MÉXICO.- Con una atractiva portada dedicada a la Catrina de José Guadalupe Posada, intervenida con color en las flores de su característico sombrero, el No. 177 de la revista Relatos e historias de México, de editorial Raíces, entrega un artículo sobre las historias falsas que se leen de este célebre personaje.
De la autoría del historiador Agustín Sánchez González, el texto hace referencia a “uno de los dibujos más hermosos del arte mexicano: un elegante busto de calavera que porta un sombrero adornado con flores. Estampado por primera vez en la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, en octubre de 1913, fue una publicación póstuma de su autor, quien falleció el 20 de enero de ese año sin imaginar que, más tarde, la llamada Catrina se convertiría en un símbolo cultural de México y sería reconocida mundialmente”.
La edición fue presentada de manera presencial en el Museo Casa de Carranza, de la red del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), organismo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
El especialista en historia de la caricatura mexicana ha documentado que son miles las historias falsas que se leen en las redes sociales acerca de la Catrina. Entre estas, se dice que Posada fue empleado de Vanegas Arroyo, lo cual no es cierto: “Posada trabajó para él como lo hizo para media docena de impresores. Vanegas fue un editor comercial que sacaba miles de estampas de ese tipo y muchas más al año. Las calaveras y demás obras de Posada se imprimieron y reimprimieron según las necesidades del editor, quien pagaba el cliché a su autor y lo utilizaba cuantas veces fuera necesario y con un sinfín de títulos”.
Posada nunca puso nombre a sus obras: era el editor quien las bautizaba de acuerdo con las necesidades del texto que anexaba en el volante. Nadie llamaba Catrina a la figura que ahora conocemos con ese nombre. Hay reimpresiones que Sánchez González identifica de acuerdo con el título de los impresos: la primera, Remate de calaveras alegres y sandungueras (1913); Calavera fifí (1918), El panteón de las pelonas (1924); y dos más sin fecha: Calaveras de las cucarachas y Han salido por fin las calaveras, aparecidas en hojas volantes.
El historiador anota que la Catrina fue dibujada y concebida en una pequeña vivienda de la avenida La Paz No. 6, hoy Jesús Carranza, en Tepito. Sin nombre, era la obra de arte más acabada del genial artista. En todas las reimpresiones se modificó el texto y el diseño, pero el dibujo era el mismo. “Las calaveras del montón resultaron un montón de títulos para unas cuantas calaveras”, escribe Sánchez González.
En 1930 se publicó Monografía. Las obras de José Guadalupe Posada. Grabador mexicano, con introducción de Diego Rivera. En esta primera compilación de su obra, aparecen los dibujos descontextualizados de sus impresiones originales, y en la parte superior de la página 160 aparece aquella imagen con el nombre que le daría fama: Calavera catrina, refiere el investigador.
Además de la Catrina, Relatos e historias de México presenta la segunda parte de anécdotas rulfianas, en la sección “Anecdotario”. El historiador Ricardo Lugo Viñas acerca a las y los lectores a los múltiples trabajos que desempeñó el escritor Juan Rulfo para vivir. “Regalaba su libro de cuentos de mano en mano, entre amigos y familiares, y su novela fue mal recibida por la crítica mexicana, es así que ambos resultaron fracasos comerciales”, dice.
Al llegar a la Ciudad de México consiguió un empleo como agente de migración en la Secretaría de Gobernación; también fue agente viajero: entonces vendía llantas Goodrich Euzkadi y relojes Steelco; en 1963, fue contratado en el Instituto Nacional Indigenista, donde trabajó como editor hasta el día de su muerte.
Cierto día, Rulfo pidió permiso para ausentarse unos días del trabajo, pues recibiría el Premio Príncipe de Asturias, en España; su jefe le negó el permiso porque acababa de tomar vacaciones. Rulfo regresó a su lugar y al día siguiente una llamada de la Presidencia de la República reprendió al jefe.
El No. 177 también presenta textos sobre la pianista María Luisa Ritter en México; la vida en breve de Antonieta Rivas Mercado y su suicidio en la catedral de Notre Dame, y un texto sobre los indios de Sonora ante la evangelización, entre otros temas apasionantes.