MÉXICO.- El sabor del licor, las tempestades, la naturaleza humana o aquella gran tragedia del pasado pueden ser descritas de forma tal que el lector las observe desde una óptica emotiva y conmoverse, pero hasta un punto en que las emociones no rebasen al autor, consideró el poeta polaco Tomasz Różycki. Esa fue una meta que quiso lograr con su libro Colonias, un compendio de 77 sonetos escritos entre 2003 y 2005, los cuales parecen no caducar, afirmó María Fuentes, editora del sello Vaso Roto. Ella lo acompañó durante su participación en en la edición 38 de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.
“Son sonetos que no proceden de la tradición francesa ni inglesa ni castellana, sino de la tradición silesiana, más anchos por arriba, más estrechos por abajo. Imaginen el reto al que tuvo que enfrentarse el traductor Xavier Farré para poder verter este poemario maravilloso y que siguiera manteniendo toda su fuerza”.
Fuentes recordó que Tomasz Różycki dijo en alguna entrevista que él pensaba sus poemas durante el invierno, cuando iba en tránsito a trabajar. Como en el trayecto no podía escribirlo, necesitaba de una forma métrica breve que tuviera ritmo y a veces rima, por lo que los ideó de esa forma. “Cuando llegaba de trabajar escribía sus poemas bien aprendiditos”.
Del compendio, la editora destacó un soneto titulado “Mapas quemados”, para el que Różycki se inspiró en las historias de la Segunda Guerra Mundial que escuchó de su familia. Este fue imaginado por el autor en mayo de 2005 y Fuentes confesó haber deseado no leerlo nunca, aunque en realidad le fascinó. Antes de recitarlo, Różycki lo dedicó, de nueva cuenta, a sus amigos y camaradas de Ucrania.
“Fui a Ucrania, era junio, caminaba por una hierba que me llegaba hasta las rodillas, el polen se arremolinaba en el aire. Buscaba a mis allegados, pero se habían escondido bajo la tierra, vivían más abajo que las generaciones de hormigas. Sin descanso, pregunté por sus huellas, pero crecía la hierba, las hojas y las abejas daban vueltas. Así que me tendí, con la cara en la tierra, y dije este encantamiento: podéis salir, ya todo ha pasado. Y la tierra se movió, y en ella los topos y las lombrices, y tembló la tierra y los reinos de las abejas rebosaron, las abejas volaban por encima de todo, dije, salid, así le hablaba a la tierra, y noté cómo crecía en torno a mi cabeza toda aquella hierba, enorme, salvaje”.
La lectura se extendió por otros sonetos: “Maniobras de guarnición”, “Vientos contrarios”, “La casa de servicio”, y reveló que uno de ellos, “La flota de su majestad”, fue inspirado en un videojuego que le gustaba en su juventud.
“Este poema trata de un juego de estrategia en computadora, es un tipo de juego donde aparecen todos los países, obviamente yo elegía siempre ser Polonia. Pero siendo Polonia no se puede ganar, casi siempre nos invaden, cada 50 años, los rusos, los alemanes…”.
Al final, uno de los asistentes le preguntó si utilizaba la escritura como una especie de refugio ante la realidad, a lo que contestó brevemente: “La poesía se compone con base en las emociones, pero también con cierta distancia. El proceso consiste en que las emociones no me superen a mí, pero que con el poema yo las pueda transmitir, que no me maten”.