- Es probable que Catarino Garza regrese a su natal Matamoros, Tamaulipas, donde se prevé un homenaje con familiares, historiadores, periodistas y población general interesada en la vida pública del país.
MÉXICO.- Catarino Erasmo Garza Rodríguez fue, “el último de los periodistas independientes, el más humilde de todos”, que un 9 de febrero de 1892, abandonó su pluma para empuñar la espada contra la tiranía y la defensa de los derechos del pueblo mexicano, emprendiendo el sueño de una revolución que nunca le venció.
La vida de este revolucionario olvidado que enfrentó a Porfirio Díaz y llamó a derrocarlo 18 años antes de que lo hiciera Francisco I. Madero, en 1910, fue recordado 132 años después por el primer presidente en México que emanó de un movimiento de izquierda en la historia reciente, Andrés Manuel López Obrador.
En su habitual conferencia de prensa matutina, el presidente anunció que la Fiscalía General de la República (FGR) confirmó el hallazgo de los restos del insurgente Catarino Garza en la isla Bocas del Toro, Panamá.
Las muestras periciales confirman que los restos son de quien López Obrador ha llamado un “héroe revolucionario”.
“Ya la Fiscalía nos adelantó que sí hay restos que corresponden a lo que fue en vida Catarino Garza”, dijo.
Los restos del insurgente que se enfrentó al gobierno de Porfirio Díaz, mediante un “Plan Revolucionario” en la región norte del país serán repatriados a México antes de que concluya su mandato, al finalizar septiembre (2024).
“Hicimos los trámites para buscar los restos de Catarino y traerlos a México porque lo considero un revolucionario de esos importantes, de esos muchos héroes anónimos”, dijo el presidente.
Adelantó que es probable que Catarino Garza regrese a su natal Matamoros, Tamaulipas, donde se prevé un homenaje con familiares, historiadores, periodistas y población general interesada en la vida pública del país.
De la misma manera en que Catarino Garza era perseguido en vida cuando emprendió un plan para derrocar a Porfirio Díaz y volver a los principios de la Constitución; ya muerto y en el anonimato, el presidente López Obrador, quien escribió previo a su mandato un libro sobre el insurgente, autorizó enviar a más de 70 elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) a la isla Bocas del Toro para emprender la búsqueda de sus restos y traerlos de vuelta a la patria que con ahínco defendió y que, incluso, fue simiente de la revolución de Francisco Villa.
Defensor de la soberanía nacional, Catarino Erasmo Garza Rodríguez, fue periodista en Brownsville, Texas, cuando la separación de la frontera entre Estados Unidos y México sólo se asumía en un plano geográfico, pero no en la vivencia del territorio.
Fue promotor y defensor de los derechos de los trabajadores que, un día de hastío e injusticia, envió un mensaje en inglés al entonces presidente de Estados Unidos, Benjamin Harrison, en una carta que fue publicada en el periódico The Evening Bulletin.
No sólo fue una carta de despedida al periodismo y advertencia de una revolución de ensueño, sino de una invitación colectiva a la organización social en masa para derrocar a la tiranía del gobierno federal, para vencer al poder que oprime y a salvar la patria que temía que desapareciera, “víctima de la esclavitud, del robo y la miseria”.
El insurgente, considerado guerrillero en Estados Unidos, era un hombre robusto, alto y de ojos castaños, que sobresalía de los rasgos comunes del mexicano promedio. Fue receptor de la confianza de múltiples simpatizantes que donaron a esta causa: caballos, pistolas, dinero y alimentos. Apoyaron con fuerza y decisión la rebelión contra el gobierno autoritario de Díaz.
Su persecución se extendió por Estados Unidos y México. Las fuerzas de ambos países le siguieron para extinguir con su vida los sueños de una revolución que fue simiente de un próximo movimiento villista.
Por lo anterior, el presidente López Obrador, documentó en un libro titulado “Catarino Erasmo Garza Rodríguez ¿Revolucionario o Bandido?, publicado en 2016 por la editorial Planeta, en el cual recrea la historia del revolucionario en un contexto “donde se pretende borrar del pensamiento las gestas de los revolucionarios o no informar a las nuevas generaciones de los grandes sacrificios de los próceres”, dice en su reseña oficial.
Y agrega: “significa no solo reafirmar nuestro pasado glorioso, sino demostrar que, en cualquier lugar de la tierra, y en los momentos de mayor autoritarismo y desdicha, han surgido hombres extraordinarios, guías espirituales o líderes políticos que, desafiándolo todo, enaltecen la dignidad y el decoro de los pueblos”.