Fotografía: Daniel Casas / EsImagen

Ser mujer en la Central de Abastos de Puebla

En ESPECIALES A. Juárez

PUEBLA, MÉXICO.- La Central de Abastos de Puebla tiene dos lados: el lado masculino, en el cual todos los hombres son bien vistos por su fuerza, por su labor y colaboración, sobre todo porque son “los machos”; el lado femenino es diferente ya que las mujeres sufren acoso y machismo. De esto nunca se habla porque es un tema catalogado como tabú y, además, porque somos “el sexo débil”.

Aún es raro ver cómo una mujer se supera poco a poco a pesar de su género y el ámbito en el que se desempeña. Lo he visto, lo he escuchado y me gustaría resaltarlo porque esto pasó con mi propia madre y mi propia hermana. Ellas trabajan en la Central de Abasto y han sido insultadas de una manera brutal, a sus espaldas, porque los hombres que las insultan ni siquiera tienen el suficiente valor de poder decirles en la cara todo lo que piensan. También son mal vistas porque tienen la misma capacidad de vender que ellos y eso los quema, porque sienten que su esfera patriarcal es minimizada y, además, las preguntas comienzan a correr por sus cabezas, pues ¿cómo es posible que ellas puedan vender como yo, si son mujeres?, ¿por qué quieren superarse si son mujeres?

No solo es “echarle ganas”, una mujer se enfrenta a muchos retos todos los días, sobre todo en este tipo de ámbitos tan patriarcales, en las que si una mujer quiere prosperar económicamente, es mal vista por su objetivo. Las mujeres, en este contexto, son invisibilizadas y rebajadas aunque ellas trabajen de manera ardua y honesta. Se les hace creer que deben seguir los clichés establecidos por la sociedad. En la Central de Abasto, como todo lugar machista y misógino, abundan los malos comentarios de hombres que sólo buscan infravalorar la capacidad de una mujer ofendiéndolas, lastimándolas o acosándolas.

Cuando era niña sufrí acoso al igual que muchas mujeres y recibí todo tipo de micromachismos. Tenía alrededor de 10 u 11 años y, a esa edad, era víctima de acoso. Creía que estaba bien, nadie me había hablado sobre las asquerosas miradas o sobre el cómo operaba un acosador. Doy gracias a mi padre y a mi madre por haberme alejado de todo ese ambiente para que por fin pudiera abrir los ojos y darme cuenta de la cruda realidad que vive una mujer día a día. La Central de Abastos es un ámbito generalmente dominado por hombres en el cual se piensa que una mujer tiene que ser sumisa. Muchas creen que un piropo malintencionado es un halago y lo toman como algo bueno, cuando es todo lo contrario. Como mujeres seguimos viviendo con el estereotipo de que tenemos que recibir aprobación masculina para sentirnos bonitas y amadas.

Ahora todo lo veo desde otra perspectiva: la feminista. En la Central de Abastos puedo notar que muchas niñas y mujeres de edad adulta que trabajan en ese lugar para mantener a sus familias, son vulneradas y susceptibles a todo tipo de acoso; incluso llegan a sexualizarse para conseguir una compra. Ahora, más que nunca como mujeres y hermanas tenemos que luchar y tratar de erradicar el acoso y el machismo que predominan en este tipo de entornos para poder trabajar en un ambiente más seguro como merecemos.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad de cada autor,

y se difunden para exponer las vivencias y sentires de quienes escriben.

 

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