TLAHUELILPAN, HIDALGO.- El sol brilla fuerte sobre las cabezas de los deudos de los familiares y amigos de las personas que perdieron la vida en la explosión del viernes pasado, entre seis y cuatro hombres cargan cabizbajos los brillantes féretros por la calle principal, los conjuntos musicales entonan “las golondrinas” y el “paloma negra”, van al panteón municipal a llorar los dolores del pueblo de Tlahuelilpan, Hidalgo.
Una mujer vende dulces y refrescos en la entrada del panteón, “no parece día de muertos, porque la gente no viene contenta, incluso hay más movimiento que en noviembre”, tampoco vienen con flores de cempasuchitl, ni comida para departir, solo con las miradas llenas de agua, dijo al señalar que ella no perdió a ningún familiar, pero en el pueblo seguramente todos tienen un familiar que murió ese viernes, dijo mientras acomodaba los refrescos en una cubeta llena de hielo.
El panteón ostenta tierra suelta por todos lados, incluso siguen cavando fosas, y hay rosas, crisantemos y numerosas flores multicolores, las enormes coronas cuyos letreros versan “te recordaremos siempre” yacen tranquilas sobre las frescas tumbas.
“Todos los días desde el domingo hay entre seis y siete entierros, nosotros nomás venimos todos los días a acompañar a las familias, porque acá todos somos familia, todos perdimos algo”, dijeron dos hombres con la sombra de la muerte en sus ojos mientras esperaban a Don Jorge Rodríguez, que acaba de fallecer.
El no estaba en la tragedia del viernes, pero ya estaba enfermo y las personas creen que murió de pena, al saber que sus sobrinos y familia habían perdido la vida tras la explosión, “la gente está bien dolida”, dijeron al señalar la tumba de Victor, de 16 años, que ese día estaba cerca de los sembradíos de alfalfa, “nomás fue de mirón y se murió”, dijeron.
Unos aún llevaban el uniforme de la escuela, otros sólo las mochilas, habían ido a dar el último adiós a Víctor, todos son compañeros de la preparatoria, “todos estamos tristes”, dijeron pateando la tierra, sin querer hablar mucho, sin levantar del suelo los hinchados ojos, sin la común alharaca que hacen todos los estudiantes de preparatoria cuando vienen juntos.
Tenía los cabellos despeinados y la mirada en el cúmulo de tierra, en las flores, en el pasado, es familiar de Víctor, no quiere decir que tan cercana a la familia porque tiene miedo de que la gente piense que anda hablando de más, no se quiere meter en problemas, “es tanto lo que quiero decir, tanto lo que pasó pero no quiero hablar”.
Era bien trabajador, comenta cambiando de tema, sin levantar la mirada, como si quisiera revivir a su familiar a punta de mirar la tierra suelta, “le gustaba mucho mucho el trabajo, donde lo pusieran se ponía a trabajar, ayudaba en la pollería familiar, en lo que fuera ayudaba”, explicó con un hilo de voz al mencionar que al menos a ella Victor no le había dicho qué quería ser de grande, pero de que era trabajador, era trabajador el muchacho, puntualizó.
No sólo se murió Víctor, también murió su hermano Luis, los dos están enterrados en la misma fosa, también murió otro primo de ellos, que está por allá más adelante, dijo al señalar unas tumbas que estaban a unos metros de distancia, esa semana han asistido al menos a tres entierros y sus ojos ya sin lágrimas dan cuenta de ello.
El día de la explosión fue su marido el que le avisó, salieron corriendo a ver qué pasaba, ya fue cuando se enteraron que Víctor, su hermano Luis y el primo de ellos estaban ahí, “gracias a Dios si encontramos los cuerpos, calcinados pero los encontramos, porque muchos no encontraron nada”, dijo mientras partía arrastrándo los pies con la triste comitiva de familiares y estudiantes de preparatoria.
Los vidrios de la Casa de Cultura de la localidad tienen pegados cartelones de personas que aún son buscados por sus familiares, por los apellidos repetidos en más de dos hojas con fotografías y señas particulares de los desaparecidos tras la explosión, se trataba de familias que ese día tuvieron la mala idea de acudir al llamado de gasolina para todos.
Afuera del lugar, hay personal del DIF de Hidalgo, están estacionados en diversos autos, de acuerdo con uno de ellos, se encargan de trasladar a los familiares de las personas que todavía están luchando por su vida en los hospitales de la Ciudad de México para saber su estado de salud, da al menos dos vueltas diarias, “no pregunto mucho, por respeto y porque sus caras lo dicen todo”, expuso.
Los campos de alfalfa donde ocurrió la explosión hace poco menos de una semana permanecen resguardados por personal de seguridad del estado de Hidalgo, solo hay una veintena de personas que cuidan el lugar, suelas de zapatos calcinadas, masas informes de plástico que en otros tiempos fueron cubetas y que hoy solo ostentan asas de metal, recipientes de jabón de ropa líquida y manchas negras de pasto y hierba quemada, muchas manchas.