron y qué tanto crees que sean parte de ficción?
—En ese texto lo único que está inventado es la relación entre Hilda Krüger y un espía, porque todo lo demás sucedió y está relativamente documentado, incluyendo el plan nazi para inundar de droga a los Estados Unidos, que aunque nunca se llevó a cabo, existió. Los nazis estaban muy orates, a la distancia casi fascinantemente orates.
El ascenso de Trump me hizo volver a mi obsesión por el nazismo. Recientemente corregí un par de libros de no ficción sobre el nazismo, uno sobre el proyecto Lebensborn y otro sobre un farmacéutico de campos de concentración, y los horrores que esa gente realizó son delirantes, más ficticios que la ficción.
Mucho se ha fabulado, pero mucho es verdad, y hay que revisar hasta desfallecer esa parte, la verdadera, porque es una de las peores cosas que hemos hecho como especie y necesitamos nunca olvidarlo.
—¿En algún momento intentaste ser periodista? Te lo pregunto porque muchos de los textos incluidos en Insular se acercan a la crónica.
—No, para nada, pero la crónica es de mis géneros favoritos. La intento, pues. Tengo un proyecto de crónicas de la vida en México, una cosa según yo como de Ibargüengoitia, y algunas se han ido filtrando por ahí en revistas.
No podría ser periodista, no tengo el rigor, me gusta imaginar, pero la crónica es donde mejor me acomodo, aunque al final casi siempre termino fabulando al menos un poquito. Ha de ser que miento muchísimo.
—¿Qué disfrutas más, el cine o los cómics? ¿Qué piensas de las fusiones que en la última década se han realizado entre ambos?
—Si el mundo se acabara hoy y alguien en toda su piedad me ofreciera meterme a un búnker para salvarme pero escogiendo tan solo el cómic o el cine, creo que me tardaría tanto en decidir que mejor me dejarían afuera.
La superposición de ambas cosas me fascina y entusiasma; me hace muy feliz que dos de mis aficiones vitales se unan y se empalmen. No siempre me gusta cómo lo hacen, pero así son los matrimonios, imperfectos.
—Esta es una pregunta que le hago a todas las personas que entrevisto, ¿qué es el amor?
—Creo que es la conciencia de que uno puede formar parte de algo simbiótico, que involucra no solo a uno mismo sino a otra u otras personas, otras entidades fuera de ti mismo. Como todo, esa pertenencia es susceptible de terminar, pero una vez que sucedió, nadie puede arrebatártela.
Óscar Alarcón: @metaoscar
Neotraba: @neotraba