He de hacer una confesión. Cuando escuché que se iba a hacer una serie de televisión de Watchmen pensé “¿en verdad es necesario?”. Pero después de verla, de llegar a la escena final de esta entrega de nueve capítulos entendí que no sólo era necesaria una serie así, si no pertinente.
La serie pasó por varios problemas para su realización, de hecho Alan Moore nunca estuvo de acuerdo en que se realizara otra adaptación de una de sus novelas gráficas más icónicas, después de la película que hizo Zach Snyder en 2009, la cual es criticados por muchos pero que a mi se me hizo bastante buena (con excepción de una escena en la que dos personajes tienen relaciones sexuales y suena la canción de “Hallelujah”).
La película, que es la versión que la mayoría de las personas conocen de Watchmen, toma algunas libertades creativas, como (spoiler) el hecho de que al final es una bomba la que explota en Nueva York en vez de la aparición de un calamar extraterrestre gigante como en el cómic.
Sin embargo, la serie, creada por el grandioso David Lindelof, es una secuela directa de la novela gráfica, es decir, respeta a la perfección la llegada del ser interdimensional, e incluso explora las secuelas de este incidente más de 30 años después.
Y si esto se tratara sólo de una serie de héroes enmascarados, semidioses y la batalla del bien contra el mal estaría bien, pero Lindelof además aprovechó para hacer lo que algunos llaman “la serie más negra de la historia”.
Desde el inicio del primer capítulo se puede ver que el tema racial es la columna vertebral de la historia, pues comienza narrando uno de los episodios más oscuros de la historia de Estados Unidos, conocido como La Masacre de Black Wall Street. En 1921, en Tulsa, Oklahoma, la comunidad afroamericana era una de las más prosperas de todo el país, lo que derivó en que grupos cercanos al Ku Kux Klan los atacaran y asesinaran a decenas de personas en la calle, lo cual se presenta de manera muy gráfica en los primeros minutos de la serie a través de los ojos de un niño.
Es justo en esta ciudad donde se desarrolla toda la historia de Watchmen, en una realidad alterna en la que, como se narra en la novela gráfica, Estados Unidos ganó la Guerra de Vietnam, y donde Robert Redford ha sido presidente por varios años, siendo una de sus políticas más polémicas un programa de reparación del daño a los afroamericanos afectados por la discriminación racial en el país.
En esta ciudad además, tres años antes del desarrollo de la serie, se dio un ataque a todos los elementos de la policía por un grupo radical llamado La Quinta Caballería, identificados por usar máscaras de Rorschach -personaje de la novela gráfica-. De esta masacre sólo sobrevivieron pocos, por lo que todos los uniformados ahora usan máscaras y ocultan su identidad, para así estar seguros ellos y sus familias.
Dentro de este equipo se encuentra Angela Abar, personaje principal de la serie interpretado por la magnífica Regina King (¿no hay nada que esta mujer no pueda hacer?). Ella es una de las sobrevivientes de la masacre y su identidad policíaca es Sister Night, por lo cual usa un traje de monja, y un rosario como arma.
Aunque la serie retoma a muchos de los personajes de la historia original, estos quedan en un segundo plano y se enfoca más en el desarrollo de los nuevos personajes, los nuevos misterios y toda una nueva crisis mundial en puerta.
Uno de los mejores aspectos de la serie, a mi parecer, es que fue hecha para una temporada. David Lindelof ha dicho de manera reiterada que él no tiene pensado hacer más capítulos, y no son necesarios, no se dejó nada al aire (sólo esa escena final que deja el final ambiguo), aunque está abierta la posibilidad de que alguien más retome el proyecto y que, tal vez, se produzca una segunda temporada en el futuro. Si la hacen claro que la veré, si no, no pasa nada.
Tanto para los fans de la novela gráfica, como gente que simplemente les gustan historias policíacas de misterio y un poco de ciencia ficción, les recomiendo ampliamente esta joya.