Fotografía: Especial

México, país de la muerte anónima

En COLUMNAS Yussel Dardón

Hablar de la violencia en México se ha convertido en un fenómeno obligado, no sólo mediático sino de responsabilidad histórica. Los proyectos que se encargan de ello —desde lo literario, lo periodístico, lo pictórico o lo cinematográfico, por ejemplo— se vuelven constructos de referencia inmediata. ¿El riesgo? Que esa referencia sea descartable tanto por el poco rigor con el que se aborda el fenómeno como por la voracidad con la que el terror avanza.

Si bien es cierto que muchos de los proyectos de investigación periodística que encuentran su difusión en forma de libro llenan las mesas de novedades —motivado en mayor medida por el mercado del morbo—, el grueso se pierde porque a pesar de que la violencia no caduca sí lo hacen las cifras. Pocas, muy pocas de estas publicaciones trascienden para mantener su cualidad de referente, y lo hacen porque se aproximan a la narrativa del dolor, al rigor de los datos y al corazón de la tragedia.

Una de esas publicaciones-referencia es Morir en México, del periodista estadounidense John Gibler, compendio que habla de la muerte anónima, esa que abraza el silencio y que hace de la sospecha su única presencia. Así —apunta el autor— los nombres se disuelven, los hechos se derrotan, los tiempos y lugares se confunden.

El libro, publicado por Sur+ en 2012, inicia su recorrido con una cifra de 60 mil muertes asociadas a la llamada “guerra contra el narcotráfico”, cifra que según datos del INEGI alcanzó los 120 mil decesos durante el sexenio de Felipe Calderón. Y son estas muertes la atmósfera que matiza los sucesos que cuenta Gibler, historias de corrupción e impunidad, elementos fundamentales para el caldo sanguinolento que se cocina en México.

El autor consigue establecer mediante el lenguaje un entramado que hace que Morir en México se distinga del grueso de libros que, por decirlo de alguna manera, se vuelven de una sola voz. Por el contrario, el de Gibler es un libro polifónico.

Pero éste es más que un libro bien escrito, es un documento que intenta explicarnos la violencia fuera de las cifras, centrándose en las historias, en ponerle rostros a los números. No es un “qué” sino un “por qué”.

Gibler, autor de Tzompaxtle, 20 poemas para ser leídos en una balacera, entre otros, sabe que el problema de la violencia asociada con el narcotráfico trasciende la legalización de estupefacientes, pues no lograría hacer mucho con el control corporativo sino que existe una gran posibilidad que impulse el control de la industria internacional. ¿Qué es el narcotráfico sino una industria convulsa?

Y ante esta industria de la violencia, dice Gibler: “quedarnos de brazos cruzados y verla propagarse es entrar al ámbito del silencio que envuelve a todas las muertes anónimas, agachar la cabeza y esperar nuestro turno”.

En Morir en México, híbrido de crónica, reportaje y ensayo, se le hace un homenaje al oficio periodístico, ese que cada vez es más difícil de ejercer en México, ese que busca susurrar en medio del silencio, a pesar de que la violencia y la impunidad intenten callarlo..

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