Hoy le llaman “Región Huachicol”, “Triángulo Rojo”, “Tierra de nadie”.
Ahí donde el ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) es tan provechoso como la tierra que hoy destruyen, es la segunda zona hortícola más grande de México.
Los campos de Tepeaca, Acatzingo, Palmar de Bravo y Quecholac se tiñen de negro, el aire adquiere con mayor frecuencia un tufo a combustible y los campesinos miran absortos cómo su patrimonio se vuelve nada. Muere.
La principal víctima de la que poco se habla es el campo, esa tierra que nos da de comer a todos. En esta región donde las tomas clandestinas son el pan de todos los días nadie alza la voz, porque vivir se ha convertido un infierno en el que la mayor parte de su población participa.
En el número impreso de la revista La Campiña documentamos lo que los labriegos nos susurran porque tienen miedo de alguna represalia. Son habitantes del lugar más peligroso de Puebla en este momento. Viven con una bomba de tiempo debajo de los pies, al margen de sus cultivos, en las cisternas del vecino, en los camiones que transitan todos los días cargados de hortalizas o de combustible robado.
La población participa siempre de algún modo, hasta con su silencio. Pero son aquellos que “ordeñan” los ductos de Pemex al rayo de sol o de luna, quienes obtienen una mejor ganancia sin tener plena consciencia de que el costo es su tierra, la cual quedará infértil poco a poco y ya no se podrá sembrar nada.
En este “Triángulo Rojo” crecen hortalizas fuertes, frondosas y frescas que se distribuyen a todo el país y quizá lleguen a su mesa, pero académicos de la Universidad Iberoamericana como el biólogo Jerónimo Chavarría ven más allá del tema, de por sí muy gravoso, de seguridad y corrupción. Es un asunto de salud: “el hidrocarburo (que se derrama) se adhiere a la parte orgánica y hace más difícil su descomposición, además de que al reaccionar con otros elementos lo vuelve potencialmente peligroso y dañino para la salud, como el benceno, que si alcanza a los cultivos puede generar cáncer a quien consuma los productos alimenticios”, dice.
Aún cuando el problema del robo de combustible en Puebla tiene más aristas de las que hasta hoy se abordan, las autoridades en materia de agricultura y salud no han desarrollado una estrategia integral que permita la atención de daños.
Y si lo que se documenta es real, las omisiones a la atención de este tema y desde este ángulo pueden resultar en escenarios catastróficos que abordaremos en los próximos años.
No es ficción, los números y los testimonios ahí están.