Fotografía: Especial

La lección de Mario Puzo: “No puedes fallar a la familia”

En ESPECIALES/ICONOS Iván Farías

MÉXICO.- Hace 50 años, Mario Puzo publicó El Padrino, libro que lo catapultó a la fama y que acabó devorándose el resto de su obra. Puzo era un escritor de ascendencia italiana con un par de títulos publicados, que la crítica literaria le había elogiado. Estas novelas eran The Dark Arena, publicada en 1955 y traducida al español como La arena sucia, y The Fortunate Pilgrim con el título en español de La Mamma, para relacionarlo directamente con su obra mayor, El Padrino, pese a que no la tuviera. En este par de libros y en los siguientes hay temas reiterativos: la inmigración italiana a EUA, la Segunda Guerra Mundial, las duras calles de Nueva York y el enfrentamiento entre los que ya se consideraban norteamericanos de cepa: irlandeses, alemanes e ingleses, que ahora abrazaban la doctrina del Destino Manifiesto como propia, frente a los italianos que querían seguir guardando sus costumbres católicas, familiares e incluso, lingüísticas.

Puzo trabajaba como escritor fantasma y editor en el sello de Martin Goodman’s Magazine Management Company, empresa especializada en publicar relatos heroicos y de misterio, relacionados con la Segunda Guerra Mundial. Puzo, como muchos de sus colegas, se avergonzaban de escribir en esas publicaciones por lo que firmaba con el seudónimo de Mario Cleri. El dinero cada vez lo apremiaba más, le debía a familiares y sus cinco hijos lo mantenían en vilo, así que decidió aceptar escribir sobre la Mafia, luego de que el editor de The Fortunate Pilgrim le hiciera la observación que si la Mafia hubiera parecido más en ese libro, habría sido todo un éxito.

PELÍCULAS DE GÁNGSTERS

James Cagney en Little Caesar de 1931

Para ese momento, las películas de gángsters y de cine negro habían tenido un gran éxito. Cintas como Enemigo público, de 1931, con James Cagney y Edward Woods, o Little Caesar, también del 31, con Edward G. Robinson y Glenda Farrell, fueron los parteaguas de toda una andanada de producciones que lo mismo mezclaban el cine criminal más negro, como el drama épico más lacrimógeno, donde los inmigrantes italianos eran siempre los protagonistas. Además, hacía poco que la Comisión Kefauver había puesto en el estrado a diversos mafiosos para juzgarlos y desentrañar toda una trama de corrupción, tráfico de influencias, drogas, ron, asesinatos y juego.

Puzo, alejado de las calles, deseoso de ser un “artista”, pero con deudas, que según su propio dicho, ascendían a 20 mil dólares, decidió documentarse y escribir sin mucho afán un libro que le brindara plata constante y sonante. Con esa idea en la cabeza, se puso a trabajar en una novela que evidenciara la vida de la Mafia, mezclando personajes reales con ficticios, y, sin darse cuenta, creó toda una mitología mafiosa.

“En Sicilia, las familias de la Mafia estaban unidas por lazos de sangre. Había que pedir permiso para moverse por su territorio. La familia y los lazos de sangre lo eran todo. Utilicé personajes sicilianos para crear mis personajes norteamericanos”, dijo en su libro The Godfather Papers and Other Confessions, que publicó después de la adaptación al cine de su novela.

Cocina y bendiciones

Puzo, gran seguidor de Dostoyevski, tomó como base Los hermanos Karámazov para crear la historia de una familia, los Corleone, y así poder hablar de la inmigración y de cómo se creó el crimen organizado en América. En su novela, a ratos escrita como si se tratara de un informe, casi como si quisiera avanzar lo más rápidamente posible, hay un mundo al que solo describe por encima, pero que por ironías dota de profundidad. Para ejemplo, este extracto de la primera parte:

“Don Corleone no tenía el deseo ni la intención de dejar que su hijo menor muriera al servicio de un país que él consideraba extraño. Se hicieron arreglos secretos y algunos médicos fueron sobornados. Preparar todo aquello costó mucho dinero, pero Michael tenía veintiún años y nada podía hacerse contra su voluntad. Al final se alistó. Luchó en el Pacífico, llegó a capitán y recibió varias condecoraciones. En 1944, la revista Life publicó un reportaje gráfico de sus numerosas hazañas. Cuando un amigo mostró la revista a Don Corleone (su familia no se había atrevido), después de lanzar un gruñido de desdén, éste dijo: «Realiza estas proezas por cuenta de extraños»”.

La pequeña Italia en 1920

Sin embargo, hay algo que ningún otro escritor había brindado a los mafiosos, tal vez por racismo, por desconocimiento, o por falta de estilo: descripción de su vida cotidiana, de sus usos y costumbres. Eso fue lo que les encantó a los integrantes de la Cosa Nostra, que abrazaron de inmediato el libro y posteriormente la película.

En la novela estaban las fiestas, las tarantelas, las idas a misa, las traiciones femeninas, las amantes, los códigos de muerte, la pasta, los vinos y, claro, la familia. Tommaso Buscetta, uno de los primeros hombres en romper con el código del silencio, llamado en siciliano omertà, decía que los mafiosos les encantaba El Padrino, aunque no fuera estrictamente cercana a lo real. Por el contrario, la novela y la película Buenos muchachos eran un retrato fiel de lo que sucedía al interior, pero como ponía el énfasis en las peores cosas de la “organización” no la tenían en buena estima.

UNA VIDA ROMÁNTICA

Puzo, unos años antes de su muerte, brindó entrevistas en las que le volvieron a preguntar por El Padrino. En ellas se disculpaba por no haber hecho el trabajo de campo: “Me avergüenza admitir que escribí basándome sólo en investigación. Nunca conocí un gánster verdadero, por eso Mi mafia es un mito muy romantizado”. Pese a esta afirmación, los personajes reales están ahí, o cuando menos los trasuntos de Frank Sinatra, la familia Bonano, Meyer Lansky, fiscales y gobernadores.

“No es por los asesinatos y esas estupideces, es que ahí estaba toda nuestra vida, la boda, la música, el baile, ¡éramos nosotros, el pueblo italiano! Hizo que nuestra vida se viera honorable”, dijo Salvatore Gravano, sicario de los Gambino, una de las cinco familias de la Mafia, cuando le preguntaron por qué le gustaba El Padrino.

Primera edición

Este texto se publicó el 15 de marzo de 2019 en el diario Contra Réplica, 

y se reproduce con autorización del autor

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