CHICAGO. EEUU.- Catrinas, vírgenes, símbolos aztecas y taínos, o incluso icónicos retratos de lideres revolucionarios, cantantes y hasta de Chespirito, son imágenes que se plasman en los murales de Chicago, aquellos que en las comunidades latinas han sido símbolo de la cultura de sus residentes que dejaron sus países de origen o han creado a lo largo de sus estancia en esta ciudad.
Los vecindarios que se adornan con colores, recuerdos y demandas de los habitantes, en sus inicios comenzaron siendo sólo aquellos donde vivían los migrantes mexicanos, quienes dedicaban estas piezas a las situaciones de injusticia que vivían en Estados Unidos como en México, comentó el muralista y activista, Luis Raúl Muñoz a Notimex.
Pero no tardó mucho tiempo para que otras comunidades comenzaran a adaptar esta expresión; sobre todo, se hizo más presente en aquellas áreas donde las minorías buscaban a través de esta arte público tener una voz para demandar igualdad.
Áreas como Pilsen, la Villita, Humboldt Park, Backyards, entre otros vecindarios, empezaron a empaparse de arte que empoderaba y representaba a sus habitantes; sin embargo, señaló el activista, fue cuestión de unos años para que las mismas características que hacían que estas obras monumentales impactaran a los espectadores, pudieran convertirlas en un comercio.
En barrios latinos, en sus inicios, la temática de los murales era sobre política y la comunidad.
Ahora, los artistas contemporáneas hacen trabajos coloridos y llamativos, sin embargo, Luis Raúl Muñoz que los tiempos actuales demandan “seguir usando esta herramienta para denunciar las injusticias que existen, parte de esta transformación se debe a la gentificación y comercialización que están teniendo los barrios”.
Situación que viven los vecindarios más icónicos de la ciudad, ya que al ser diferentes o tener características llamativas, se han vuelto un atractivo para aquellos ciudadanos con mayor poder adquisitivo, creando el desplazamiento de negocios como de residentes que no puedan competir ante la demanda.
Dicho aspecto fue retratado en uno de los murales del artista puertoriqueño, Cristian Roldán, al retratar el desplazamiento que también se vive en la comunidad boricua de Humboldt Park. A través del arte público, se hace un llamado constante a la audiencia a cuestionarse lo que se vive y busca generar acciones.
“Un mural es físicamente activo, es una crítica social que ayuda a la imaginación social y permite cuestionar lo que pasa, ayuda a imaginarse lo que se puede hacer para que la situación sea distinta, es abrir la puerta al pensamiento y a la acción que puede hacer el individuo para demandar un cambio o por lo menos se abre la puerta al pensamiento critico”, detalló.
Ambos artistas para el diseño de sus obras incluyen a la comunidad, ya sea aportando ideas o incluso pintando con ellos, ya que consideran que esto permite a que se sientan representados en la obra que se esta plasmando, siendo así que en su mayoría la temática representa lo que se vive en sus zonas.
Esta decisión de retratar a las comunidades marginadas, le costó un mural a Luis Raul. Relató que una de sus obras que contenía representaciones sobre la cultura afroamericana y la belleza de ésta, fue destruido cuando una organziación compró el edificio donde se encontraba la obra.
A pesar de este tipo de percances, los muralista consideran de gran importancia usar el arte público para empoderar y darle una voz a las comunidades, e inspirarlas a tener esperanza en el cambio.